viernes, 25 de mayo de 2012

Don Pelayo, de Luis de Madrazo

Obra perteneciente a la serie cronológica de los Reyes de España del Museo del Prado y depositada en el Museo de Covadonga.
En el lienzo Pelayo aparece representado como un guerrero que se disponerse a la acción al aparecer éste desenvainando su espada y tener ligeramente adelantado el pie derecho. Viste manto blanco sobre una túnica roja rematada con ribetes dorados que se decoran con abundante pedrería. En la mano derecha sostiene una espada, mientras que en la izquierda lleva una cruz de madera, que se supone es la de la Victoria.
Su figura, de gran fuerza, se enmarca en un paisaje agreste como el de Covadonga, bastante montañoso y rocoso. Éste parece estar situado dentro de la Cueva. A la derecha, muy difuminado, podemos percibir una cascada de agua que también podría hacer alusión al típico chorrón que hay bajo la Santa Cueva, mientras que al fondo en un cielo tormentoso parece abrirse una luz o resplandor que puede representar el nuevo amanecer.
No existe ningún documento que nos dé constancia de los orígenes de Pelayo, mientras que unos lo sitúan en Toledo,  en Tuy (Galicia), o en Cantabria, otros sin embargo, los que somos asturianos, decimos que era Astur. Lo que sí se sabe es que era hijo del duque fáfila, que lucho como espatario al lado de don Rodrigo en la Batalla de Guadalete (año 711) y que con un pequeño grupo de tropas vencidas llegó a Covadonga para refugiarse. Aquí incitó a la población a manifestarse contra el dominio musulmán y refugiándose en una cueva, donde un ermitaño custodiaba una imagen de la Virgen, imploró la Protección Divina.
Las tropas cristianas lo eligieron como el hombre que los había de liderar, y así lo proclaman en el año 718, fecha que se toma como inicio de La Reconquista, pero no es hasta el año 722 cuando tiene lugar la Batalla de Covadonga, en la cual las tropas cristianas se proclaman vencedoras.
Una vez consolidada la monarquía asturiana establece la corte en Cangas de Onís, que durante cincuenta y siete años será la capital del Reino Astur.
A su muerte, en el año 737, es enterrado en una iglesia cercana a Covadonga, llamada Santa Eulalia (o Santa Olalla) de Abamia, aunque posteriormente, sus restos son trasladados a la Cueva en tiempos de Alfonso X “el Sabio”[1].
En el sepulcro actual se puede leer la siguiente inscripción:
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[1] Pudiera ser que se llevara sólo algún resto, porque según comenta el Conde de la Vega del Sella, en su obra, El dolmen de la Capilla de Santa Cruz, (Memoria núm. 22. Junta para la Ampliación de Estudios, 1919, pp. 37-38): Según versión oída a un testigo presencial, en la visita que hizo el Rey Alfonso XII al Santuario de Covadonga, fueron examinados los sepulcros que allí se encuentran, no hallándose en el de Pelayo más que un fémur de grandes dimensiones y una chapa delgada de plata en forma de doble cinto”.