Máximo del la Vega nace el 19 de noviembre de 1841 en el seno de una familia acomodada de Nueva de Llanes, ya que su padre, Don Benito, era el escribano de esta localidad. Entra muy joven en el Seminario Metropolitano de Oviedo y es ordenado presbítero en 1866. Ese mismo año, con sólo 25 años, es designado, a propuesta del ministro Posada Herrera, para el cargo de Canónigo de Covadonga.
A partir de 1872, Máximo de la Vega se convertirá en el brazo ejecutor de la ingente tarea de renovación material y espiritual de Covadonga que el obispo Sanz y Forés inicia en el santuario de Covadonga. Será el capitular llanisco el que recomienda a Roberto Frassinelli como diseñador y director de la obras para la rehabilitación de la Capilla de la Santa Cueva.
Don Máximo se entregará en cuerpo y alma a conseguir que se lleven a buen término las obras del Camarín de la Santa Cueva. El 8 de septiembre de 1874, se inaugurada la primera parte del grandioso proyecto renovación de Covadonga y el obispo Sanz y Forés proclamará solemnemente que pronto se colocará la primera piedra de un suntuoso templo digno de María.
En estos años de la década de los setenta, don Máximo dedica todos sus esfuerzos a la construcción de la basílica. Así, negocia donaciones, moviliza a los fieles, organiza peregrinaciones, encarga una gama de objetos para la venta y, por supuesto, vincula a destacados políticos a su proyecto. Las obras darán comenzaron el 30 de julio de 1877 con la presencia del Rey y bajo la dirección técnica de Frassinelli; pero, a píe de obra, como un capataz encomiable siempre se encontraba don Máximo, quien decidía sobre todos los aspectos del trabajo, por eso las gentes del lugar le apodaron con el sobrenombre del Soberano.
Cuando el obispo Sanz y Forés es trasladado a la diócesis de Valladolid y el nuevo obispo Herrero y Espinosa de los Monteros decide retirar de la dirección técnica de la obras a Frassinelli, don Máximo pasa por duros momentos, ya que también quieren relevarlo a él del cargo de canónigo fabriquero. En 1884, un nuevo obispo, Martínez Vigil, confirmará a don Máximo en su puesto de fabriquero y el 10 de mayo de ese mismo año es nombrado conservador del de la Real Colegiata de Covadonga. A partir de ese momento la dedicación de don Máximo a Covadonga es absoluta, no para de viajar a Madrid en busca de fondos para culminar tan colosal proyecto.
Don Máximo no sólo se preocupó por el engrandecimiento de Covadonga, también fue un gran promotor de toda la comarca. Promovió la construcción de la carretera a los Lagos y la de Corao a Nueva, así como promocionó notablemente el turismo de naturaleza en el Macizo del Cornión. Su cabaña y su barca en el lago Enol fueron visitadas por importantes personajes en el último cuarto del siglo XIX.
En uno de sus múltiples viajes a la capital en busca de fondos enferma de una fuerte neumonía, a consecuencia de haberse detenido el tren en el que viajaba en el puerto de Pajares. Corría el mes de marzo de 1896 y don Máximo tuvo que abandonar su querida Covadonga para reponerse en su casa natal de Nueva. Pocos meses después, el 7 de septiembre, fallecía.
A partir de 1872, Máximo de la Vega se convertirá en el brazo ejecutor de la ingente tarea de renovación material y espiritual de Covadonga que el obispo Sanz y Forés inicia en el santuario de Covadonga. Será el capitular llanisco el que recomienda a Roberto Frassinelli como diseñador y director de la obras para la rehabilitación de la Capilla de la Santa Cueva.
Don Máximo se entregará en cuerpo y alma a conseguir que se lleven a buen término las obras del Camarín de la Santa Cueva. El 8 de septiembre de 1874, se inaugurada la primera parte del grandioso proyecto renovación de Covadonga y el obispo Sanz y Forés proclamará solemnemente que pronto se colocará la primera piedra de un suntuoso templo digno de María.
En estos años de la década de los setenta, don Máximo dedica todos sus esfuerzos a la construcción de la basílica. Así, negocia donaciones, moviliza a los fieles, organiza peregrinaciones, encarga una gama de objetos para la venta y, por supuesto, vincula a destacados políticos a su proyecto. Las obras darán comenzaron el 30 de julio de 1877 con la presencia del Rey y bajo la dirección técnica de Frassinelli; pero, a píe de obra, como un capataz encomiable siempre se encontraba don Máximo, quien decidía sobre todos los aspectos del trabajo, por eso las gentes del lugar le apodaron con el sobrenombre del Soberano.
Cuando el obispo Sanz y Forés es trasladado a la diócesis de Valladolid y el nuevo obispo Herrero y Espinosa de los Monteros decide retirar de la dirección técnica de la obras a Frassinelli, don Máximo pasa por duros momentos, ya que también quieren relevarlo a él del cargo de canónigo fabriquero. En 1884, un nuevo obispo, Martínez Vigil, confirmará a don Máximo en su puesto de fabriquero y el 10 de mayo de ese mismo año es nombrado conservador del de la Real Colegiata de Covadonga. A partir de ese momento la dedicación de don Máximo a Covadonga es absoluta, no para de viajar a Madrid en busca de fondos para culminar tan colosal proyecto.
Don Máximo no sólo se preocupó por el engrandecimiento de Covadonga, también fue un gran promotor de toda la comarca. Promovió la construcción de la carretera a los Lagos y la de Corao a Nueva, así como promocionó notablemente el turismo de naturaleza en el Macizo del Cornión. Su cabaña y su barca en el lago Enol fueron visitadas por importantes personajes en el último cuarto del siglo XIX.
En uno de sus múltiples viajes a la capital en busca de fondos enferma de una fuerte neumonía, a consecuencia de haberse detenido el tren en el que viajaba en el puerto de Pajares. Corría el mes de marzo de 1896 y don Máximo tuvo que abandonar su querida Covadonga para reponerse en su casa natal de Nueva. Pocos meses después, el 7 de septiembre, fallecía.