-El balance es muy positivo porque es un lugar muy entrañable para los
asturianos y de una gran proyección. Es una experiencia humana y sacerdotal que
enriquece profundamente. Tiene su complejidad, no es una labor fácil, porque hay
que tener en cuenta muchos aspectos y la sensibilidad con que todos miramos a
Covadonga.
-¿Dónde encuentra la mayor complejidad?
-Uno debe de ser muy sensible a la pluralidad de matices, estar abierto a la
idea que cada uno tiene. Covadonga es un lugar profundamente espiritual, pero
también abierto a unos visitantes que no siempre son peregrinos. Es fundamental
la actitud de diálogo y de acogida, que responde al espíritu de todo santuario,
y más en este caso. Exige armonía de corazón y de espíritu y un conocimiento
profundo de la honda significación de Covadonga.
-¿En qué consiste, exactamente, ser el abad de
Covadonga?
-En velar por que el santuario mantenga su identidad y su lenguaje, inicial y
fundamentalmente espiritual. Estar muy abierto a la realidad humana y eclesial
que nos rodea; la gente viene con sus historias, vivencias y mentalidad.
Coordinar el santuario, haciendo que sea un lugar, sobre todo, de acogida.
Tenemos el santuario, la santa cueva, la escolanía, la acogida de peregrinos,
etcétera. También mantener una estrecha colaboración con el Arzobispo y ser muy
sensible a las necesidades que plantea el santuario, que van cambiando.
-¿Cómo ha evolucionado el número de visitantes?
-Ha crecido considerablemente. A lo largo del año supera los dos millones y
medio de personas. Es una cifra muy significativa.
-¿Cómo es un día rutinario en su vida en el santuario?
-Alas 8:30 horas estamos en la Basílica para la oración de la mañana y la
misa. Después desayunamos los sacerdotes juntos y programamos las tareas del
día. Suelo celebrar la misa de la santa cueva y dedico la mañana a tareas y
gestiones del santuario. Comemos en común, y por la tarde preparo alguna
conferencia o publicación, hasta las 18:30 horas, cuando tenemos el rezo. Hasta
la hora de la cena solemos atender tareas propias del santuario. Siempre es un
programa abierto porque a Covadonga llega mucha gente y para mí es una prioridad
el estar lo más disponible que pueda para atenderla.
-¿Qué significa Covadonga para los asturianos?
-Mucho. Venir a Covadonga nos ayuda a comprender el alma de Asturias, su
historia, su espiritualidad y su sensibilidad. No sólo por la naturaleza o por
la historia, sino también por cómo rezamos, cómo venimos. La religiosidad en
otras zonas de España es más expresiva, aquí en Asturias los sentimientos son
más contenidos, pero intensos. Estando aquí, uno se da cuenta de lo hondo, lo
profundo que está metido en el alma de los asturianos.
-¿Y para usted?
-Soy asturiano, por lo que participo de ese sentimiento y de las emociones
que sentimos en Covadonga. Como sacerdote, el santuario es parte muy importante
de la vida de la Iglesia en Asturias. Como historiador, estar en un lugar con
una historia tan definida con su identidad me produce una satisfacción enorme.
En el plano pastoral, la riqueza humana del contacto con los peregrinos, con
situaciones muy diversas, me enriquece enormemente. A Covadonga se viene con el
corazón casi en la mano.
-¿Perciben aquí la situación económica y social que se vive en el
país?
-Sí, percibimos la situación de crisis, que no sólo es económica, afecta a
valores muy profundos. No sólo en el ámbito de los aspectos materiales o
económicos, sino también porque vemos que la gente viene con bastante tristeza,
con desesperanza, con mucha preocupación. Eso permite percibir que se viene a
Covadonga buscando aliento, fortaleza, ánimo, esperanza.
-¿Cómo cree que conviven en Covadonga la dimensión espiritual y la
turística?
-No son en absoluto excluyentes. Nosotros solemos hablar de visitantes.
Pueden venir con motivación preferencialmente religiosa y la visita es una
peregrinación. Llegan desde Asturias, de otroslugares de España o de fuera,
muchos de Estados Unidos, México e Hispanoamérica. Luego, está el visitante que
viene a conocer Asturias, que puede tener una vivencia religiosa aunque no haya
venido con ese motivo, y hay una parte cuya prioridad es turística. Nuestra
principal preocupación es manter viva la espiritualidad, un mensaje, una luz que
creemos que también enriquece a quien puede venir solo por turismo.
-Han reforzado los lazos con la emigración asturiana, ¿cómo lo
sienten afuera?
-Tienen una hondísima tradición en Covadonga y su visita es extraodrinaria,
vienen familias enteras y arrastran a sus familiares de aquí. Estuve
recientemente en Venenzuela y abrimos un cauce de comunicación; ahora estamos
desarrollando un proyecto de restauración de la exedra de La Santina. Lo
promueven y financian desde allí, buscando que haya un signo de esa devoción de
la emigración asturiana hacia Covadonga.
-¿Qué otros elementos necesitan restauración en
Covadonga?
-Hay muchas cosas que piden un mantenimiento, como la pavimentación de la
explanada de la Basílica. Barajamos, además, una ampliación y reordenación del
Museo y nos gustaría que hubiera una sala de exposiciones temporales, para que
parte del patrimonio se pudiese dar a conocer un poco más. El santuario es un
espacio tan abierto y de tal proyección que abre muchas posibilidades.
-En otoño comienzan la Novena del Año de la Fe.
-Sí, ha sido promovido por el Papa para toda la Iglesia Católica y, aunque
empieza en octubre, en septiembre va a venir el Nuncio Apostólico en España.
Será un momento extraordinario, intenso, vendrán personas de todas las
parroquias y todos los grupos. Queremos que toda la renovación en las mejoras de
la santa cueva, la exedra y demás componentes de tipo litúrgico y simbólico
estén preparados para ese momento.
-Dos tiendas del santuario fueron objeto de robos hace algunas
semanas, ¿cómo lo han vivido?
-Es una experiencia triste, dura, difícil y desagradable, que nos ha obligado
a intensificar la seguridad en el santuario. Pero no nos impide seguir mimando,
cuidando y poniendo ilusión en lo que Covadonga significa. Este es un lugar
abierto en el sentido más amplio y positivo de la palabra, es un lugar de paz y
tranquilidad.
Historiador y sacerdote
Juan José Tuñón nació en Pola de Lena en 1956, estudió en el Seminario de
Oviedo y obtuvo la licenciatura en Geografía e Historia en la Universidad de la
capital asturiana. Además, es licenciado y doctorado en Historia de la Iglesia
por la Universidad Gregoriana de Roma y diplomado en Archivística, Paleografía y
Diplomática en el Archivo Vaticano. Destaca su faceta como docente en el
Seminario de Oviedoy su dilatada experiencia como párroco de Naveces, Santa
María del Mar, Santiago del Monte y Bayas, todos ellos pueblos del concejo de
Castrillón, donde estuvo 23 años. En 2008 fue nombrado Abad de Covadonga por el
anterior arzobispo, Carlos Osoro. Pertenece a varias comisiones de patrimonio.
Es miembro del Real Instituto de Estudios Asturianos (RIDEA) desde marzo y buen
conocedor de la historia de Covadonga, sobre la cual ha realizado varios
trabajos, como «Patronazgo real y vida capitular en Covadonga (s.XVIII)» e
«Intervención episcopal y religiosidad popular en Covadonga (s.XVI-XIX)».
Publicado por Patricia Martínez
Diario la Nueva España 27/7/2012