jueves, 10 de abril de 2008

El Acorazado Pelayo

Conocido también con el nombre de “el Solitario”, porque era el único acorazado español existente hasta la conversión de las fragatas Numancia y Vitoria en acorazados costeros, este fue el nombre de uno de los buques insignia de la armada española de finales del siglo XIX. Construido según el diseño de Lagane en los astilleros Forges et Chantiers de la Mediterranée de La Seyne, en Tolón (Francia), mediante orden del 12 de noviembre de 1884 se puso en grada en febrero de 1886 y fue botado el 5 de febrero del año siguiente.
Para este barco la Excma. Diputación de Oviedo, en representación de la provincia, mandó construir un mueble en homenaje al buque que llevaba por nombre el del líder que abanderó en las montañas de Covadonga el inicio de la Reconquista. Proyectado y construido en Gijón por el ebanista de la villa D. Juan Antonio Muñiz, en el se emplearon nobles maderas de Covadonga donadas por el Ilustrísimo Cabildo de la Real Colegiata. Compuesto de tres cuerpos artísticamente tallados en madera de nogal, en el de la izquierda aparece representado el escudo de Asturias con la inscripción: “La Provincia de Asturias”; en el de la derecha el escudo de Gijón y la inscripción: “Al Acorazado Pelayo”; en cambio, el central son dos puertas que en lo alto forman el escudo de España y que, a modo de armario o estuche, servirían para guardar la bandera de combate del barco.
Esta bandera, sufragada por suscripción popular y en la que las señoras y señoritas de Gijón Dña. Virginia Sampedro, Dolores Horcasitas, Marciana Valle, Joaquina y Adela Iglesias, Lola Gil, Lola Menchaca, María Vivero, Emilia, Mercedes y Manolita Alvargonzález, Filomena Zulaibar, María Díaz de la Sala, Salomé Rodiles, Eustaquia Pelayo, Eugenia Menéndez, Encarnación Vallina, Margarita Menéndez, Joaquina Villaverde, Ignacia Cabo, Manolita Marinas, Sara Rionda, Josefina Laviada y Paz Nava bordaron el escudo de España (salvo la cruz que remataba el mundo de la corona, que fue bordado por la propia Princesa de Asturias), fue bendecida solemnemente en Covadonga el 10 de junio de 1888 por el Ilmo. Sr. Obispo de Oviedo Fray Ramón Martínez Vigil. Al acto, al cual asistió la condesa de Revillagigedo en representación de la Princesa de Asturias así como numerosas representaciones civiles y militares de la provincia, contó también con numeroso público venido desde los más diversos lugares de la provincia de Asturias.
Comisionado el 3 de junio de 1888, el acorazado Pelayo fue un auténtico representante de España por el mundo. En 1891 estuvo en el Pireo, donde fue visitado por los reyes de Grecia, a
l año siguiente participó en Génova en los actos del cuarto centenario del descubrimiento de América; en 1901 llegó a Tolón, donde le esperaba el Presidente de la República Francesa; en 1903, Eduardo VII de Inglaterra lo visitó en Lisboa, siendo un año más tarde, en Vigo, testigo de la entrevista entre Alfonso XIII y Guillermo II de Alemania; También participó en operaciones navales contra los rebeldes rifeños de Marruecos pero, los treinta y siete años que estuvo en servicio fue gracias a que en 1898, durante la guerra de las colonias contra Estados Unidos, que supuso la pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas, reformó sus calderas y cambió su artillería en los mismos astilleros franceses en los que había sido construido. De no ser así, suponemos que hubiera corrido la misma suerte que el resto de la flota española.
Destinado a luchar junto a la escuadra del Almirante Manuel de la Cámara y Livemoore, tras la derrota del Almirante Patricio Montojo en la Batalla de Cavite, salió del puerto de Cádiz rumbo a Filipinas, pero cuando llegó al Canal de Suez fue retenido y, tras la derrota de la escuadra de operaciones del Almirante Cervera en Santiago de Cuba, recibió órdenes de regresar a España.
Tras el desguace del acorazado, en 1925, el Cabildo de Covadonga instó una petición al Ministerio de la Marina solicitando su custodia para ser expuesta en el Museo del Santuario. A esta petición habría que sumar la de la opinión pública que, gracias a la campaña que llevó a cabo el diario regional “El Carbayón”, hace que tan sólo dos meses más tarde se obtenga una respuesta satisfactoria por parte del Jefe de la Subsecretaría de la Sección de Campaña quien mediante Real Orden dispone que: “Vista la solicitud elevada por la Real Basílica de Covadonga, para que se custodie en aquel Real Sitio la Bandera de Combate del Acorazado Pelayo, S.M. el Rey, (q.D.g.) de acuerdo con lo propuesto por la Sección de Campaña, ha tenido a bien resolver se acceda a lo solicitado procediéndose, por la Dirección del Museo Naval, a efectuar la entrega de la referida Bandera de Combate, con su estuche, a la persona que se designe en esta Corte en representación de la Real Colegiata Basílica de Covadonga”.
A finales del mes de marzo de 1926 ya se encontraba el mueble y la bandera en Covadonga. Estuvieron expuestos al público en el Museo donde se guardaba el denominado “Tesoro de la Santina”, al menos hasta la guerra civil, época en la que previsiblemente desapareció la bandera del santuario conservándose por fortuna aún hoy en día el mueble en buenas condiciones.