María Concepción Jesusa Basilisa Espina, más conocida como Concha Espina, nace en Santander, el 15 de abril de 1869, fruto del matrimonio formado por el asturiano Víctor Espina Rodríguez y la montañesa Ascensión G. Tagle y de la Vega. Séptima de diez hermanos, desde muy pequeña se interesa por la escritura y con tan sólo trece años comienza a escribir poesía aunque, posteriormente, su fama le llega por sus narraciones en prosa.
Tras pasar una feliz adolescencia en el seno de una familia acomodada para la época, ya que su padre era armador y poseía algunas tierras y su madre procedía de la nobleza cántabra oriunda de Santillana del Mar, el futuro le deparó una vida llena premios y alabanzas, pero también de desgracias. La primera, fue la crisis y posterior ruina de la sociedad que don Víctor tiene con Cándido González (“Sociedad Espina y González”), la cual hace que éste se vea obligado a vender todas sus posesiones en Asturias y fijen la residencia en Mazcuerras, pueblo cercano a la provincia de Asturias y perteneciente a la vecina región cántabra. Otro duro golpe fue la muerte de su madre, en 1891, a causa de una pulmonía infecciosa. Durante dos años su familia estuvo viviendo de rentas y es entonces cuando algunos de sus hijos, entre ellos Concha Espina, regresan a Santander, donde para continuar subsistiendo venden lo poco que les queda, incluso las alhajas de su difunta madre. Un buen día, don Víctor, paseando por el muelle de Santander, se encontró con don Santiago López, primo del Marqués de Comillas, quien vista la situación en la que éste se encuentra le ofrece un puesto como contable en las minas de Ujo. Éste acepta amablemente su propuesta y se traslada toda la familia a Asturias.
En su juventud, Concha Espina fue una chica débil, seria y melancólica, sin embargo, a raíz de los trágicos momentos vividos y cuando la vida le golpea más duro se vuelve fuerte, alegre y optimista. A los veinticuatro años se casó en la iglesia de Mazcuerras con Ramón de la Serna y Cueto y se marcha a Chile, donde su marido se hace cargo de una de las mayores haciendas del país, la de su padre, don José María de la Serna y Haces-Barreda. Allí comenzó a escribir en un diario local llamado El Porteño y nacieron sus dos primeros hijos, Ramón y Víctor. Una vez retornada a España tendría otros tres, José, Josefina, y Luis.
Su matrimonio va poco a poco deteriorándose hasta que inevitablemente sobreviene la separación y, además, poco tiempo después, muere uno de sus hijos, Joseín como cariñosamente le llamaba. Lejos de enlutarse, hizo siempre lo que consideró más oportuno, sin importarle las normas establecidas, por ello nunca siguió los dictados de una sociedad que le quedaba pequeña. Comenzó a vestirse con trajes claros y malvas y demostró que una mujer podía ser culta, refinada y elegante a la vez que trabajadora. Escribió en periódicos como El correo de Buenos Aires, La Atalaya, El Cantábrico, El Diario Montañés, ABC o la revista Lecturas. Pero sus éxitos literarios comienzan tras escribir la novela titulada La Niña de Luzmela. Mas tarde vendrán La Esfinge Maragata, El metal de los muertos, Altar Mayor, Un valle en el mar, Tierra firme y un largo etcétera.
En 1936 se quedó ciega, circunstancia que no impidió que continuara con su actividad literaria ayudada por una falsilla ideada por su gran amiga Montserrat Gili. Coincidió en el tiempo con el Modernismo y la Generación del 98, sin embargo no la podríamos enmarcar en ninguno de estos movimientos literarios, fue totalmente independiente. A pesar de las buenas relaciones con la monarquía, quien la promueve como embajadora de una expedición cultural por tierras de Lima, más tarde mantuvo con ella una actitud crítica frente al deterioro de España. Sin llegar a comulgar con las ideas de izquierdas, vio con buenos ojos el advenimiento de la República, pero la persecución religiosa emprendida por las turbas le hacen renegar de ésta y abrazar la causa Franquista. Viajó por todo el mundo y estuvo propuesta para el premio Nobel, que no ganó, precisamente, por el voto en contra de la Real Academia Española de la Lengua. Del mismo modo, tampoco ingresó en la Real Academia de las Letras por estar entonces vetada la entrada de mujeres en dicha institución.
Según nos cuenta en su biografía su hija Josefina, tras una lenta agonía y realizada la Señal de la Cruz, falleció en mayo de 1955 a los ochenta y seis años y en plena actividad literaria.
Premios y Obras.La mayor parte de las novelas o relatos que escribió Concha Espina se vieron siempre influenciados por los recuerdos y desgracias de juventud. Tienen como protagonistas a mujeres a las que de una manera especial se encarga de defender, aunque, conocedora de su problemática socio-laboral, también reclamó derechos para los obreros, especialmente de los mineros de Río Tinto, en Huelva. Muestra de ello son las novelas La esfinge maragata, publicada en 1914, y premiada por la Real Academia de la Lengua con el “Premio Fastenrath” o El metal de los muertos, que vio la luz en 1920.
Su fama le había llegado tras escribir, en 1909, La Niña de Luzmela, novela ambientada en el pueblo de Mazcuerras, lugar en el que residió algunos años y al que acudía en las temporadas estivales tras haber fijado su residencia en Madrid. La repercusión que tuvo entre sus lectores fue tal, que el mismo Alfonso XIII, en su honor, ordenó cambiar el nombre de este pueblo por el de Luzmela, aunque hoy en día de nuevo ha vuelto a denominarse con su nombre original.
Además del anteriormente citado, la Real Academia de la Lengua le otorgó otros galardones como el “Premio Castillo de Chirel” por la obra Tierras del Aquilón, el “Premio Espinosa Cortina” por el drama en tres actos El Jayón, o el “Premio Cervantes”, en 1950 por Un valle en el mar. Otras obras suyas son: Despertar para morir, Agua de nieve, Ruecas de marfil, Mujeres del Quijote, La rosa de los vientos, Simientes, el Cáliz Rojo, La Virgen Prudente, Retaguardia, Esclavitud y Libertad, Casilda de Toledo (vida de Santa Casilda), sus famosos poemas en prosa publicados en Pastorelas o un inédito epistolario titulado El grande y secreto amor de Antonio Machado, entre otras muchas.
Prolífica escritora, sus trabajos han sido numerosas veces reeditados y traducidos a idiomas como el Ingles, Francés, Alemán, Italiano, Portugués, Ruso, Sueco, Checo, Polaco y Holandés. Otros incluso fueron llevados al cine o la televisión como es el caso de Altar Mayor, Premio Nacional de Literatura en 1926 y en la que nos vamos a centrar en las siguientes líneas.
La novela "Altar Mayor”.Los primeros capítulos de esta novela publicada por la Editorial Renacimiento de Madrid en el mes de julio de 1926 comenzaron a difundirse en el diario regional ovetense El Carbayón. Tal fue el éxito y la acogida que tuvo entre sus lectores que, ha día de hoy, existen más de diecisiete ediciones de distintas editoriales. Entre ellas las de algunos países como Argentina o México, donde tuvo gran aceptación debido a la enorme masa de personas de origen español que allí estaban emigradas.
Para escribirla, como se documenta en varios números de la Revista Covadonga, órgano oficial del Cabildo, pasó largas temporadas en el Real Sitio y nada más ver la luz se acercó hasta el Santuario para darle gracias a la “Santina”, virgen a la que profesaba gran devoción. En el número 100 del 15 de agosto de 1926 de la entonces publicación quincenal, existen también testimonios fotográficos que nos confirman, a pie de foto, que pasó en Covadonga unos días, alojada en el Gran Hotel Pelayo, que se convierte en protagonista principal de la obra.
Escrita en un lenguaje sencillo, en esta pueden diferenciarse perfectamente dos aspectos: la importancia que la escritora le da a la descripción del paisaje y el relato de una compasiva y tierna historia de amor.
El argumento narra los amores entre Javier de la Escosura (típico señorito madrileño), y su prima Teresina, perteneciente a la rama pobre de la familia y natural de La Riera, pueblo cercano al Santuario de Covadonga, donde ella trabaja en la pequeña tienda de recuerdos que hay en el Hotel Pelayo. Javier llega de la capital a pasar una temporada en casa de sus tíos como prescripción médica para reponerse de sus persistentes fiebres depresivas, ya que los aires del campo le podían resultar beneficiosos. Allí se enamora de su prima y ante el altar de la Virgen de Covadonga le jura amor eterno, promesa que incumple ante los vanidosos intereses de su madre que consigue casarlo con la hija de la marquesa de Avilés. Ya repuesto de su dolencia regresa a Madrid, pero, pasado algún tiempo, Javier regresa a Covadonga y renueva la misma promesa tras resurgir el viejo amor que ya casi había desaparecido. El frágil temperamento y la poca iniciativa para la toma de decisiones de éste, ante las intenciones de su madre hacen perecer las ilusiones y esperanzas de una joven que también rechaza a Josefín, un noble mozo que siempre estuvo a su lado y a quien Teresina simplemente quería como a un hermano.
Un día en el Gran Hotel Pelayo, donde se desarrolla casi por completo la obra, la madre de Javier se pone de acuerdo con Leonor, hija de la marquesa de Avilés, y preparan una excursión a la cueva del “Bustiu” (Que se encuentra subiendo por la carretera de los lagos, no confundir con la del Buxu). Una vez allí Leonor aprovecha para fingir una caída en la cueva y la dejan sola junto a Javier, mientras el resto de la expedición regresa al hotel a pedir ayuda y contar lo sucedido. Dejar la pareja a solas en aquel lugar es la forma que tienen de atrapar al joven por aquello del ¿qué dirán?. Es entonces cuando le obligan a comprometerse con Leonor y quitarle de la cabeza a su prima. Tras una atormentada boda, en la que en esa misma noche fallece la desposada, Javier no tiene donde buscar amparo mientras que Teresina sabe encontrar un firme apoyo en Josefín, aquel noble y firme mozo en el que la escritora ha querido simbolizar el alma recia y brava de Asturias, en cuyo corazón está enclavado el Santuario de Covadonga, “Altar Mayor” de España.
La Película “Altar Mayor”.
Tras el éxito cosechado por la novela, de la que en apenas dos años se llegan a publicar veintitrés mil ejemplares, en las tres primeras ediciones de la Editorial Renacimiento, existe la intención de llevarla al cine. Por este motivo, en el mes de julio de 1928 llegan hasta Covadonga la autora, Concha Espina, la periodista Sra. de Velarocho, la Marquesa de Argüelles, doña Concha Heres y doña Isabel Maqua. La expedición, por supuesto, estuvo en el Gran Hotel Pelayo, donde fue recibida por el director, don Enrique Álvarez Victorero, quien les agasajó con un suculento banquete y donde tomaron las oportunas notas tras haber recorrido las distintas dependencias. Sin embargo esta idea no fue llevada a cabo hasta unos años más tarde, una vez concluida la guerra civil.
El proceso de grabación cinematográfica dio comienzo en 1942 y tuvo una enorme repercusión en toda Asturias. El hecho de filmar en Covadonga hizo que muchas personas se acercaran hasta el santo lugar con motivo de presenciar “in situ” el rodaje. Además de la curiosidad por saber cómo se efectuaban las películas que veían en los cines, existía la posibilidad de que fueran seleccionadas para trabajar como extra y ganarse de este modo unas “perras”.
El rodaje se realizó casi íntegramente en el Gran Hotel Pelayo, donde se estableció todo el equipo de rodaje, sin embargo algunos actores estaban alojados en el Gran Hotel de Ribadesella y se trasladaban hasta allí todos los días para realizar las distintas tomas.
“Avanza el Minerva estruendoso y jadeante…”
Así comienza tanto de la novela como la película y en ese coche se ve llegar a Javier de la Escosura hasta la misma puerta del Gran Hotel Pelayo, enclavado en las montañas de Covadonga, donde trabaja su prima Teresina, personaje encarnado por la fabulosa actriz Maruchi Fresno quien realiza un papel encomiable lleno de candidez y ternura.
El guión, en el que se refleja perfectamente el carácter y modo de vida de una tierra montañosa y provinciana, muy alejada de la capital de donde procede el señorito, fue adaptado por Margarita Robles y es fiel reflejo de la novela, aunque lógicamente resumido. La peculiaridad de los escenarios está en que todos son reales, no se realizaron en estudios ni siquiera las escenas interiores. Es el mismo Hotel Pelayo de los años cuarenta en el que puede verse la tienda de recuerdos, el cuadro de Pelayo de Madrazo, trasladado allí para la ocasión, el famoso y característico oso de madera que hoy sigue dando la bienvenida a los visitantes, la regia escalera barroca y señorial y hasta los salones y terrazas que nos recuerdan al estilo burgués y provinciano de la época.
Es de resaltar la escena del “chigre” donde se cantan asturianadas y se escancia sidra. Rodada en el Merendero de Cangas de Onís, en ella aparecen conocidos personajes locales como Ania o una preciosa “chigrera” encarnada por Luisa la del Turismo, entre otros. También actuaron la popular “Fora” y Pedrito Menéndez, en la procesión de las antorchas, Josefina Díaz y Chelo Pérez en la recogida de manzanas o Angelita Muñiz en la boda con la que termina el film.
Toda la película es un canto a las bellezas naturales de Asturias magníficamente plasmados por la mano del director de fotografía Isidoro Golderberger, que actúa bajo la acertada dirección de Gonzalo Delgrás. Cabe destacar el personaje de la solterona Adela, papel interpretado por la actriz Carmen Riazor, mientras que a Leonor le da vida una jovencísima María Dolores Pradera. En cuanto a los personajes masculinos de Josefín y Javier fueron interpretados por los actores José Suárez y Luis Peña, respectivamente; Fernando Fernández de Córdoba figura en el papel del canónigo don Elías; Luis de Arnedillo en el del doctor Yakub y Manuel de Juan en el de Santirso, director del hotel.
Todo este “bien hacer” quedó reflejado a partir de 1943 en una película llena de premios, estrenos y reestrenos que estuvo en las pantallas españolas durante muchos años cosechando grandes éxitos y que para orgullo de los asturianos, y especialmente de los Cangueses, se titula “Altar Mayor”.
Tras pasar una feliz adolescencia en el seno de una familia acomodada para la época, ya que su padre era armador y poseía algunas tierras y su madre procedía de la nobleza cántabra oriunda de Santillana del Mar, el futuro le deparó una vida llena premios y alabanzas, pero también de desgracias. La primera, fue la crisis y posterior ruina de la sociedad que don Víctor tiene con Cándido González (“Sociedad Espina y González”), la cual hace que éste se vea obligado a vender todas sus posesiones en Asturias y fijen la residencia en Mazcuerras, pueblo cercano a la provincia de Asturias y perteneciente a la vecina región cántabra. Otro duro golpe fue la muerte de su madre, en 1891, a causa de una pulmonía infecciosa. Durante dos años su familia estuvo viviendo de rentas y es entonces cuando algunos de sus hijos, entre ellos Concha Espina, regresan a Santander, donde para continuar subsistiendo venden lo poco que les queda, incluso las alhajas de su difunta madre. Un buen día, don Víctor, paseando por el muelle de Santander, se encontró con don Santiago López, primo del Marqués de Comillas, quien vista la situación en la que éste se encuentra le ofrece un puesto como contable en las minas de Ujo. Éste acepta amablemente su propuesta y se traslada toda la familia a Asturias.
En su juventud, Concha Espina fue una chica débil, seria y melancólica, sin embargo, a raíz de los trágicos momentos vividos y cuando la vida le golpea más duro se vuelve fuerte, alegre y optimista. A los veinticuatro años se casó en la iglesia de Mazcuerras con Ramón de la Serna y Cueto y se marcha a Chile, donde su marido se hace cargo de una de las mayores haciendas del país, la de su padre, don José María de la Serna y Haces-Barreda. Allí comenzó a escribir en un diario local llamado El Porteño y nacieron sus dos primeros hijos, Ramón y Víctor. Una vez retornada a España tendría otros tres, José, Josefina, y Luis.
Su matrimonio va poco a poco deteriorándose hasta que inevitablemente sobreviene la separación y, además, poco tiempo después, muere uno de sus hijos, Joseín como cariñosamente le llamaba. Lejos de enlutarse, hizo siempre lo que consideró más oportuno, sin importarle las normas establecidas, por ello nunca siguió los dictados de una sociedad que le quedaba pequeña. Comenzó a vestirse con trajes claros y malvas y demostró que una mujer podía ser culta, refinada y elegante a la vez que trabajadora. Escribió en periódicos como El correo de Buenos Aires, La Atalaya, El Cantábrico, El Diario Montañés, ABC o la revista Lecturas. Pero sus éxitos literarios comienzan tras escribir la novela titulada La Niña de Luzmela. Mas tarde vendrán La Esfinge Maragata, El metal de los muertos, Altar Mayor, Un valle en el mar, Tierra firme y un largo etcétera.
En 1936 se quedó ciega, circunstancia que no impidió que continuara con su actividad literaria ayudada por una falsilla ideada por su gran amiga Montserrat Gili. Coincidió en el tiempo con el Modernismo y la Generación del 98, sin embargo no la podríamos enmarcar en ninguno de estos movimientos literarios, fue totalmente independiente. A pesar de las buenas relaciones con la monarquía, quien la promueve como embajadora de una expedición cultural por tierras de Lima, más tarde mantuvo con ella una actitud crítica frente al deterioro de España. Sin llegar a comulgar con las ideas de izquierdas, vio con buenos ojos el advenimiento de la República, pero la persecución religiosa emprendida por las turbas le hacen renegar de ésta y abrazar la causa Franquista. Viajó por todo el mundo y estuvo propuesta para el premio Nobel, que no ganó, precisamente, por el voto en contra de la Real Academia Española de la Lengua. Del mismo modo, tampoco ingresó en la Real Academia de las Letras por estar entonces vetada la entrada de mujeres en dicha institución.
Según nos cuenta en su biografía su hija Josefina, tras una lenta agonía y realizada la Señal de la Cruz, falleció en mayo de 1955 a los ochenta y seis años y en plena actividad literaria.
Premios y Obras.La mayor parte de las novelas o relatos que escribió Concha Espina se vieron siempre influenciados por los recuerdos y desgracias de juventud. Tienen como protagonistas a mujeres a las que de una manera especial se encarga de defender, aunque, conocedora de su problemática socio-laboral, también reclamó derechos para los obreros, especialmente de los mineros de Río Tinto, en Huelva. Muestra de ello son las novelas La esfinge maragata, publicada en 1914, y premiada por la Real Academia de la Lengua con el “Premio Fastenrath” o El metal de los muertos, que vio la luz en 1920.
Su fama le había llegado tras escribir, en 1909, La Niña de Luzmela, novela ambientada en el pueblo de Mazcuerras, lugar en el que residió algunos años y al que acudía en las temporadas estivales tras haber fijado su residencia en Madrid. La repercusión que tuvo entre sus lectores fue tal, que el mismo Alfonso XIII, en su honor, ordenó cambiar el nombre de este pueblo por el de Luzmela, aunque hoy en día de nuevo ha vuelto a denominarse con su nombre original.
Además del anteriormente citado, la Real Academia de la Lengua le otorgó otros galardones como el “Premio Castillo de Chirel” por la obra Tierras del Aquilón, el “Premio Espinosa Cortina” por el drama en tres actos El Jayón, o el “Premio Cervantes”, en 1950 por Un valle en el mar. Otras obras suyas son: Despertar para morir, Agua de nieve, Ruecas de marfil, Mujeres del Quijote, La rosa de los vientos, Simientes, el Cáliz Rojo, La Virgen Prudente, Retaguardia, Esclavitud y Libertad, Casilda de Toledo (vida de Santa Casilda), sus famosos poemas en prosa publicados en Pastorelas o un inédito epistolario titulado El grande y secreto amor de Antonio Machado, entre otras muchas.
Prolífica escritora, sus trabajos han sido numerosas veces reeditados y traducidos a idiomas como el Ingles, Francés, Alemán, Italiano, Portugués, Ruso, Sueco, Checo, Polaco y Holandés. Otros incluso fueron llevados al cine o la televisión como es el caso de Altar Mayor, Premio Nacional de Literatura en 1926 y en la que nos vamos a centrar en las siguientes líneas.
La novela "Altar Mayor”.Los primeros capítulos de esta novela publicada por la Editorial Renacimiento de Madrid en el mes de julio de 1926 comenzaron a difundirse en el diario regional ovetense El Carbayón. Tal fue el éxito y la acogida que tuvo entre sus lectores que, ha día de hoy, existen más de diecisiete ediciones de distintas editoriales. Entre ellas las de algunos países como Argentina o México, donde tuvo gran aceptación debido a la enorme masa de personas de origen español que allí estaban emigradas.
Para escribirla, como se documenta en varios números de la Revista Covadonga, órgano oficial del Cabildo, pasó largas temporadas en el Real Sitio y nada más ver la luz se acercó hasta el Santuario para darle gracias a la “Santina”, virgen a la que profesaba gran devoción. En el número 100 del 15 de agosto de 1926 de la entonces publicación quincenal, existen también testimonios fotográficos que nos confirman, a pie de foto, que pasó en Covadonga unos días, alojada en el Gran Hotel Pelayo, que se convierte en protagonista principal de la obra.
Escrita en un lenguaje sencillo, en esta pueden diferenciarse perfectamente dos aspectos: la importancia que la escritora le da a la descripción del paisaje y el relato de una compasiva y tierna historia de amor.
El argumento narra los amores entre Javier de la Escosura (típico señorito madrileño), y su prima Teresina, perteneciente a la rama pobre de la familia y natural de La Riera, pueblo cercano al Santuario de Covadonga, donde ella trabaja en la pequeña tienda de recuerdos que hay en el Hotel Pelayo. Javier llega de la capital a pasar una temporada en casa de sus tíos como prescripción médica para reponerse de sus persistentes fiebres depresivas, ya que los aires del campo le podían resultar beneficiosos. Allí se enamora de su prima y ante el altar de la Virgen de Covadonga le jura amor eterno, promesa que incumple ante los vanidosos intereses de su madre que consigue casarlo con la hija de la marquesa de Avilés. Ya repuesto de su dolencia regresa a Madrid, pero, pasado algún tiempo, Javier regresa a Covadonga y renueva la misma promesa tras resurgir el viejo amor que ya casi había desaparecido. El frágil temperamento y la poca iniciativa para la toma de decisiones de éste, ante las intenciones de su madre hacen perecer las ilusiones y esperanzas de una joven que también rechaza a Josefín, un noble mozo que siempre estuvo a su lado y a quien Teresina simplemente quería como a un hermano.
Un día en el Gran Hotel Pelayo, donde se desarrolla casi por completo la obra, la madre de Javier se pone de acuerdo con Leonor, hija de la marquesa de Avilés, y preparan una excursión a la cueva del “Bustiu” (Que se encuentra subiendo por la carretera de los lagos, no confundir con la del Buxu). Una vez allí Leonor aprovecha para fingir una caída en la cueva y la dejan sola junto a Javier, mientras el resto de la expedición regresa al hotel a pedir ayuda y contar lo sucedido. Dejar la pareja a solas en aquel lugar es la forma que tienen de atrapar al joven por aquello del ¿qué dirán?. Es entonces cuando le obligan a comprometerse con Leonor y quitarle de la cabeza a su prima. Tras una atormentada boda, en la que en esa misma noche fallece la desposada, Javier no tiene donde buscar amparo mientras que Teresina sabe encontrar un firme apoyo en Josefín, aquel noble y firme mozo en el que la escritora ha querido simbolizar el alma recia y brava de Asturias, en cuyo corazón está enclavado el Santuario de Covadonga, “Altar Mayor” de España.
La Película “Altar Mayor”.
Tras el éxito cosechado por la novela, de la que en apenas dos años se llegan a publicar veintitrés mil ejemplares, en las tres primeras ediciones de la Editorial Renacimiento, existe la intención de llevarla al cine. Por este motivo, en el mes de julio de 1928 llegan hasta Covadonga la autora, Concha Espina, la periodista Sra. de Velarocho, la Marquesa de Argüelles, doña Concha Heres y doña Isabel Maqua. La expedición, por supuesto, estuvo en el Gran Hotel Pelayo, donde fue recibida por el director, don Enrique Álvarez Victorero, quien les agasajó con un suculento banquete y donde tomaron las oportunas notas tras haber recorrido las distintas dependencias. Sin embargo esta idea no fue llevada a cabo hasta unos años más tarde, una vez concluida la guerra civil.
El proceso de grabación cinematográfica dio comienzo en 1942 y tuvo una enorme repercusión en toda Asturias. El hecho de filmar en Covadonga hizo que muchas personas se acercaran hasta el santo lugar con motivo de presenciar “in situ” el rodaje. Además de la curiosidad por saber cómo se efectuaban las películas que veían en los cines, existía la posibilidad de que fueran seleccionadas para trabajar como extra y ganarse de este modo unas “perras”.
El rodaje se realizó casi íntegramente en el Gran Hotel Pelayo, donde se estableció todo el equipo de rodaje, sin embargo algunos actores estaban alojados en el Gran Hotel de Ribadesella y se trasladaban hasta allí todos los días para realizar las distintas tomas.
“Avanza el Minerva estruendoso y jadeante…”
Así comienza tanto de la novela como la película y en ese coche se ve llegar a Javier de la Escosura hasta la misma puerta del Gran Hotel Pelayo, enclavado en las montañas de Covadonga, donde trabaja su prima Teresina, personaje encarnado por la fabulosa actriz Maruchi Fresno quien realiza un papel encomiable lleno de candidez y ternura.
El guión, en el que se refleja perfectamente el carácter y modo de vida de una tierra montañosa y provinciana, muy alejada de la capital de donde procede el señorito, fue adaptado por Margarita Robles y es fiel reflejo de la novela, aunque lógicamente resumido. La peculiaridad de los escenarios está en que todos son reales, no se realizaron en estudios ni siquiera las escenas interiores. Es el mismo Hotel Pelayo de los años cuarenta en el que puede verse la tienda de recuerdos, el cuadro de Pelayo de Madrazo, trasladado allí para la ocasión, el famoso y característico oso de madera que hoy sigue dando la bienvenida a los visitantes, la regia escalera barroca y señorial y hasta los salones y terrazas que nos recuerdan al estilo burgués y provinciano de la época.
Es de resaltar la escena del “chigre” donde se cantan asturianadas y se escancia sidra. Rodada en el Merendero de Cangas de Onís, en ella aparecen conocidos personajes locales como Ania o una preciosa “chigrera” encarnada por Luisa la del Turismo, entre otros. También actuaron la popular “Fora” y Pedrito Menéndez, en la procesión de las antorchas, Josefina Díaz y Chelo Pérez en la recogida de manzanas o Angelita Muñiz en la boda con la que termina el film.
Toda la película es un canto a las bellezas naturales de Asturias magníficamente plasmados por la mano del director de fotografía Isidoro Golderberger, que actúa bajo la acertada dirección de Gonzalo Delgrás. Cabe destacar el personaje de la solterona Adela, papel interpretado por la actriz Carmen Riazor, mientras que a Leonor le da vida una jovencísima María Dolores Pradera. En cuanto a los personajes masculinos de Josefín y Javier fueron interpretados por los actores José Suárez y Luis Peña, respectivamente; Fernando Fernández de Córdoba figura en el papel del canónigo don Elías; Luis de Arnedillo en el del doctor Yakub y Manuel de Juan en el de Santirso, director del hotel.
Todo este “bien hacer” quedó reflejado a partir de 1943 en una película llena de premios, estrenos y reestrenos que estuvo en las pantallas españolas durante muchos años cosechando grandes éxitos y que para orgullo de los asturianos, y especialmente de los Cangueses, se titula “Altar Mayor”.