jueves, 9 de abril de 2009

Semana Santa en Covadonga

DOMINGO DE RAMOS


12:00 h. Bendición de los ramos,
procesión y Eucaristía


JUEVES SANTO
09:00 h. Laudes
18:00 h. Misa Vespertina de la CENA DEL SEÑOR
22:30 h. Oración ante el Monumento


VIERNES SANTO10:00 h. Oficio de la lectura y Laudes
17:00 h. Celebración de la PASIÓN DEL SEÑOR19:00 h. Oración ante la Cruz (Coro de antiguos escolanos)


SÁBADO SANTO
10:00 h. Oficio de lectura y Laudes
12:00 h. Vía Crucis
18:30 h. Vísperas
22:30 h. Vigilia Pascual


DOMINGO DE RESURECCIÓN12:00 h. EUCARISTÍA

 

domingo, 8 de marzo de 2009

Se presenta una separata sobre D. Máximo de la Vega.


Cangas reivindica la labor del canónigo de Covadonga Máximo de la Vega en la remodelación del Santuario

05।03.09 - Diario el Comercio ANA MORIYÓN

Se habla sobre el papel del obispo Benito Sanz y Fores y de Roberto Frassinelli en la construcción del camarín de la Cueva Santa y de la imponente Basílica, pero pocos han oído hablar de la figura del canónigo Máximo de la Vega, al que apodaron las gentes de la comarca 'el soberano'। Pocos saben que gran parte del Santuario de Covadonga se debe a su «poderosa iniciativa y valiosa influencia».
La historiografía sobre el Real Sitio no ha reconocido a Máximo de la Vega, ni tampoco al cabildo que él representaba, el importante papel que jugaron en todo lo referente a la renovación, construcción y engrandecimiento del principal Santuario asturiano. Anteayer se hacía justicia en la Casa de Cultura de Cangas de Onís con la presentación del trabajo de investigación sobre este personaje nacido en 1841 desarrollado por Aurelio González Prieto, profesor del IES Rey Pelayo, y Javier Remis Fernández, director del Museo de Covadonga.
El trabajo de investigación fue publicado en el boletín número 168 del RIDEA (Real Instituto de Estudios Asturianos) y el Ayuntamiento de Cangas de Onís ha costeado la edición de una separata que recoge la historia de este canónigo de Covadonga, repartida entre las más de cuarenta personas que acudieron a la presentación. El acto, enmarcado en el ciclo de conferencias 'Martes y...', fue presidido por el alcalde de Cangas de Onís, Alfredo García, y en él participaron no sólo los autores del escrito sino también el abad de Covadonga, Juan José Tuñón.
Los autores glosaron la vida del canónigo de Covadonga que muchos consideran el brazo ejecutor del Cabildo y cuyos restos mortales descansan en Nueva.
Sus orígenes se encuentran en el seno de una familia acomodada de esta localidad llanisca. A los once años ingresó en el seminario de Oviedo donde comienza sus estudios de Latín, Humanidades, Filosofía y, sobre todo, de Teología. En 1866, a los 25 años de edad, obtiene la canonjía en la Real Colegiata de San Fernando en Covadonga. Falleció en 1896.

martes, 6 de enero de 2009

El Abad de Covadonga se incorpora al Foro Jovellanos

Don Juan José Tuñón Escalada, abad de Covadonga se sumó el martes, 30 de diciembre de 2008, a la “Fundación Foro Jovellanos”, institución cultural arraigada en la ciudad de Gijón y presidida por Don Jesús Menéndez Peláez.
La junta rectora aprobó su incorporación en un acto que tuvo lugar a la siete y media de la tarde en la Casa Natal de Jovellanos, sita en el popular barrio de Cimadevilla.
Esta incorporación busca cubrir la necesidad que tenía la institución de contar con un especialista en Historia de la Iglesia, sobre todo en el S. XVIII. Junto a su persona también se incorporó el profesor de la Universidad de Oviedo Don Juan José del Campo Gorostidi

viernes, 12 de septiembre de 2008

El Códice del Cantar del Mio Cid y Covadonga

Muchos se preguntarán cómo se puede relacionar el Santuario de Nuestra Señora de Covadonga con este poema épico-popular escrito hacia el año 1140 y que llega a nosotros a través de la copia realizada por Per Abbat en 1307.
Pues bien, la primera noticia que se tiene del Códice, primera muestra de la madurez de la lengua castellana, es en 1596, cuando Juan Ulivarry lo encuentra en Vivar del Cid (Burgos). Más tarde estuvo a manos de las monjas clarisas de Vivar hasta 1776, año en el que es entregado por el secretario y consejero del Estado, Eugenio Llaguno, al encargado de la biblioteca real, el clérigo Tomás Antonio Sánchez, quien se encarga de transcribirlo a través de su “Colección de poesías castellanas anteriores al siglo XV”.
Durante muchos años estuvo en paradero desconocido hasta que, en el segundo tercio del siglo XIX, recae en manos del arabista Pascual Gayangos quien se lo ofrece al Museo Británico. Tal ofrecimiento llega a oídos del asturiano Pedro José Pidal, primer marqués de Pidal, que se encarga de realizar gestiones necesarias para que sea adquirido por el Estado. Estas no llegaron a dar el fruto deseado de manera que, ante la posibilidad de que cayera en manos extranjeras, es el propio marqués quien acaba pagando la cantidad estipulada por Gayangos. Fue desde entonces cuando el Códice entró en contacto con esta familia asturiana vinculada al Santuario de Covadonga desde 1846 cuando Pascual Pidal Fernández, tío del primer marqués de Pidal, toma posesión de la abadía del Santuario.
Tras la muerte del marqués el Códice lo hereda su hijo, Alejandro Pidal y Mon, quien manda construir un arca para guardarlo en forma de castillo medieval. Dicha arca se realizó con las maderas de una de las vigas del templo de Covadonga destruido durante el fatal incendio de 1777 y todavía hoy se conserva en la Biblioteca Nacional.
Al igual que el Museo Británico también Archer Milton Huntington, fundador de la Hispanic Society of América y heredero de una de las mayores fortunas de los Estados Unidos, intentó hacerse con esta joya bibliográfica ofreciéndole a Pidal y Mon una tentadora oferta a la que éste se resistió poniéndolo a disposición de su sobrino, el conocido filólogo e historiador, Ramón Menéndez Pidal.
Alejandro Pidal y Mon, además de ser uno de los artífices de la construcción de la basílica de Covadonga y de la carretera que hoy sube a los lagos, al igual que su padre fue un importarte político de finales de siglo XIX y principios del XX. Casado con Dña. Ignacia Bernaldo de Quirós y González Cienfuegos del matrimonio nacieron trece hijos, entre los que se encontraba Pedro Pidal Bernaldo de Quirós, fundador del Parque Nacional de la Montaña de Covadonga. A su muerte, en 1913, fue enterrado en la cripta de la basílica siendo sus hijos herederos del valioso Códice tasado, por el que fuera Presidente del Gobierno y entonces albacea de la familia Antonio Maura, en 250.000 Ptas.
Posteriormente depositado por Roque Pidal en la caja fuerte de un banco de Madrid, donde estuvo hasta 1936, año en el que es trasladado a Ginebra por el Gobierno de la República junto con las obras del Museo del Prado. Allí permanecerá hasta que, una vez finalizada la contienda, es recuperado por éste último volviéndolo a depositar en el banco de donde no volverá a salir hasta su donación a la Biblioteca Nacional.
La entrega fue llevada a cabo gracias a las negociaciones entre Roque Pidal y Cesáreo Goicoechea, entonces director de la Biblioteca Nacional. Éste último había buscado el apoyo de la Fundación March a través de uno de los miembros de su Patronato, el ex ministro de la Gobernación Blas Pérez, amigo íntimo de Roque Pidal quien pedía por el Códice la no desdeñable cantidad de 10 millones de las antiguas pesetas. La cantidad fue aceptada por el responsable de la Biblioteca pero, a la hora de la verdad, el Ministerio de Educación Nacional no pudo permitirse el lujo de pagar lo estipulado y propuso entonces que una institución, en este caso la Fundación March, aportase la mitad del importe. De esta manera, y ante la asistencia de numerosas autoridades civiles y religiosas, fue finalmente sellada la donación del Códice el 20 de diciembre de 1960 por Ramón Menéndez Pidal cumpliendo así con el sueño que su tío le hubiera gustado haber visto realizado antes de morir.

jueves, 11 de septiembre de 2008

Los Leones de Covadonga

Muchos son quienes conocen estos leones que se encuentran flanqueando la entrada al Santuario de Covadonga pero muy pocos, por no decir nadie, sabrían decirnos cuál es el origen de estas bellas esculturas tantas veces fotografiadas por peregrinos y turistas.
Pues bien, el origen habría que buscarlo en un viaje que realiza a Roma en 1899 el gallego Juan García Naviera. Nacido en Betanzos (La Coruña) de joven emigró a Argentina en busca de fortuna. Tras regresar a su tierra natal, en 1893, comenzó la construcción, en la denominada finca “El Pasatiempo”, de una especie de parque temático y cultural con el único afán de compartirlo con sus paisanos y vecinos. Gran benefactor de su pueblo en el que, además del parque, ordenó construir un lavadero público, una casa de acogida para niños disminuidos y un Sanatorio (el de San Miguel), edificó junto a su hermano las escuelas Municipales, la Casa del Pueblo y fundó el patronato Benéfico-Docente García Hermanos, formado por un asilo y una escuela.
Viajero infatigable, recorrió numerosas ciudades Europeas, donde adquirió conocimientos e ideas que trasladó a su tierra natal. En uno de esos viajes, concretamente en el realizado a Roma en 1899, vio en el pasaje opuesto al domo de la Basílica de San Pedro del Vaticano un monumento funerario que representaba la tumba del papa Clemente XIII, obra realizada por el italiano Antonio Canova, uno de los máximos exponentes de la escultura neoclásica de la época. El mausoleo llamó su atención por dos bellas esculturas de unos leones que, realizados en mármol de Carrara, flanqueaban la tumba como si de dos guardianes se tratara. Tomando buena nota de los mismos encargó a un escultor italiano realizar sendas réplicas para trasladarlas hasta su finca de Galicia. Siempre que se habla de los leones suelen atribuir su autoría a Pompeo Marchesi, discípulo de Cánova, cosa poco probable si tenemos en cuenta que falleció en 1858.
Transportarlos desde Italia le trajo, no pocos, quebraderos de cabeza pero finalmente logró desembarcarlos en La Coruña donde, debido al enorme peso de las esculturas, fue necesario reforzar la estructura del puente del Carregal.
Una vez llegados a su destino, los leones se colocaron a la entrada de la finca “El Pasatiempo”, propiedad de don Juan. En esta tenían cabida desde los últimos avances tecnológicos de la época (como un dirigible o un funicular), hasta los animales más exóticos jamás vistos por tierras gallegas. En 1914 la estructura del parque estaba prácticamente terminada pudiéndose contemplar, además de numerosas fuentes, surtidores, estanques y miradores, grandes avenidas con reproducciones escultóricas de Emperadores Romanos, de Literatos o de los Papas.
Tras la muerte de don Juan y una vez finalizada la guerra civil, el parque se convirtió en un campo de concentración desapareciendo del mismo la mayor parte de las obras expuestas y convirtiéndose, las zonas verdes y ajardinadas, en grandes matorrales.
Por aquel entonces en el Santuario de Covadonga se estaba trabajando en la reconstrucción de la Santa Cueva y en la posterior edificación de la denominada Casa Diocesana de Ejercicios, ambas obras diseñadas por el arquitecto Luis Menéndez Pidal. Pocos años más tarde, a comienzos de los sesenta y tras el derribo de las antiguas casas de los canónigos, el Santuario sufrió su última gran transformación. Se construyeron unas nuevas viviendas y se amplió la explanada de la basílica. En este caso los proyectos corrieron a cargo de Javier García Lomas quien, además de las obras ya mencionadas, reformó la entrada al Real Sitio.
Dicha entrada estaba constituida por dos grandes pilones de piedra diseñados por Federico Aparici los cuales fueron desplazados hasta “El Repelao”a finales de los años sesenta. En su lugar, tras las gestiones llevadas a cabo por Javier García Lomas y según consta en la parte posterior de unas fotografías enviadas al citado arquitecto por el aparejador coruñés, José Manuel Pérez Mosquera, se colocarían los leones de la finca “El Pasatiempo”.
Así pues, en el número de la revista “Luces del Auseva” correspondiente a los meses de marzo-abril de 1970 nos encontramos con la noticia de “que los leones han sido adquiridos por 500.000 Ptas.”. Poco tiempo después fueron trasladados en un camión hasta Covadonga donde, con la ayuda de una grúa, fueron ubicados en ambos márgenes de la carretera a la entrada del santuario, contribuyendo de esta forma a embellecer el precioso entorno de la Santa Cueva.

lunes, 4 de agosto de 2008

Novena a la Virgen de Covadonga 2008


La novena en honor a Ntra. Sra. de Covadonga se celebra todos los años desde el 30 de agosto hasta el 7 de septiembre. Los actos comienzan a las 6 de la tarde y posteriormente la imagen, si el tiempo lo permite, se trasladará en procesión desde la Basílica hasta la Santa Cueva.
Este año el título de la misma será: “Tú eres la sierva del Señor, nuestra madre y reina” calendario de celebraciones es el siguiente:
Sábado, 30 de agosto
“Hágase en mí según tu Palabra”
Mons. Gabino Díaz Merchán
(Arzobispo Emérito de Oviedo)
Peregrina la Vicaría de Occidente y Oriente

Domingo, 31 de agosto
“Bendita tú entre las mujeres”
Mons. Juan A. Martínez Camino
(Obispo Auxiliar de Madrid)

Lunes, 1 de septiembre
“El verbo de Dios se hizo hombre”
Mons. Cecilio Raúl Berzosa Martínez
(Obispo auxiliar de Oviedo)
Peregrinan los Arciprestazgos de Siero, El Fresno y Pravia

Martes, 2 de septiembre
“Una escapada te atravesará el alma”
Mons. Atilano Rodríguez Martínez
(Obispo de Ciudad Rodrigo)
Peregrina el Arciprestazgo de Oviedo

Miércoles, 3 de septiembre
“Guardaba todas sus cosas en su corazón”
Mons. Vicente Jiménez Zamora
(Obispo de Santander)
Peregrina el Arciprestazgo de Gijón

Jueves, 4 de septiembre
“Haced lo que Él os diga”Mons. Julián López Martín
(Obispo de León)
Peregrina el Arciprestazgo Avilés

Viernes, 5 de septiembre
“Mujer ahí tienes a tu hijo”Mons. Camilo Lorenzo Iglesias
(Obispo de Astorga)
Peregrina el Arciprestazgo del Nalón

Sábado, 6 de septiembre
“La llena de gracia acompaña a la iglesia peregrina”Mons. Francisco Álvarez Martínez
(Cardenal Arzobispo Emérito de Toledo)
Peregrina el Arciprestazgo del Caudal

Domingo, 7 de septiembre
“Bendita la reina de nuestra montaña”Mons. Carlos Osoro Sierra
(Arzobispo de Oviedo)
Peregrinación de jóvenes
A las 22:00 h. Vigilia de oración con los jóvenes

Lunes, 8 de septiembre
Solemnidad de Ntra. Sra. de Covadonga
12 h. Celebración Eucarística
Presidida por el Emmo. Rvdmo. Sr. D. Leonardo Sandri
(Cardenal Prefecto de la Congregación para las iglesias orientales)

Este año ofrecen el ramo de pan a la Virgen las Parroquias de Peñamellera Alta.

lunes, 28 de julio de 2008

D. Juan José Tuñón Escalada, nuevo Abad de Covadonga.

El pasado jueves, 24 de julio, se daba a conocer la noticia de que el arzobispo de Oviedo, D. Carlos Osoro Sierra ha nombrado nuevo Abad del Santuario de Covadonga. La responsabilidad de regir el Santuario durante los próximos años recaerá en D. Juan José Tuñón Escalada, hasta ahora, párroco de Naveces, Santa María del Mar, Santiago del Monte y Bayas, todos pueblos del concejo de Castrillón.
Este sacerdote nacido en Pola de Lena, en 1956, estudió en el Seminario de Oviedo y se licenció en Geografía e Historia en la capital asturiana. Licenciado y doctorado en historia de la iglesia por la Universidad Gregoriana de Roma, también obtuvo la diplomatura en Archivística, Paleografía y Diplomática en el Archivo Vaticano. Además de ser profesor de Historia Eclesiástica en el Seminario de Oviedo, donde fue bibliotecario, es Presidente de la Comisión Diocesana de Patrimonio, miembro del Consejo de Patrimonio del Principado y de la Comisión mixta entre el Arzobispado y el Principado de Asturias y acaba de ser nombrado miembro del Real Instituto de Estudios Asturianos.
Buen conocedor de la historia de Covadonga, de la que realizó varias separatas como “Patronazgo real y vida capitular en Covadonga (s.XVIII)”, “El Santuario de Covadonga en 1768” e “Intervención episcopal y religiosidad popular en Covadonga (s.XVI-XIX)” tomará posesión de su cargo una vez concluida la novena de la Virgen.

jueves, 5 de junio de 2008

El Conde de Covadonga

El título de Conde en España es el tercero en orden de importancia, tras el de Duque y Marqués, pero supone tal prestigio que hasta la misma Casa Real ha optado por emplearlo en ciertas ocasiones. Uno de los últimos casos fue el de don Juan, padre del actual Rey y Conde de Barcelona. Sin embargo no había sido el único, anteriormente su hermano, Alfonso de Borbón y Battemberg, ostentó el título de Príncipe de Asturias y, a partir de su renuncia al trono en 1933, el de Conde de Covadonga.
Alfonso de Borbón y Battemberg nació en Madrid el 10 de mayo de 1907, inscrito en el “Registro especial de la Real Casa” dos días más tarde, fue bautizado el 18 del mismo mes por el arzobispo de Toledo, monseñor Sancha, imponiéndole los nombres de Alfonso, Pío, Cristino, Eduardo, Francisco, Guillermo, Carlos, Enrique, Eugenio, Fernando, Antonio y Venancio. Al nacimiento, como mandaba el protocolo, asistieron numerosas representaciones, entre ellas, la de Asturias formada por don Alejandro Pidal, los Marqueses de Teverga, Pidal y Canillejas; los Condes de Toreno, Revillagigedo y de la Vega del Sella; el general Suárez Inclán y los señores José Suárez Fernández, Benito Castro García, Ramón Prieto Pazos, José Moutas Blanco y José Cienfuegos.
Hijo primogénito del rey Alfonso XIII y de la reina Victoria Eugenia, de su madre heredó la enfermedad de la hemofilia, con la que tuvo que convivir toda la vida. De cara pálida y ojerosa su rostro siempre denotó cierta tristeza, quizá por no poder desarrollar una vida normal como cualquier persona, dado que el mínimo percance o enfermedad le podría acarrear trágicas consecuencias.
Su padre nunc
a llegó a superar que fuera un hombre frágil, esperaba del futuro heredero un hombre fuerte y sano, capaz de demostrar fortaleza ante los grandes temas de Estado.
Lejos de todo esto, don Alfonso, llevó una vida tranquila sin preocuparse de políticas ni cuestiones de estado y se dedicó, casi por completo, a disfrutar de la naturaleza en el Palacio del Pardo. Por prescripción médica, allí solía recluirse para descansar y pasear por los jardines y allí fue donde pasó los momentos más felices de su vida, dedicándose al cuidado de sus granjas de gallinas y cerdos (esta última en Riofrío donde era dueño de una fábrica de embutidos).
A sabiendas de que para perpetuar la dinastía debería contraer matrimonio, tampoco en ello mostró gran interés, incluso llegó a rechazar a la Princesa Ileana de Rumanía. Sin embargo, a raíz de la caída de la monarquía y tras los problemas familiares, en 1931 su estado de salud empeoró e ingresó en una clínica de Lausana, donde conoció a Edelmira Sampedro y Robato, dama que le cautivó por su gran estilo y belleza. Hija de Pablo Sampedro, natural de Matienzo (Cantabria) y emigrante a Cuba, donde llegó a convertirse en propietario de una gran plantación de caña de azúcar, y de Edelmira Robato, nacida en Cuba pero de origen asturiano, las aspiraciones de ésta no fueron otras que las de convertirse en Princesa de Asturias y en futura Reina de España.
Si las relaciones entre Alfonso XIII y su hijo no eran nada buenas, empeoraron tras enterarse el monarca, por la prensa, de la relación que mantenía su hijo con la “Pachunga” (nombre con el que popularmente se conocía a Edelmira entre los miembros de la familia real). El rey, desde un principio, se opuso a esa relación y así se lo hizo entender a su hijo pero éste, haciendo caso omiso a los consejos de su padre, en una carta fechada el 11 de junio de 1933, renunció al título de Príncipe de Asturias para contraer matrimonio con la bella dama cubana. Tan sólo unos días después, el 21 de junio, en la iglesia del Sagrado Corazón de Ouchy (barrio de Lausana), tuvo lugar la sencilla ceremonia a la que asistieron la reina Victoria Eugenia y las infantas Beatriz y Victoria. Es entonces cuando don Alfonso deja de ser Príncipe de Asturias y pasa a ostentar el título de Conde de Covadonga.
Tras una larga luna de miel, y conocedora de que nunca llegaría a ser Princesa de Asturias, Edelmira estuvo al lado de don Alfonso dos años, transcurridos los cuales puso tierra de por medio y regresó a su cuba natal. Poco tiempo después, tras verse sólo y desesperado en su casa de París, el Conde de Covadonga embarcó rumbo a América con la intención de reconciliarse con la que todavía era su esposa. Así fue, el matrimonio se rehizo y volvieron a vivir una segunda luna de miel hasta que, al estallar la guerra civil, don Alfonso cae gravemente enfermo y es definitivamente abandonado por la cubana.
El 8 de mayo de 1937 firmó el divorcio en La Habana y dos meses después, el 3 de julio de 1937, se volvió a casar con, la también cubana, Marta Esther Rocafort Altuzarra en una grandiosa ceremonia a la que acudió el entonces Presidente de la isla, Federico Laredo Bru. Muy parecida a su anterior esposa, morena, de grandes ojos negros e hija mayor de un destacado dentista cubano llamado Blas Manuel Rocafort González y de Rogelia Altuzarra Carbonell, fue reconocida modelo de alta costura en Nueva York. La amistad entre ambos había surgido tras conocerse en una fiesta, en Manhattan, pero su matrimonio, al igual que el primero, duró poco tiempo. Estuvieron juntos dos meses y, tras separarse, firmaron el divorcio en Nueva York el 8 de enero de 1938.
Ocho meses más tarde, en la noche del 6 de septiembre de 1938 y en una de las calles de Miami, fallece don Alfonso como consecuencia de un accidente automovilístico en el que su vehículo se estrelló contra un poste telefónico. Siempre la soledad estuvo presente en la vida de don Alfonso incluso en su último adiós, cuando la única persona que envió flores a su entierro fue su madre, la reina Victoria Eugenia.
Respecto a quines habían sido sus esposas, Edelmira siguió conservando, discretamente, el titulo de Condesa de Covadonga hasta su muerte, sucedida en Coral Gables (Miami, Florida), el 23 de mayo de 1994, mientras que Marta Esther volvió a contraer matrimonio con el multimillonario americano E. H. “Tomy” Adkins Jr.
Desde 1985 los restos del Conde de Covadonga, por expreso deseo de su sobrino el rey don Juan Carlos I, descansan en el panteón familiar del Monasterio del Escorial.

jueves, 1 de mayo de 2008

El pintor José Ramón Zaragoza, un recuerdo merecido.

Por fin, parece que el Ayuntamiento de Cangas de Onís a través de una exposición en la Casa de Cultura le va a rendir un pequeño, pero más que merecido, homenaje a la figura del insigne pintor cangués José Ramón Zaragoza Fernández. Este artista fue una de las personas más importantes que tuvo el concejo desde finales del siglo XIX hasta mediados del XX y con el paso del tiempo había caído en el olvido para muchos, aunque no para unos pocos amantes del arte, la historia y la cultura que constantemente venimos reivindicando su figura.
Nacido en Cangas de Onís el 16 de marzo de 1874 fruto del matrimonio de don Alejandro Zaragoza Ucio, natural y vecino de Cangas de Onís, con doña Engracia Fernández Pando, natural de Margolles, fue bautizado ese mismo día en la iglesia de Santa María por el canónigo de Covadonga don Braulio Quiñones, siendo sus padrinos José María del Cueto y Encarnación González Barreda.
Desde muy joven apuntaba dotes e ingenio de artista, quizás heredadas de su padre, quien, además de ser capaz de construir molinos, tallar cristos en madera o construir un teatro, era aficionado a la minería y a la mecánica. Muchos de los molinos del concejo y de los alrededores, así como ingeniosas máquinas para mejorar los trabajos agrícolas, fueron obra de don Alejandro, que también construyó por completo el
“Teatro Zaragoza” de Cangas de Onís. Hoy tristemente desaparecido, el teatro se ubicaba en el número veintisiete de la calle San Pelayo, a tan sólo unos metros de su casa y en el lugar en el que hoy se levanta una estación telefónica.
En esa misma calle, en el número veinte, vivió y pasó la infancia José Ramón Zaragoza rodeado, gracias al comercio y las relaciones de su padre, de un ambiente culto entre personas como los García Ceñal, primos de Vázquez de Mella, los Cortés, los Llanos Álvarez de las Asturias, Roberto Frassinelli o D. Sebastián de Soto Posada, grupo al que debemos añadir a don Máximo de la Vega, natural de Nueva de Llanes y canónigo del Santuario de Covadonga, que llegará a convertirse en su mayor protector.
Fruto de la amistad que le une a don Máximo en 1891, cuando tan sólo contaba con diecisiete años, realiza una vista de la cueva de Covadonga en la que se ve el camarín de la Virgen y un retrato del obispo de la diócesis, don Benito Sanz y Forés. Dos años más tarde, pintó el retrato de la infanta Isabel que se conserva en el Salón de Recepciones del real sitio, pero no serán estas las únicas obras que nazcan de la estrecha amistad con el canónigo, sino que, tras la muerte de éste y queriendo dedicarle su particular homenaje, lo inmortalizó en dos retratos realizados a partir de unas fotogr
afías familiares.
Siendo niño comienza los estudios de dibujo en la escuela de Artes y Oficios de Oviedo, dirigida entonces por Ramón Romea Ezquerra, de quien aprende las nociones básicas y técnicas de la pintura. Con dieciocho años pintó al óleo el lienzo titulado “Costumbres de la Ribera” que envió a la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1892, ese año carácter internacional debido a la celebración del cuarto centenario del descubrimiento de América. Entre las 1.648 obras allí expuestas, la de Zaragoza, debió pasar bastante desapercibida, aunque seguro que alguien fue capaz de detenerse ante el cuadro y leer la pequeña cartela en la que figuraba su nombre y la única indicación de que residía en Cangas de Onís.
Su primer reconocimiento le llegó en la Exposición Nacional de 1897, segunda a la que se presentaba y a la que concurrió con un cuadro de grandes dimensiones titulado “La lección”. El premio obtenido fue una “mención honorífica” que, aunque fuera el de menor categoría que se podía conceder, no fue malo si tenemos en cuenta que obtuvieron igual mérito Eduardo Chicharro, Joaquín Mir, Nicanor Piñole y un joven Pablo Ruiz Picaso, que contaba entonces con tan sólo quince años.
Durante los últimos años del siglo XIX (1897-1901) fue pensionado por la Diputación Provincial de Oviedo para estudiar en la Escuela Superior de Pintura, Escultura y Grabado de Madrid donde obtuvo el título de profesor de dibujo. Ese mismo año en el que finalizó los est
udios recibió una medalla de segunda clase por “El niño enfermo” en la Exposición Nacional de 1901, mérito que trajo como consecuencia que la Diputación de Oviedo, sin esperar a cumplir los cuatro años establecidos, le retirara la pensión alegando que con el premio obtenido tenía lo suficiente para poder vivir.
Años más tarde, entre 1904 y 1910, volvió a ser pensionado, en este caso, por el estado español por la pintura de historia en la Academia de Bellas Artes de Roma, obteniendo en todos sus envíos reglamentarios una calificación honorífica. Desde allí envió para la exposición nacional de 1906 el cuadro “Orfeo en los infiernos” con el que vuelve a conseguir una medalla de segunda clase.
A la larga lista de exposiciones nacionales a las que se presentó debemos sumar las internacionales de Roma (1911), Munich (1913), en la que recibió una medalla de oro, y la de la Real Academia de Londres (de noviembre a enero de 1920), aunque también fueron expuestas obras suyas en el Salón de París, en Berlín, Viena, Venecia y Buenos Aires llevando el nombre de Cangas de Onís a lo largo y ancho del mundo.
Viajero infatigable, recorrió casi toda Europa en su afán de conocer directamente las obras de los grandes maestros de la pintura visitando museos y exposiciones que le sirvieron para realizar algunas de sus mejores composiciones. Mientras en su etapa italiana descubre la luz y el color, en París y Bretaña realiza elegantes retratos como Mr. Stanton o Viejos Bretones, copiando del original en la Nacional Gallery de Londres una majestuosa Venus del Espejo, de Velázquez, que seguro ha
rá las delicias de quienes visiten la exposición.
En 1928 es nombrado por oposición profesor de término para la enseñanza de Dibujo Artístico en la Escuela de Artes y Oficios de Madrid y funda y dirige la “Academia Zaragoza”
, destinada a enseñar dibujo a los jóvenes aspirantes de la Escuela Superior de Arquitectura. Dos años más tarde se le nombró profesor auxiliar de pintura en la Escuela de San Fernando, de cuya academia entra a formar parte en 1948. Desgraciadamente, antes de llegar a leer su discurso de investidura, fallece en la casa de los Negrales el 29 de julio de 1949 siendo enterrado al día siguiente en la Sacramental de San Justo.
Autor prolífico, diestro en el dibujo y en el color, confería a todas sus obras un gesto elegante, de paz y equilibrio. Hoy podemos encontrar obras suyas en museos como el de Zamora, el Bellas Artes de Asturias, el Jovellanos de Gijón, así como en numerosas instituciones como la Junta General del Principado de Asturias, el Círculo de Bellas Artes de Madrid e, incluso, en Roma. Sin embargo, a día de hoy, Cangas de Onís sigue sin contar con un espacio donde poder exponer permanentemente las obras de este magnífico pintor, que llegó a retratar a buena parte de la sociedad canguesa, así como su paisaje y su costumbrismo.

sábado, 19 de abril de 2008

La primera piedra de la Basílica de Covadonga.

El domingo 11 de noviembre de 1877, a las diez de la mañana, el entonces Obispo de la Diócesis, D. Benito Sanz y Forés colocaba solemnemente y conforme al rito prescrito por el Pontifical Romano la primera piedra de la Basílica de Covadonga.
Junto con el Obispo, en el lugar denominado de “El Cueto”, se encontraban el Ilmo. Sr. Abad y Cabildo de Covadonga, dos Capitulares del Ilmo. Cabildo de la Catedral de Oviedo, el Gobernador de la Provincia y de la autoridad Municipal, Judicial y Militar del distrito de Cangas de Onís, quienes encerraron y sellaron, dentro de dicha piedra, un tuvo de cristal con algunas monedas y medallas de la Virgen junto con un pergamino en el que se podía leer la siguiente Inscripción:
“Anno Dñi MDCCCLXXVII”

“Die XI Novembris, Patocinio Bmae. Mariae Virginis Sacro, Benedictus Sanz et Forés, Dei et apostolicae Sedis gratia Episcipus Ovetensis, Comes de Noreña, hune primarium lapidem, solemni ritu Benedisit, et imposuit, pro templo aedificando, in honoren Omnispotentis Dei et glorisissímae Virginis Matris Mariae, subtitulo de Covadonga, Astantibus Abbate, Canonicis et Beneficiariis hupus Regiae Colegiatae, neenon Scholarum Magistro, atque alio ex Canonicis almae Ecclesiae Basilicae Ovetensis á Capítulo delegatis, primariis Provinciae ac Municipii Magistratibus, aliisque quamplurimio fidelibus”.
Una vez terminado el acto, al cual asistió numeroso público venido desde diversos lugares, se celebró la Santa Misa bajo un dosel improvisado para tal efecto.
Precediendo este acontecimiento, unos meses antes, el 21 de julio habían visitado el Santuario el Rey Alfonso XII y su hermana la Princesa de Asturias para dar comienzo al desmonte del cerro del Cueto (lugar en el que hoy se ubica la Basílica y que hubo que allanar para poder comenzar los trabajos de construcción).
Llegaron a Covadonga en una carroza a las siete y media de la tarde y fueron recibidos crucifijo en mano por el Obispo Sanz y Forés, por el Abad y Cabildo de Covadonga, Beneficiados y dependientes del Santuario en la plazoleta que había frente al Monasterio de la Colegiata de San Fernando.
Junto con su servidumbre, acompañaban al Rey los Ministros de Gracia y Justicia y de Fomento, el Capitán General de Castilla, el Gobernador de la Provincia con algunos señores de la Diputación Provincial y las autoridades local, Judicial y Militar de Cangas de Onís con otros muchos tí
tulos de Castilla y distinguidas personalidades.
Enseguida se dirigió procesionalmente la regia comitiva a la Iglesia de la Colegiata, cantándose entre tanto por los Sochantres, las antífonas y preces que para el caso prescribe el rito eclesiástico. Dentro se cantó un solemne Te Deum y una oración y, tras concluir, se dirigieron hacia la Santa Cueva donde cantaron una salve y donde, junto con la Imagen de la Virgen, reposan en humildes sepulcros los restos de Pelayo y de Alfonso I “el Católico”. Enseguida pasaron a sus habitaciones dentro del Monasterio en las que recibieron al Sr. Obispo, al Sr. Abad y Cabildo y a las demás personas que se acercaron a besar sus manos. Terminada la recepción tuvo lugar la cena, que se sirvió en la antigua Sala Capitular, y después se retiraron a descansar a sus respectivas estancias.
A las nueve de la mañana del día siguiente se celebró una solemne procesión con la imagen de la Virgen desde la iglesia de la Colegiata hasta la Capilla del Campo. La imagen fue conducida a hombros por los Marqueses de Camposagrado, de Pidal, de Hoyos y por el Barón de Covadonga. Llevaba el estandarte el Ministro de Gracia y Justicia y las borlas de la religiosa insignia, eran sostenidas por el Gobernador Civil de la Provincia y Vicepresidente de la Diputación; siendo llevado el Pendón por el Capitán General del Distrito. Una vez concluida la misa la procesión volvió por el mismo orden a la iglesia y después se disipó toda la regia comitiva con multitud de gente que desde el día anterior iba afluyendo a Covadonga, al sitio denominado “el Cueto”, donde S. M. el Rey prendió fuego al primer barreno que dispuso se diese como señal de inauguración de las obras del nuevo templo monumental que se iba a construir.
Éste fue el primero en suscribirse junto con otras muchas personas con donativos que pueden verse consignados en el álbum destinado para tal efecto y que se halla en el Archivo Capitular del Santuario.
Concluidos todos los actos y después de haber almorzado salieron los augustos viajeros del Real Sitio a la una y media de la tarde con destino a la villa de Gijón, pero no sin antes haber dejado seis mil pesetas de limosna para los pobres de Covadonga y de la inmediata parroquia de La Riera.

Estos fueron los comienzos de una soberbia construcción quienes principales impulsores fueron el canónigo del Santuario D. Máximo de la Vega junto con el Obispo de la diócesis Sanz y Forés. Para ello habían encargado los planos a Roberto Frassinelli (conocido como “el Alemán de Corao”), aunque será Fray Ramón Martínez Vigil quien culminara el proyecto definitivo y que se debe al arquitecto valenciano Federico Aparici y Soriano.
Realizada en piedra rosada marmórea extraída del Monte Auseva es de estilo neorrománico y se caracteriza por su sencillismo y robustez a la vez que constituye para quien visita el Santuario una atracción visual que hace fundir arte y naturaleza con una gran obra de fe.

jueves, 10 de abril de 2008

El Acorazado Pelayo

Conocido también con el nombre de “el Solitario”, porque era el único acorazado español existente hasta la conversión de las fragatas Numancia y Vitoria en acorazados costeros, este fue el nombre de uno de los buques insignia de la armada española de finales del siglo XIX. Construido según el diseño de Lagane en los astilleros Forges et Chantiers de la Mediterranée de La Seyne, en Tolón (Francia), mediante orden del 12 de noviembre de 1884 se puso en grada en febrero de 1886 y fue botado el 5 de febrero del año siguiente.
Para este barco la Excma. Diputación de Oviedo, en representación de la provincia, mandó construir un mueble en homenaje al buque que llevaba por nombre el del líder que abanderó en las montañas de Covadonga el inicio de la Reconquista. Proyectado y construido en Gijón por el ebanista de la villa D. Juan Antonio Muñiz, en el se emplearon nobles maderas de Covadonga donadas por el Ilustrísimo Cabildo de la Real Colegiata. Compuesto de tres cuerpos artísticamente tallados en madera de nogal, en el de la izquierda aparece representado el escudo de Asturias con la inscripción: “La Provincia de Asturias”; en el de la derecha el escudo de Gijón y la inscripción: “Al Acorazado Pelayo”; en cambio, el central son dos puertas que en lo alto forman el escudo de España y que, a modo de armario o estuche, servirían para guardar la bandera de combate del barco.
Esta bandera, sufragada por suscripción popular y en la que las señoras y señoritas de Gijón Dña. Virginia Sampedro, Dolores Horcasitas, Marciana Valle, Joaquina y Adela Iglesias, Lola Gil, Lola Menchaca, María Vivero, Emilia, Mercedes y Manolita Alvargonzález, Filomena Zulaibar, María Díaz de la Sala, Salomé Rodiles, Eustaquia Pelayo, Eugenia Menéndez, Encarnación Vallina, Margarita Menéndez, Joaquina Villaverde, Ignacia Cabo, Manolita Marinas, Sara Rionda, Josefina Laviada y Paz Nava bordaron el escudo de España (salvo la cruz que remataba el mundo de la corona, que fue bordado por la propia Princesa de Asturias), fue bendecida solemnemente en Covadonga el 10 de junio de 1888 por el Ilmo. Sr. Obispo de Oviedo Fray Ramón Martínez Vigil. Al acto, al cual asistió la condesa de Revillagigedo en representación de la Princesa de Asturias así como numerosas representaciones civiles y militares de la provincia, contó también con numeroso público venido desde los más diversos lugares de la provincia de Asturias.
Comisionado el 3 de junio de 1888, el acorazado Pelayo fue un auténtico representante de España por el mundo. En 1891 estuvo en el Pireo, donde fue visitado por los reyes de Grecia, a
l año siguiente participó en Génova en los actos del cuarto centenario del descubrimiento de América; en 1901 llegó a Tolón, donde le esperaba el Presidente de la República Francesa; en 1903, Eduardo VII de Inglaterra lo visitó en Lisboa, siendo un año más tarde, en Vigo, testigo de la entrevista entre Alfonso XIII y Guillermo II de Alemania; También participó en operaciones navales contra los rebeldes rifeños de Marruecos pero, los treinta y siete años que estuvo en servicio fue gracias a que en 1898, durante la guerra de las colonias contra Estados Unidos, que supuso la pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas, reformó sus calderas y cambió su artillería en los mismos astilleros franceses en los que había sido construido. De no ser así, suponemos que hubiera corrido la misma suerte que el resto de la flota española.
Destinado a luchar junto a la escuadra del Almirante Manuel de la Cámara y Livemoore, tras la derrota del Almirante Patricio Montojo en la Batalla de Cavite, salió del puerto de Cádiz rumbo a Filipinas, pero cuando llegó al Canal de Suez fue retenido y, tras la derrota de la escuadra de operaciones del Almirante Cervera en Santiago de Cuba, recibió órdenes de regresar a España.
Tras el desguace del acorazado, en 1925, el Cabildo de Covadonga instó una petición al Ministerio de la Marina solicitando su custodia para ser expuesta en el Museo del Santuario. A esta petición habría que sumar la de la opinión pública que, gracias a la campaña que llevó a cabo el diario regional “El Carbayón”, hace que tan sólo dos meses más tarde se obtenga una respuesta satisfactoria por parte del Jefe de la Subsecretaría de la Sección de Campaña quien mediante Real Orden dispone que: “Vista la solicitud elevada por la Real Basílica de Covadonga, para que se custodie en aquel Real Sitio la Bandera de Combate del Acorazado Pelayo, S.M. el Rey, (q.D.g.) de acuerdo con lo propuesto por la Sección de Campaña, ha tenido a bien resolver se acceda a lo solicitado procediéndose, por la Dirección del Museo Naval, a efectuar la entrega de la referida Bandera de Combate, con su estuche, a la persona que se designe en esta Corte en representación de la Real Colegiata Basílica de Covadonga”.
A finales del mes de marzo de 1926 ya se encontraba el mueble y la bandera en Covadonga. Estuvieron expuestos al público en el Museo donde se guardaba el denominado “Tesoro de la Santina”, al menos hasta la guerra civil, época en la que previsiblemente desapareció la bandera del santuario conservándose por fortuna aún hoy en día el mueble en buenas condiciones.

domingo, 6 de abril de 2008

Covadonga y el Camino de Santiago

Muchas personas se preguntarán qué relación tuvo Covadonga con el Camino de Santiago, ya que era un lugar bastante apartado y casi inaccesible en la época en las que las peregrinaciones tuvieron su máximo esplendor.
Ya desde 1572, cuando Ambrosio de Morales por orden del rey Felipe II visita Covadonga, se nos hace referencia a los grandes movimientos peregrinatorios que hay en estas tierras, “sobre todo en el mes de septiembre, cuando se celebra la fiesta de la Virgen”. Estos movimientos eran más bien de “romeros naturales de estas tierras” como nos cita el padre Carvallo pero, sin embargo, algunos de los peregrinos que iban de camino hacia Santiago, por el camino del norte, desviaban su ruta hasta el Santuario de Covadonga antes de visitar San Salvador de Oviedo.
Prácticamente todos los caminos que conducían a Santiago se asentaban sobre las viejas calzadas romanas. El del Norte, que viene desde Irún a San Sebastián, Bilbao y Santander, al llegar a la provincia de Asturias tenía que soportar el paso de las rías de Tinamenor y de Tinamayor. Bien se podían cruzar en barca o rodear un tramo hasta llegar a Panes, localidad en la que el río era menos caudaloso y cercana a Liébana donde podían visitar la tumba del Beato que compuso el himno O Dei Verbum para la liturgia mozárabe destinada al Apóstol Santiago.
También en ambas Peñamelleras es común encontrar símbolos característicos como conchas o vieiras. Sin embargo, quienes optaran por continuar el camino de la costa llegaban a Llanes donde de nuevo, para evitar las masivas aguas del río Sella en la ría de Ribadesella, algunos peregrinos se desviaban para tomar una senda de la época romana que, desde el valle de Ardisana, les llevaba hasta Villaverde, pueblo cercano a Mestas de Con donde se erige una iglesia desde el s. XIII dedicada a Santa María y a Santiago. Este era uno de los lugares más propicios para cruzar el, hoy denominado, río Güeña. Desde allí podían continuar hacia Corao, pueblo cercano a Covadonga de donde partían varias rutas para llegar al Santuario, o bien cruzar a Intriago, localidad en la que existía una pequeña capilla dedicada a Santa Ana. Esta capilla durante la guerra civil española sufrió varios desperfectos quedando varios años sin techumbre, causa que trajo como consecuencia que se perdiera el retablo que en ella se conservaba, dejando al descubierto unas pinturas, prácticamente perdidas, en las que de nuevo apare
ce representado el Apóstol Santiago.
Reflejo de que Covadonga era un lugar de peregrinos es que lo primero que se encontraba uno al llegar al santuario era un sobrio crucero sobre un pedestal de tres escalones situado a la entrada del puente que conducía al Mesón de Peregrinos. Desconocido para la inmensa mayoría de personas que visitan el santuario, gozó en su día de gran relevancia tal y como lo expresan en diversas pinturas y grabados varios de los artistas del siglo XVIII, como Jerónimo Antonio Gil, Francisco Reiter o Martínez Bustamante, que realizaron varias vistas generales del Real Sitio. Hoy olvidado en la entrada del cementerio, en el todavía son visibles símbolos como Veneras o barcas de vela, que señalaban que se estaba pasando por un camino de peregrinos, siendo ya casi imperceptible la fecha que aparece en el frontal que nos dice que fue construido en 1677. Es por tanto una de las obras, junto con la talla de la Virgen y la Colegiata de San Fernando, más antiguas que se conservan en el santuario.
Una certificación clara de la relación de Covadonga con el camino de Santiago la encontramos en el Libro de Acuerdos Capitulares de 1690-1737, folio 82 vuelta, en el que podemos comprobar que los clérigos del santuario regían el “Priorato de San Nicolás del Camino Francés”, al que se trasladaban en temporadas estivales y de mayor afluencia de peregrinos para dar posada y atender uno de los hospitales más importantes de esta ruta, el de San Nicolás del Real Camino, en la diócesis de León.
En ese mismo libro, en el Acta del 20 de junio de 1695, folio 83, se nos da cuenta que el Abad del santuario, el “Doctor D. Pedro González Toraño”, pertenece a la Orden del “Ábito de Santiago”, además de acordar “estofar y dorar… la efigie del glorioso Apóstol Santiago”, encargando los trabajos a Gregorio Vigil y Antonio Palacio Vigil, vecinos del concejo de Siero. Esto nos certifica que en Covadonga existía una iconografía jacobea que, en este caso, se completaba con otra imagen, la de Santa Ana. Imagen estrechamente relacionada con el Apóstol Santiago que se veneraba en el “templo bajo” del Santuario.

La vinculación de la Orden de Santiago con la Abadía de Covadonga queda también latente en las voluntades testamentarias que aparecen en el Libro de Fábrica de 1712-1715, Sesión del 12 de julio de 1712, folio 167 y en el Libro de Acuerdos Capitulares de 1766-1790, sesión del 22 de abril de 1769, folio 38, realizadas por los Caballeros de la Orden D. Rodrigo Pumarino y D. Diego de Piles, a la hora de fundar misas en el santuario, el primero, y hacer efectivo, éste último, un censo creado por su padre para repartir entre los peregrinos pobres que visiten el lugar.
Desde Covadonga continuaban el camino hacia Cangas de Onís donde, en una capilla adosada en la cara norte de la iglesia de Santa María, se veneraba una imagen de Santa Ana y en la calle San Pelayo, en el lugar en que hoy se levanta la farmacia Comas, encontraban un albergue y un hospital de caminantes. Desde la antigua capital del reino astur tomaban la vieja calzada romana hasta llegar al Salvador, porque como el dicho popular nos dice: “quien va a Santiago y no al Salvador, visita al siervo y no al Señor”.

domingo, 27 de enero de 2008

La catedral de Oviedo y la basílica de Covadonga, núcleos centrales del Año Santo en Asturias 2008

Desde el domingo 13 de enero de 2008, hasta enero del 2009 la Diócesis de Oviedo orientará su vida pastoral en torno a la celebración del Año Santo, un periodo de gracia concedido por el Papa Benedicto XVI a petición del Arzobispo, Mons. D. Carlos Osoro Sierra, con objeto de que las comunidades de la Iglesia asturiana puedan profundizar en sus valores cristianos a la sombra de la Cruz de la Victoria y de la Cruz de los Ángeles, las cuales cumplen 1.100 y 1.200 años respectivamente.El Año Santo, Jubilar, o de las Cruces concentrará la mayor parte de los actos en la Catedral de Oviedo y en la Basílica de Covadonga y el calendario de peregrinaciones previstas es el siguiente:
Mes de Febrero
Día 2: Peregrinación de la Vida Religiosa
Día 16: Arciprestazgo de GijónDía 23: Arciprestazgo de El Nalón

Mes de Marzo
Día 1: Arciprestazgo de Pravia y Avilés
Día 8: Arciprestazgo de Oviedo
Día 15: Peregrinación de Jóvenes

Mes de Abril
Día 5: Arciprestazgo de Covadonga
Día 12: Arciprestazgo de Llanes
Día 19: Arciprestazgo de Siero y y El Fresno
Día 26: Peregrinación de Catequistas
Día 27: Peregrinación de enfermos

Mes de Mayo
Día 3: Arciprestazgo de Villaviciosa
Día 10: Arciprestazgo de El Eo
Día 11: Pentecostés: Peregrinación del Apostolado Seglar y Acción Católica
Día 12: San Juan de Ávila: Peregrinación de sacerdotes
Día 17: Arciprestazgo de Villaoril
Día 22: Peregrinación de Cáritas
Día 24: Arciprestazgo de El Acebo
Día 31: Arciprestazgo de El Caudal

Mes de Junio
Día 22: Peregrinación de las Familias

Mes de Agosto
Día 23: Peregrinación de los misioneros y sus familias
Día 30: Peregrinación de la Vicaría de Oriente a Covadonga
Día 31: Peregrinación de la Vicaría de Occidente a Covadonga

Mes de Septiembre
Día 1: Peregrinación de Arciprestazgos de Siero, El Fresno y Pravia a Covadonga
Día 2: Peregrinación del Arciprestazgo de Oviedo a Covadonga
Día 3: Peregrinación del Arciprestazgo de Gijón a Covadonga
Día 4: Peregrinación del Arciprestazgo de Avilés a Covadonga
Día 5: Peregrinación del Arciprestazgo de el Nalón a Covadonga
Día 6: Peregrinación del Arciprestazgo de El Caudal a Covadonga
Día 7: Peregrinación de los jóvenes a Covadonga

domingo, 13 de enero de 2008

El tranvía Arriondas – Covadonga cien años más tarde

El pasado 1 de enero se cumplían cien años de la puesta en funcionamiento del tranvía a vapor entre Arriondas y Covadonga. Hoy, cien años más tarde, vuelve a estar de moda puesto que son numerosas las informaciones que aparecen en los distintos medios de comunicación en los que se cita la intención, por parte de la clase política, de recuperar este medio de transporte eso sí, esta vez, sólo con fines turísticos.
Este tranvía fue concebido el 27 de abril de 1903 con el objeto de transportar el manganeso y el hierro obtenido de las minas de Buferrera desde el Repelao hasta el puerto de Ribadesella. Para ello se creó la “Sociedad Tranvía de Arriondas a Covadonga” fundada el 26 de octubre de 1906 según la escritura otorgada en Oviedo ante el notario D. Secundino de la Torre. Esta sociedad, constituida por The Asturiana Mines Limited. y por la Compañía de Ferrocarriles Económicos de Asturias, estaba entonces dirigida por D. Jerónimo Ibrán y contaba con un capital social de 600.000 ptas. del cual, la mitad, fue suscrito por los Ferrocarriles Económicos emitiéndose también 300.000 ptas. en obligaciones.
En ese mismo año, el Cabildo de Covadonga se afanaba en dar respuesta a todos aquellos peregrinos que llegaban desde los más recónditos lugares facilitando el acceso y la estancia en el Santuario. De este modo, se avanzaba rápidamente en las obras de instalación del tranvía, en la edificación del futuro Hotel Pelayo y en el túnel de acceso a la cueva desde la explanada de la Basílica.
Ya en agosto de 1907, la comisión de obras de la estación intenta agilizar los trabajos de instalación de vías y el acabado de la estación y, según podemos leer en la revista Asturias, editada por el Centro Asturiano de Madrid, “se da como seguro que para el día de la Virgen de septiembre se inaugurará el tranvía de Covadonga a Arriondas”.
Parece ser cierto que el primer día de septiembre comenzó a funcionar el “Trenillo”, como lo llamaban los lugareños, pero debió de ser de una forma provisional. La línea, que pasaba por Las Rozas, Villanueva, Cangas de Onís, Soto de Cangas y La Riera, finalizaba en el campo del Repelao, lugar en el que se levantó una pequeña estación de la que partía un camino peatonal que bordeaba la finca de “Les Llanes” hasta llegar a la parte alta del Santuario. Este camino es uno de los que hoy se pretende rescatar con el, ya más que conocido, plan de Covadonga.
De estilo nórdico, la estación, que todavía hoy conserva su estructura original pero habilitada como oficina de turismo, tenía una doble entrada por un cuerpo central de forma octogonal que estaba situado entre las dos salas de espera. A la derecha, se construyó un hangar o cochera que estaba a escasos metros de la denominada “Fonda La Covadonga”, lugar en el que se podía tomar algo en su terraza, situada a pleno pie de vía, o comprar algún objeto de recuerdo atraído por su gran escaparate central. A la llegada de los turistas a la estación encontraban a cualquier hora automóviles en los que, a precios económicos, podían subir hasta el Santuario. Estos mismos organizaban excursiones a los Lagos de Enol, desfiladero del Pontón y a las montañ
as de Ponga.
El trayecto, de unos diecisiete kilómetros de longitud, era realizado por tres locomotoras de vapor marca Borsig que correspondían a los números 6497, 6498 y 6499 y, aunque la línea se inició con diez vagones (cuatro de 1ª clase y seis de 2ª), se adaptaba cada día a los tráficos tanto de personas como de mercancías, aunque preferentemente estaba dedicado a estas últimas. Llegó a hacerse tan popular entre las gentes que algunos vecinos de La Riera le dedicaban composiciones poéticas. Como por ejemplo:
“Ya viene el Tren para Oviedo.
Ya ruge la balastrera,
arrastrando los vagones
de la mina de Buferrera”.
Podríamos decir que de forma oficial el tranvía fue inaugurado el 1 de enero de 1908, año en el que transportó 101.107 viajeros y 37.552 toneladas de mercancías, alcanzando su máximo esplendor en 1910, cuando llegó a transportar unas 60.000 toneladas. La mayor parte del mineral que se extraía de Buferrera se bajaba, primero en burro y después por cable, desde la vega de Comeya hasta la estación. Desde aquí, era conducido hasta Llovio y luego hasta el puerto de Ribadesella donde se cargaba en barco y se exportaba, principalmente, a Inglaterra.
Junto al sentir religioso con el que llegaban las gentes a estos parajes había que sumar los nuevos criterios de valoración de la naturaleza. Con la creación en 1918 del primer parque Nacional, el de la Montaña de Covadonga, el auge del turismo se incrementaba cada vez más. De ello ero consciente tanto el Ayuntamiento de Cangas de Onís como el Cabildo del Santuario, quines habían iniciado en la primavera y verano de 1925 sendas asambleas y gestiones para fomentar el turismo en la zona del oriente. La apuesta fue construir una línea de ferrocarril entre Guardo, Riaño, Cangas de Onís y Ribadesella con la intención de mejorar la comunicación con la meseta castellana e intentar la electrificación del tranvía que llegaba hasta el Santuario. Esa misma primavera visitaron los ingenieros el lugar para tomar datos sobre la futura electrificación del tranvía y sobre un funicular que llegara hasta el Real Sitio. De esta noticia se hace eco la revista Covadonga, órgano oficial del Cabildo, y que en su número 79 del uno de octubre de ese mismo año reseña el informe favorable y la consignación de un millón de pesetas para acometer dicha electrificación. Nada se vuelve a hablar del funicular ni del ferrocarril hacia la meseta ya que parecía ser impensable dada la difícil orografía y lo costoso que sería llevar a cabo tan arduo proyecto.
La línea Arriondas-Covadonga estuvo en funcionamiento hasta el de 31 de julio de 1933, año en el que las minas cierran debido a la escasa demanda de mineral. Según D. Víctor Lechosa Uría, gerente de las minas a partir de 1938 y fundador del Grupo de Montaña Peña Santa, el cierre definitivo debió de ser dos meses más tarde, el 30 de septiembre de ese mismo año. Posteriormente las minas volvieron a abrirse pero, a partir de entonces, ya nunca se utilizaría el tren como medio de transporte de los minerales.
La idea de volver a recuperar este tren, ya sea denominado tren-tran o de otro modo, sería muy bonita y entrañable. Pero debemos ser un poco realistas. Cualquiera puede observar las dificultades físicas u orográficas por las que debe pasar. Sólo un ejemplo: ¿Por donde pasaría en el pueblo de la Riera? Sólo hay dos opciones: por el río o por la carretera. Por el río resultaría imposible, y por la carretera también a no ser que al tren-tran, como ya han hecho con la última palabra, le quiten la vía.

miércoles, 26 de diciembre de 2007

Las pinturas del Prado en Covadonga.

La primera institución museística del país y una de las más importantes pinacotecas de Europa y del mundo, como es la del Prado, mantiene en Covadonga desde finales del siglo XIX y en calidad de depósito, un total de diecinueve obras pictóricas. Diecisiete de ellas se encuentran depositadas en el Museo, forman parte de la denominada Serie Cronológica de los Reyes de España y son recreaciones iconográficas idealizadas de los distintos reyes de la monarquía asturleonesa. Las dos restantes, colgadas a ambos lados del altar de la Basílica, son: La Anunciación de la Virgen, de Vicente Carducho y D. Pelayo en Covadonga, de Luis de Madrazo.
Todas, excepto La Anunciación (s. XVII), han sido realizadas en la segunda mitad del s. XIX, época en la que el Santuario sufre un fuerte proceso de revitalización favorecido por el apoyo de la monarquía y la llegada a la Diócesis de Oviedo del Obispo Benito Sanz y Forés, quien cuenta con la estrecha y decisiva colaboración de un joven canónigo llamado Máximo de la Vega, hombre de clara inteligencia, grandes energías, así como de importante estima y relaciones en la sociedad asturiana del momento. Además, la relevancia y el prestigio histórico y religioso con el que contaba Covadonga seguían atrayendo a importantes personalidades políticas y eclesiásticas a las que don Máximo sabía cortejar de manera muy especial. Entre ellas se encontraba D. Francisco de Borja Queipo de Llano, Conde de Toreno, asturiano y por entonces Ministro de Fomento que será quien realice las gestiones oportunas para que mediante Real Orden de 13 de febrero de 1877 “se cedan en calidad de depósito con destino a la Iglesia Colegial de Nuestra Señora de Covadonga los cuadros que representan D. Pelayo en Covadonga, señalado con el número 22 del catálogo de los del Museo Nacional, y el de la Anunciación de la Virgen, de Carducho, que también figura en el mismo con el número 42 (tachado, al lado corregido nº 426), debiendo ser de cuenta de aquella Corporación religiosa los gastos de embalaje y conducción de los espresados cuadros”.
Sin embargo, la instancia presentada por don Máximo de la Vega y en la que manifestaba ser “Apoderado general del Abad y del Cabildo de la Real e Insigne Colegiata de Nuestra Señora de Covadonga”, expresaba el deseo de que junto con el de Pelayo fuese cedido el que lleva por título Batalla de Guadalete y “otros dos que tengan iguales dimensiones” pero, al parecer, el lienzo realizado por Marcelino Unceta, no pudo cederse por ya encontrarse depositado en Zaragoza. Los otorgados a la Real Colegiata debieron ser recogidos por Acisclo Fernández Vallín, o al menos, él es la persona a la que el Cabildo acuerda autorizar para que los recoja y remita, colgándolos, a su llegada a Covadonga, en los muros laterales de la estancia del Coro del Cabildo situado detrás del retablo del altar mayor de la Colegiata. Allí permanecerán hasta el verano de 1902, época en la que se acuerda trasladarlos al nuevo templo, recientemente consagrado, y en la que son ubicados a ambos lados del altar. Esta ubicación, es la que siguen ocupando hoy día.
Tras el desprendimiento de una gran piedra del monte Auseva sobre el pequeño templo de la antigua Colegiata, Sanz y Forés comenzó en 1875 la reedificación y ampliación de ésta valiéndose de una serie de recursos de distintas procedencias. La ornamentación interior, basada en un retablo y en la sillería de coro, (ésta última diseñada por Frassinelli), le debió resultar al Prelado bastante pobre si tenemos en cuenta sus gustos a la hora de decidir la empleada en el Camarín de la Cueva pero, para poder afrontarla ya no disponía de recursos económicos suficientes. Podríamos afirmar que, esta causa, fue una de las principales por la que se solicitaron al Ministerio de Fomento la cesión de dichas pinturas.

La Serie Cronológica de los Reyes de España, comenzó a formarse por encargo de la Reina Isabel II mediante Real Orden del 1 de diciembre de 1847, siendo su finalidad la de rescatar los valores históricos y, así de paso, potenciar la monarquía existente en la época. Para ello se le encarga esta difícil tarea a D. José de Madrazo, entonces director del Museo del Prado, quien pone a sus órdenes a un selecto grupo de pintores de la época, entre los que se encuentran Eduardo Cano, Isidoro Lozano, Carlos María Esquivel, León Bonnat e incluso, su propio hijo, Luis de Madrazo, para quien reserva el honor de concederle dos de los más importantes y significativos retratos de la colección como son, el de Pelayo y el de la Reina Isabel “La Católica”, personajes de gran trascendencia en la historia con los que comienza y finaliza La Reconquista. Además, estos pintores supieron aprovechar la corriente surgida en esa época en la que pintar retratos se puso de moda.
En un primer momento, se realizó para ser expuesta en el Museo del Prado y ocupar un espacio distinto al resto de las pinturas que allí se exhibían, pero, en realidad, los lienzos nunca han llegado a colgarse de ninguna de sus salas siendo custodiados, en un principio, en diferentes Instituciones Públicas y constituyendo depósito más tarde en La Real Colegiata de Covadonga por Real Orden de 30 de diciembre de 1884. En este caso, la cesión fue llevada a cabo gracias a las gestiones realizas por el también ilustre asturiano y Ministro de Fomento Alejandro Pidal y Mon, quien mantenía una estrecha relación de amistad con el nuevo Obispo de Oviedo, Fray Ramón Martínez Vigil, y con don Máximo de la Vega, a quien meses antes había nombrado Conservador de la Real Colegiata. Antes de que llegaran a Covadonga, Martínez Vigil, quiso tenerlos durante un tiempo en su Palacio episcopal y para ello solicita el correspondiente permiso del Cabildo, quien accede con la condición de que para el mes de septiembre ya se encuentren en Covadonga. A la llegada estos son colgados en las galerías altas del claustro de la Colegiata de San Fernando, edificio anexo a la cueva y en el que ya se encontraban, dentro de su iglesia, las otras dos pinturas depositadas con anterioridad. Años más tarde ocuparon, al menos la de Pelayo, las dependencias de la Sala Capitular como puede apreciarse en algunas fotografías impresas en la revista Covadonga (núm. 41 del 1 de marzo de 1924), dispersándose luego entre ésta ubicación y los distintos salones del Hotel Pelayo. Hoy, tras las obras de reformas llevadas a cabo en el hotel, la colección se ha vuelto a reagrupar y puede ser vista en el museo del Real Sitio, encontrándose varios de los lienzos en proceso de restauración.

domingo, 23 de diciembre de 2007

El Barón de Covadonga

La Baronía de Covadonga fue un título concedido por la Reina Isabel II, el 13 de agosto de 1861, a Ramón Valdés y Busto Bernaldo de Quirós y de Solís, coronel de Infantería, Caballero de Carlos III, decano de Su Majestad y maestrante de Sevilla. Nació en 1821, y falleció el 2 de junio de 1890, siendo enterrado en el Claustro de la Colegiata de San Fernando del Santuario de Covadonga. Casó dos veces, la primera con Ana Balbín, y la segunda con Ángela Mon y del Hierro.
De éste último matrimonio nació Francisco Valdés y Mon, que le sucedió en el título siendo el II Barón de Covadonga. Contrajo matrimonio con Felisa Armada y Valdés, hija de D. Juan Antonio Armada y Guerra, VI Marqués de Santa Cruz de Rivadulla y de Dña. María del Rosario Valdés Ramírez de Jove, IV Marquesa de San Esteban del Mar de Natahoyo.
El III barón de Covadonga fue D. Ramón Valdés y Armada, Mayordomo de Semana del Rey Alfonso XIII, casó tres veces, pero será del último matrimonio, con Dña. María Menéndez Valdés y de Bustamante, baronesa de San Vicenso, del que le vendrá la sucesión y que es a quien hoy se deseo recordar ya que hoy hace seis años, el18 de noviembre de 2001, fallecía en su domicilio familiar en la esquina de la calle de Ayala con el Paseo de la Castellana.
D. Jesús Valdés Menéndez Valdés, IV Barón de Covadonga. Nació en Madrid el 19 de junio de 1917, hijo único de este último matrimonio fue Infantico del Pilar y a los siete años recibió su Primera Comunión en el Santuario de Covadonga. A los diez años se quedó huérfano de padre y fue su tutor testamentario su primo Luís Armada y Martín de los Ríos, Marqués de Santa Cruz de Rivadulla.
Estudió por libre el Bachillerato en Zamora, ya que residía en la casa familiar de Toro conocida como Palacio de Bustamante, ciudad con la que tenía una fuerte vinculación familiar por vía materna y una vez finalizada la guerra civil, en la que sirvió como Alférez Provisional, se incorporó a la Academia militar de Valladolid en el arma de Caballería estando destinado en Zaragoza, Córdoba y Ávila.
El 27 de abril de 1949 contrajo matrimonio en la Iglesia de los Jerónimos de Madrid, ante la imagen de la Virgen de las Batallas y de Covadonga, con Dña. María Luz de la Colina y Burón, natural de Córdoba e hija de Juan José de la Colina y Gómez de Rueda y Clara Burón y Riquelme, de hidalga familia cántabra. De este matrimonio nacieron doce hijos y en el momento de su muerte contaba con veinticuatro nietos.
Su carrera militar concluyó el 1 de enero de 1955 simultaneando sus últimos años castrenses con los estudios de la Licenciatura en Derecho. En ese mismo año se incorpora al Ilustre Colegio de Abogados Madrid, ejerciendo como tal hasta su muerte.
Unos años más tarde, en 1962, obtuvo el Título de Doctor en Derecho por la Universidad de Madrid y además de ser Diplomado en Genealogía Heráldica y Nobiliaria por el Instituto Salazar y Castro del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y Diplomado en Cooperación por la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Complutense de Madrid fue Colaborador en diversos periódicos y revistas como ABC, Reconquista o Verbo, entre otros, firmando sus artículos con el pseudónimo de “Covadonga”. En estos medios defendió sus principios e ideales monárquicos y de democracia durante varios años. Defensor del restablecimiento de la monarquía en la persona de Don Juan de Borbón en los años durante los que ejerció la Jefatura del Estado el General Franco, esta posición le acarreó no pocos quebraderos de cabeza y sacrificios entre los que pueden señalarse el no haber podido acceder al nombramiento de “Letrado en Cortes”.
También fue autor, bajo el pseudónimo de Covadonga, de la novela “Hay acero en los escombros” escrita en abril de 1960 y publicada por la Editorial Barna, dedicando su actividad intelectual en el campo del Derecho a la publicación de numerosos libros y monografías, entre otros escritos.
Nombrado Académico correspondiente de la Real de Jurisprudencia y Legislación pronunció diversas conferencias y tuvo una etapa de actividad docente en el ámbito universitario en la que se puede destacar su colaboración como profesor de Derecho Administrativo, profesor de la Cátedra de Derecho Natural y Filosofía del Derecho, ambas en la Universidad Complutense de Madrid y el Colegio Mayor Cardenal Cisneros adscrito a dicha Universidad.
En su última etapa profesional fue Asesor Jurídico del Consejo General de Colegios de Enfermería hasta su jubilación.
Caballero Maestrante de la Real de Sevilla, Caballero Infanzón de la Virgen de la Caridad de Illescas y miembro y colaborador activo de numerosas entidades y asociaciones culturales, benéficas y religiosas y miembro activo de la Adoración Nocturna. En el momento de su fallecimiento tenía expediente abierto en el Ministerio de Justicia a la sucesión, instada a S. M. El Rey, en la merced nobiliaria de Conde del Pinar, vacante por fallecimiento de su pariente Carlos García Mon.
Hombre profundamente religioso y asiduo practicante falleció, bajo el Manto de la Virgen del Pilar, hace seis años en su domicilio familiar de Madrid rodeado de sus familiares, habiendo recibido de manos de uno de sus hijos, presbítero, los últimos sacramentos. Su vida y su persona fueron, para todos, ejemplo de caballerosidad, honradez, justicia, laboriosidad y coherencia con los principios éticos del humanismo cristiano.
En la actualidad, ostenta el título Ramón Valdés de la Colina, V Barón de Covadonga.

sábado, 12 de mayo de 2007

El Museo de Covadonga

Gracias al cariño que siente el pueblo hacia Covadonga y, muy especialmente, hacia su “Santina”, a su densa historia y a la recopilación de elementos iconográficos, se ha podido formar el hoy denominado Museo de Covadonga, símbolo del arte y de la cultura que en años anteriores habían contribuido a difundir los orígenes de éste Santuario.
Intentaremos en este capítulo mostrarles cuáles han sido los orígenes, evolución y proceso de formación del mismo. Para poder comprender dicho proceso, deberemos remontarnos siglos atrás en la historia.
Las primeras crónicas en las que se nos describe la situación y el estado en el que se encuentra el Santuario de Covadonga son las que realiza en 1578 el clérigo e historiador Ambrosio de Morales en su denominado Viage Santo. Éste, por expreso encargo de Felipe II, recorre los Reinos de León, Galicia y Principado de Asturias, realizando detallada descripción de las reliquias de Santos, Sepulcros Reales y libros manuscritos de las Catedrales y Monasterios, acompañadas de notas sobre la vida del autor.
Y sobre su situación nos dice:

“…En este Concejo de Cangas, y dos leguas pequeñas de los Lugares asi llamados, está la insigne Cueba y digna de ser por toda España reverenciada como celestial principio, y milagroso fundamento de su restauracion, llamada Cobadonga con el monasterio de nuestra Señora, que aunque es muy pequeño, es grande la devocion que con él en esta tierra se tiene…”

Más adelante continúa:

“… En el altar está una Imágen de nuestra Señora, de obra nueva bien hecha. Con ésta Santa Imágen se tiene gran devocion en esta tierra, y se hacen á ella grandes romerías, y hay grande concurso el dia de nuestra Señora de septiembre; y por ella se llama el Monasterio de Stâ. MARÍA DE COBADONGA. En el altar mayor está siempre una cruz grande y antigua de plata”.

Siempre ha estado Covadonga, por su historia, unida en vínculos con la monarquía, y prueba de ello son las donaciones y privilegios que ofrecen distintos monarcas al Santuario con objeto de engrandecer la liturgia y los cultos. Así lo podemos constatar en el inventario realizado en 1676 por el obispo de la diócesis de Oviedo cuando se nos dice que:

“…Entre las alhajas se cuentan cuatro lámparas de plata, una de ellas regalo de Carlos II; dos cálices donados por Felipe II; un viril guarnecido de rubíes, diamantes y esmeraldas, por Felipe IV; un magnífico terno de tisú de oro, ofrenda de la Reina doña Bárbara, mujer de Fernando VI (de la que una casulla aparece con el número 10 del catalogo de la “Exposición del Tesoro de Covadonga”); y un crucifijo con la imagen de oro, de la casa de los Duques de Gandía, que había servido en el oratorio de San Francisco de Borja”.

Sin embargo, es a comienzos del siglo XVIII cuando se pueden documentar las primeras ofrendas de exvotos, que constituyen hasta hoy en día una de las más bellas y significativas muestras de la devoción popular.
Con deseos de que se extendiese la devoción a la Virgen, algunas personas vinculadas a Asturias y residentes en Madrid crearon la Real Congregación de Nuestra Señora de Covadonga, de naturales del Principado de Asturias, siendo sancionadas sus Constituciones por Real Provisión en 1743. Análogamente fueron surgiendo nuevas congregaciones en México, Cuba, Puerto Rico, Argentina o Filipinas, entre otras, que contribuirían a difundir la devoción fuera de nuestras fronteras. A muchas de estas se les debe la publicación de algunos interesantes grabados, como por ejemplo, el del Puntual Diseño del Devoto Santuario de Covadonga de Jerónimo Antonio Gil según dibujo de Antonio Miranda, así como el encargo de diversas pinturas y retratos referentes a Covadonga y a la Virgen. Para poder recopilar todos los bienes pertenecientes a la Congregación madrileña, su archivero, D. Antonio de Estrada y Bustamante, redactó en 1768 un inventario manuscrito de todos los papeles, plata, vestidos, madera y demás alhajas que se conserva actualmente en el Museo del Pueblo de Asturias, de Gijón.

A raíz del trágico incendio acaecido en la Santa Cueva al amanecer del 17 de octubre de 1777 en el que se pierde la talla de la Virgen, cálices y cuantas riquezas eran custodiadas en el denominado Templo del Milagro, el Santuario entra en la absoluta pobreza. Es de nuevo una época en la que surgieron manifestaciones de devoción popular, que serían auspiciadas por la campaña de movilización general que llevó a cabo el Cabildo para poder restablecer el culto.
Nos dice el escritor Aramburu que es el mismo Abad, quien portando la supuesta espada que empuñó Pelayo durante su heroica hazaña, va a la Corte a pedirle súplicas al rey, súplicas que se verían recompensadas con una Real Provisión que facultaría a éste y al Cabildo para pedir limosna con el fin de reedificar de nuevo el Santuario.
No solamente recibió de la Corte esa gracia, sino que también se le encargó al arquitecto de Cámara, Ventura Rodríguez, la redacción de un proyecto para construir un nuevo templo, aunque éste, nunca se llegaría a construir por la falta de fondos y la oposición del Cabildo.
Como compensación a la pérdida sufrida en el fatal incendio, el Cabildo de la Catedral de Oviedo dona al Santuario una talla de la Virgen que era venerada en una de sus capillas y diversos ornamentos litúrgicos, entre los que se encuentra un cáliz de plata con la copa dorada que, posiblemente, sea el que hoy se expone en el museo, atribuido por Gerardo Díaz al orfebre ovetense Francisco Colás.
La mayor parte de las nuevas riquezas que posee al Santuario desaparecieron en 1809 como consecuencia de la guerra contra los franceses. En esta fecha, fueron embarcadas en Gijón por el General Marqués de la Romana debido a la persecución a la que era sometido por el Mariscal Ney.
El 28 de agosto de 1858 visitó Covadonga la Reina Isabel II en compañía de su esposo D. Francisco de Asís, sus dos hijos, D. Alfonso y la infanta Dña. Isabel, a quienes se les administró el sacramento de la confirmación su confesor y Arzobispo de Cuba D. Antonio María Claret, con la presencia de la duquesa de Alba y un numeroso grupo de distinguidas personalidades, entre las que se encontraba el Presidente del Gobierno, D. Leopoldo O’Donnell.
Con motivo de esta visita entregó en recuerdo un valioso manto de seda con bordados en oro que vistió ese mismo día la Virgen durante la procesión y que, posteriormente, sólo se le pondría en algún acto solemne. Recientemente restaurado en los Talleres de Arte Granda, hoy se expone en una de las vitrinas del Museo.
El regalo del Príncipe consistió en un doble pontifical completo en tonos blanco y rojo con realces de oro, mientras que en las Memorias Asturianas, recopiladas por D. Protasio González Solís, editadas en Madrid en 1890, al reseñar las alhajas del Santuario, nos dice:

“Al presente cuenta el Santuario entre sus mejores joyas el precioso regalo de los piadosos Duques de Montpensier, que consiste en un cáliz de plata donde se halla grabada toda la pasión del Señor y un viril del mismo metal, labrados ambos en la renombrada platería de Martínez, Madrid”.

El proceso de revitalización que vive el Santuario a mediados del siglo XIX a raíz de la visita de Isabel II, continúa en 1868 con la llegada a la Diócesis de Oviedo del Obispo D. Benito Sanz y Forés, quien cuenta con la estrecha y decisiva colaboración del canónigo del Santuario D. Máximo de la Vega, que desde Covadonga, coordina los trabajos que allí se realizan.
Seis años más tarde, se consagra la capilla de la cueva, diseñada por Roberto Frassinelli, también conocido como “el Alemán de Corao”. Con motivo de poder realizar una corona y un rostrillo para la imagen que en esta capilla se venera, según se puede leer en el Libro de Ángulos del Archivo Capitular de los años 1862-1901 (folio 25. Ángulo del 24 de mayo de 1874), se acordó entregar al Sr. Obispo algunas de las alhajas que posee el Santuario, detallando a continuación las que se sacaron para ser empleadas en la realización de dicha corona.
También decide Sanz y Forés la construcción de un gran templo monumental que devolviera a Covadonga el esplendor que tuvo en otros tiempos. Así, el 22 de julio de 1877 Su Majestad el Rey Alfonso XII enciende la primera mecha del barreno para desmontar el cerro del Cueto y el 11 de septiembre del mismo año bendice y coloca la primera piedra. No fueron pocas las dificultades que se encontraron para poder continuar con las obras, sobre todo económicas, y para poder ir solventándolas, según cita el Libro de Ángulos del Archivo Capitular 1862-1901(folio 75 v. Ángulo del 10 de abril de 1881), se celebrará en Madrid una subasta de alhajas con el objeto de “allegar recursos para las obras del templo”.
En el Ángulo celebrado el 22 de octubre de 1881 el Cabildo da lectura de una carta del Secretario de Cámara del Obispado, en la que manifiesta que “remite y entrega una casulla de tisú y adherentes que la Sra. Dña. Margarita de Borbón, por conducto de D. Guillermo Estrada, envía para la Santísima Virgen”.
Sin embargo, una de las cesiones más importantes y que llega hasta nuestros días, son los cuadros pertenecientes a la Serie Cronológica de los Reyes de España. Concedidos en depósito al Cabildo por Real Orden del 30 de diciembre de 1884, constituyen sin lugar a dudas, unas de las piezas más interesantes de cuantas pueden verse en el museo. Esta serie fue pensada para exponerse en el Museo del Prado que es a quien pertenece, pero en realidad, los lienzos nunca han llegado a colgarse de sus paredes.
Algunos años más tarde, por Real Orden de 13 de febrero de 1877 la colección pictórica se acrecentará con dos nuevas obras: La Anunciación, de Vicente Carducho y D. Pelayo en Covadonga, de Luis de Madrazo, que hoy pueden verse a ambos lados del altar de la basílica.
Merece la colección un estudio más completo y exhaustivo, para el que les emplazamos en el siguiente número de la revista.
Otra donación que se recibe para el altar de la Cueva es el 14 de marzo de 1888, fecha en la que D. Máximo de la Vega convoca un Ángulo extraordinario para hacer entrega de un cáliz de plata dorada de forma bizantina que había sido regalado por D. Benigno Rodríguez, canónigo y Provisor de Oviedo.
Sanz y Forés es elevado a la Archidiócesis de Valladolid y durante aproximadamente un año y medio el proyecto de construcción del nuevo templo quedó suspendido hasta que llega a la Diócesis el dominico asturiano Fray Ramón Martínez Vigil. Él es quien da el impulso definitivo para poder terminarlo, gracias a las gestiones realizadas por los Ministros o Senadores asturianos, que ejercían influencia decisiva en las decisiones tomadas por el gobierno.
De este modo, se obtuvieron subvenciones del Estado, de los Ayuntamientos y de diversos organismos y personas distinguidas, entre las que merece una mención especial el banquero ovetense D. Policarpo Herrero. Fundador del Banco Herrero, concedió créditos sin ningún tipo de rédito que el propio Prelado iba devolviendo a medida de sus posibilidades. Incluso, según apunta el sobrino de éste, Maximiliano Arboleya, a la muerte del Obispo, le habría dejado una deuda de seis mil pesetas.
Durante los años que duran las obras y los posteriores a su consagración afloran numerosos benefactores o personas comprometidas con Covadonga a quienes, incluso se les reserva el privilegio de ser enterrados en un lugar preferencial como la Cripta o el claustro de la Colegiata y a los que podrán ir conociendo los lectores dentro de la sección biográfica de esta misma revista.
El 15 de septiembre de 1891 se inaugura la capilla de la Cripta, diseñada también por Frassinelli. En ella se celebra por primera vez la misa, con la asistencia de numerosos peregrinos de Gijón y de otros pueblos, ante la imagen de la Cueva que, en solemne procesión, había sido trasladada allí para tomar posesión de su nueva casa.
En esta capilla se celebran los cultos hasta el 7 de septiembre de 1901, fecha en la que es consagrado con gran solemnidad el nuevo Templo.
Algunas donaciones que se recibieron para el mencionado altar, según se nos describe en una de las notas del Libro de las Obras del Templo (folio 183), son: “Su Santidad (León XIII) envió un cáliz por gestión y conducto de nuestro Embajador Sr. Menéndez Pidal, D. Segundo Alonso, una gran pila de ágata; los señores marqueses de Canillejas dieron un copón, una preciosa sabanilla y dos hermosos tapices; Dña. Dolores Horcasitas, sacras y alfombra; D. Anselmo González del Valle, un recado muy hermoso para celebrar; Martín González del Valle, un misal de primera clase; D. Policarpo Herrero, quinientas pesetas para comprar un atril y accesorios; D. Federico Aparici, arquitecto, una lámpara; D. Manuel Alea, Presbítero, un incensario”.
Más adelante, en agosto de 1893, D. Antonio Colada, procedente de Cuba y de Tineo dio una corona de plata; en mayo de 1895 el Sr. de León y de la Escosura, pintor de Infiesto, regaló un cuadro en que figuran una niña y unas aves el cual se destinó a la casa grande; en diciembre de 1898 D. Federico Martínez, natural de Cangas de Onís y vecino de Madrid regaló una lámpara de bronce de un metro y ochenta centímetros de diámetro para el nuevo templo; mientras que en enero de 1900 la Excma. Sra. Dña. Teresa Collantes de Herrero, regaló el altar e imagen de Santa Teresa de Jesús con Cruz, Sacras, Candeleros, atril y vinajeras.
El diseño definitivo del nuevo templo se debe al arquitecto valenciano Federico Aparici y Soriano ostentando, por disposición de Su Santidad, León XIII, el título de Basílica Menor. En los días próximos a su inauguración surgieron donativos de todas clases, tales como altares, esculturas, ornamentos, vasos sagrados, viriles, cruces, libros, y muchas alhajas. Entre ellas, cabe destacar la custodia de plata sobredorada y brillantes con forma de Cruz de la Victoria, regalo de Dña. Paz Blanco Infanzón.
Aunque muchas de estas donaciones iban encaminadas a engrandecer el culto y recabar objetos para poder celebrar la liturgia, algunas de ellas con el tiempo han pasado a formar parte del denominado Tesoro de la Virgen.
Sabemos que las alhajas y objetos que custodiaba el Santuario se encontraban en las vitrinas de la biblioteca, al menos hasta el 15 de octubre de 1900, fecha en la que deciden su trasladado al arca de la Sala Capitular.
Esta sala, situada frente a la Basílica, se encontraba junto con la Secretaría, la Biblioteca y el Museo, en la planta baja del Palacio Episcopal ó Abacial, y de sus paredes colgaban los cuadros de los Reyes de la monarquía asturiana.
De la biblioteca, Fermín Canella en su libro De Covadonga nos dice que está aún en proceso de formación, mientras que del museo señala que “está compuesto por numerosos objetos y varios donativos de significación histórica”, entre los que se encuentran: Cruz laureada de San Fernando del rey Alfonso XII, espada del Brigadier asturiano D. Salvador Escandón, de Parres, y otra de su sobrino-nieto el Teniente General D. Salvador Díaz Ordóñez y Escandón; gran cruz de Persia de D. Alejandro Pidal y Món (entregada por su viuda la Excma. Sra. Dña. Ignacia Bernaldo de Quirós al Señor Doctoral, quien hace entrega de ella al Cabildo el 26 de octubre de 1915); bandera de los voluntarios de Cuba; varias cruces y veneras de militares asturianos y de diferentes provincias, entre las que se encuentra la laureada de San Fernando del Capitán D. Joaquín Torromé y Pérez, todo ello entre otros exvotos y regalos.

En 1918 se conmemora el duodécimo centenario de la batalla de Covadonga y D. Fermín Canella publica su libro De Covadonga, obra referencial para todo aquel que desee profundizar en la historia del Santuario. Por iniciativa del obispo D. Francisco Baztán y Urniza, el día 8 de septiembre de ese mismo año se celebra la Coronación Canónica de la Virgen, acto para el cual, mediante suscripción popular, los asturianos ofrecen cuantiosos donativos y regalan sus mejores joyas para poder realizar la corona de la Virgen y del Niño Jesús. Obra del sacerdote y orfebre asturiano D. Félix Granda Buylla (fundador de los Talleres de Arte Granda), es la pieza más importante del Museo de Covadonga, no sólo por su valor material, sino por el sentimental nexo de unión que simboliza entre el pueblo y la Santina.
Robada entre las seis y las ocho de la tarde del 8 de diciembre de 1923, fue felizmente hallada pocos días después enterrada y con algún desperfecto fácilmente subsanable. El autor del robo, el alemán Nils Wolman, fue indultado en septiembre de 1926 y bautizado un año más tarde en la iglesia del Hospicio de Oviedo por el M. I. Sr. D. Rufino Truébano, siendo su padrino el Sr. Marqués de la Vega de Anzo y Dña. Isabel Maqua.
Con las joyas y donativos sobrantes de la corona realizó también Granda el maravilloso Tríptico para quien el escultor José Capuz Mandano hizo la imagen sedente que está en la iglesia de la Colegiata de San Fernando.
A modo de caja fuerte, el tríptico serviría para guardar las joyas por él construidas, quedando expuesto en la capilla del lado de la Epístola de la basílica al menos hasta el 19 de septiembre de 1922, fecha en la que se decide trasladarlo al Palacio Episcopal, donde comienza a mostrarse al público el denominado Tesoro de la Virgen.
Conforme se va configurando un espacio destinado a la exposición de diferentes piezas ligadas al Santuario surgen nuevas propuestas de donaciones marcadas por ese fin expositivo. Así, por ejemplo, sabemos que hubo ofrecimientos como el de los herederos de D. Sebastián de Soto Posada de donar su colección de crucifijos al Santuario, o proyectos, como el del Conde de la Vega del Sella de formar en Covadonga un gran museo etnográfico pero, a pesar de las buenas intenciones con las que fueron realizados, nunca llegarían a materializarse.
A partir del mes de diciembre de 1923 se acuerda enseñar el Tríptico previo pago del correspondiente billete y acompañado del señor Sacristán. Los billetes serían de dos tipos: unos generales, de una peseta y otros especiales para los domingos y festivos, de veinticinco céntimos; además, a todas aquellas personas que parecieran humildes se les concedería el pase gratis.
Covadonga sufrió las consecuencias de la Guerra Civil desde el 18 de julio de 1936 hasta el 11 de diciembre de 1937, fecha en la que se reanuda la vida capitular y la reconstrucción del Santuario. Según nos describe el Libro de Actas Capitulares de los años 1937-1946, folio 1, el Hotel Pelayo y el Hostal Favila habían sido saqueados, las casas desvalijadas, los servicios de más necesidad como el agua y las comunicaciones inutilizados, la basílica despojada de lo más necesario para el culto y desmantelada la Santa Cueva, de la que faltaba la imagen de la Virgen. Ésta afortunadamente aparecería en la primavera de 1939 en la embajada Española de París.
Respecto al museo hay que reseñar que muchas de las alhajas que en él se custodiaban habían desaparecido, entre ellas el Tríptico; otras, sin embargo, no sufrieron las mismas consecuencias y estuvieron depositadas hasta agosto de 1945 en el Banco de España de Oviedo.
El proceso de reconstrucción del Santuario fue iniciado tras la Guerra Civil por Menéndez Pidal sustituyendo la capilla de la cueva, finalizándolo a mediados de los años sesenta los hermanos García Lomas con las obras de ampliación de la explanada de la basílica y la edificación de las nuevas viviendas capitulares.
Poder mostrar de nuevo el Tesoro de la Virgen fue una tarea ardua, pero posible gracias de nuevo a la colaboración del pueblo. Así, en septiembre de 1962, el Cabildo de Covadonga, en colaboración con la Obra Social y Cultural de la Caja de Ahorros de Asturias monta la Exposición del Tesoro de Covadonga, que itinerantemente estaría en Oviedo, Gijón, y Avilés. Constaba esta exposición de veintisiete piezas recogidas en un catálogo entre las que se encontraban las coronas de la Virgen y del Niño Jesús, la custodia tipo Cruz de la Victoria, una imagen de la Santina, casullas, ternos y mantos de la virgen, entre otros objetos.
Unos años más tarde, en 1988, se formó en la cripta de la Basílica la Exposición histórico-iconographica del Santuario de Nuestra Señora de Covadonga, que serviría para ilustrar la visita de Su Alteza Real el Príncipe de Asturias.
De esta manera, Covadonga cuida las tradiciones espirituales que la hicieron depositaria de grandes tesoros artísticos dándolos a conocer a generaciones venideras.
El conocido como Tesoro de la Virgen era una exposición de ofrendas o donaciones realizadas por la gente en agradecimiento a la Santina. En él podían verse piezas de muy diferentes valores; mientras que unas tenían un valor histórico o artístico, otras su verdadero valor era el sentimental, como por ejemplo, arras matrimoniales, alianzas, pulseras, diplomas, piezas de artesanía popular, lámparas de la mina, piedras de carbón, y un largo etcétera.
En el año 2001, conmemorando el primer centenario de la basílica, el Tesoro de la Virgen pasa a denominarse “Museo de Covadonga”, concretándose en una nueva instalación en la planta baja del edificio de la Escolanía, antiguo Hostal Favila, dignificando para ello el espacio que alberga la colección hoy existente. Supuso este cambio de ubicación un punto de inflexión en la línea museística del Santuario de Covadonga.
Inaugurado con la exposición, “Covadonga, Iconografía de una Devoción”, acoge hoy la mayoría de las piezas que formaron dicha exposición más los contenidos del denominado Tesoro, siendo destacable la alta participación de personas particulares e instituciones en la cesión temporal de las mismas.
Estructurado en apartados perfectamente diferenciados, el visitante podrá conocer a través de pinturas, grabados, fotografías, tallas religiosas, piezas de orfebrería, ofrendas y otros objetos el devenir y la identidad de Covadonga como un espejo en el que se refleja la historia de Asturias y donde se manifiestan especialmente la fe religiosa y la creación cultural.