viernes, 12 de septiembre de 2008

El Códice del Cantar del Mio Cid y Covadonga

Muchos se preguntarán cómo se puede relacionar el Santuario de Nuestra Señora de Covadonga con este poema épico-popular escrito hacia el año 1140 y que llega a nosotros a través de la copia realizada por Per Abbat en 1307.
Pues bien, la primera noticia que se tiene del Códice, primera muestra de la madurez de la lengua castellana, es en 1596, cuando Juan Ulivarry lo encuentra en Vivar del Cid (Burgos). Más tarde estuvo a manos de las monjas clarisas de Vivar hasta 1776, año en el que es entregado por el secretario y consejero del Estado, Eugenio Llaguno, al encargado de la biblioteca real, el clérigo Tomás Antonio Sánchez, quien se encarga de transcribirlo a través de su “Colección de poesías castellanas anteriores al siglo XV”.
Durante muchos años estuvo en paradero desconocido hasta que, en el segundo tercio del siglo XIX, recae en manos del arabista Pascual Gayangos quien se lo ofrece al Museo Británico. Tal ofrecimiento llega a oídos del asturiano Pedro José Pidal, primer marqués de Pidal, que se encarga de realizar gestiones necesarias para que sea adquirido por el Estado. Estas no llegaron a dar el fruto deseado de manera que, ante la posibilidad de que cayera en manos extranjeras, es el propio marqués quien acaba pagando la cantidad estipulada por Gayangos. Fue desde entonces cuando el Códice entró en contacto con esta familia asturiana vinculada al Santuario de Covadonga desde 1846 cuando Pascual Pidal Fernández, tío del primer marqués de Pidal, toma posesión de la abadía del Santuario.
Tras la muerte del marqués el Códice lo hereda su hijo, Alejandro Pidal y Mon, quien manda construir un arca para guardarlo en forma de castillo medieval. Dicha arca se realizó con las maderas de una de las vigas del templo de Covadonga destruido durante el fatal incendio de 1777 y todavía hoy se conserva en la Biblioteca Nacional.
Al igual que el Museo Británico también Archer Milton Huntington, fundador de la Hispanic Society of América y heredero de una de las mayores fortunas de los Estados Unidos, intentó hacerse con esta joya bibliográfica ofreciéndole a Pidal y Mon una tentadora oferta a la que éste se resistió poniéndolo a disposición de su sobrino, el conocido filólogo e historiador, Ramón Menéndez Pidal.
Alejandro Pidal y Mon, además de ser uno de los artífices de la construcción de la basílica de Covadonga y de la carretera que hoy sube a los lagos, al igual que su padre fue un importarte político de finales de siglo XIX y principios del XX. Casado con Dña. Ignacia Bernaldo de Quirós y González Cienfuegos del matrimonio nacieron trece hijos, entre los que se encontraba Pedro Pidal Bernaldo de Quirós, fundador del Parque Nacional de la Montaña de Covadonga. A su muerte, en 1913, fue enterrado en la cripta de la basílica siendo sus hijos herederos del valioso Códice tasado, por el que fuera Presidente del Gobierno y entonces albacea de la familia Antonio Maura, en 250.000 Ptas.
Posteriormente depositado por Roque Pidal en la caja fuerte de un banco de Madrid, donde estuvo hasta 1936, año en el que es trasladado a Ginebra por el Gobierno de la República junto con las obras del Museo del Prado. Allí permanecerá hasta que, una vez finalizada la contienda, es recuperado por éste último volviéndolo a depositar en el banco de donde no volverá a salir hasta su donación a la Biblioteca Nacional.
La entrega fue llevada a cabo gracias a las negociaciones entre Roque Pidal y Cesáreo Goicoechea, entonces director de la Biblioteca Nacional. Éste último había buscado el apoyo de la Fundación March a través de uno de los miembros de su Patronato, el ex ministro de la Gobernación Blas Pérez, amigo íntimo de Roque Pidal quien pedía por el Códice la no desdeñable cantidad de 10 millones de las antiguas pesetas. La cantidad fue aceptada por el responsable de la Biblioteca pero, a la hora de la verdad, el Ministerio de Educación Nacional no pudo permitirse el lujo de pagar lo estipulado y propuso entonces que una institución, en este caso la Fundación March, aportase la mitad del importe. De esta manera, y ante la asistencia de numerosas autoridades civiles y religiosas, fue finalmente sellada la donación del Códice el 20 de diciembre de 1960 por Ramón Menéndez Pidal cumpliendo así con el sueño que su tío le hubiera gustado haber visto realizado antes de morir.