sábado, 18 de enero de 2014

Orígenes del cristianismo en Cangas de Onís. Covadonga.

Para comenzar con la historia de la parroquia de Cangas de Onís debemos retrotraernos hasta nuestros orígenes, fundamentados en Covadonga y en la fe cristiana. Esa fe cristiana fue introducida por el sur de España a comienzos del siglo I de la mano de Santiago a quien se cita como primer evangelizador, aunque también es muy probable la presencia de San Pablo. De este modo, ya hacia el año 250 se pueden documentar diócesis con obispos en las cercanas provincias de León y Astorga. Es probable que desde allí viniesen misioneros hacia Asturias ya que los primeros testimonios cristianos que aparecen en nuestro concejo son lápidas o estelas funerarias encontradas en Coraín, Corao, Soto de Cangas o Gamonedo y que datan, según los historiadores y arqueólogos, de entre los siglos IV y V. Resulta sorprendente que estas localidades se encuentren tan cercanas a Cangas de Onís, pero más sorprendente es aún que en una de ellas aparezca la inscripción Dominica, porque el topónimo de Covadonga se dice que procede de la palabra latina Cova Domínica, es decir, Cueva de la Señora, la cual fue evolucionando hasta llegar a la expresión que conocemos hoy en día. La misma toponimia nos indicaba que el río que surge bajo la Santa Cueva era denominado como el río Diva, es decir, de la Diosa, por lo tanto es posible que ya existiera algún tipo de veneración precristiana. Otras piezas que corroboran esta posibilidad son algunos de los objetos litúrgicos de época visigoda hallados en la Mina del Milagro, situada en el limítrofe concejo de Onís, pero en la raya divisoria con el  nuestro.
La abundante bibliografía que existe sobre Covadonga no ha resuelto definitivamente los grandes interrogantes planteados en torno al hecho histórico, personajes que en él participaron y desarrollo posterior de estos eventos. Parece que hoy nadie duda de la existencia de una realidad auténtica: Covadonga aparece siempre como lugar donde comienza a decaer la invasión musulmana y es donde nace Asturias como reino. Aquí hubo sin duda alguna unos sucesos que, llámense batalla, escaramuza o alzamiento fueron el origen de nuestra historia, de la historia de España y en buena medida de la Europa Cristiana, y en ese origen siempre aparecen don Pelayo y la Santina. Otras preguntas son de muy difícil precisión. ¿Existía ya culto en Covadonga antes de la llegada de Pelayo? ¿Realmente hubo una gran batalla, como nos comentan las crónicas cristianas bajo el mando de Pelayo contra los musulmanes o sólo fue una escaramuza de apenas un puñado de hombres, como nos cuentan las crónicas árabes? Distintas han sido las repuestas dadas por los historiadores a estas interrogantes a lo largo de la historia. ¿Hubo intervención divina? ¿Actuó Pelayo movido por el deseo de defender la fe de los suyos ante el invasor musulmán o defendía simplemente sus posesiones amenazadas? Entre historia, religión, tradición o leyenda, Covadonga ha ocupado y ocupa el corazón de todos los asturianos y de millones de personas que ven aquí nuestras primeras raíces y el origen de nuestra fe.
No existe ningún documento que nos dé constancia de los comienzos de la veneración a la Virgen en la Santa Cueva, sino que  hay que buscarlos en la tradición, y ésta se refiere a que, anteriormente a la llegada de Pelayo, a comienzos del siglo VIII, ya era venerada una imagen de la Virgen por un ermitaño. En esas mismas fechas tropas islámicas invaden el sur de la península y en pocos años van conquistando aquel terreno por el que pasan hasta llegar al Norte. En Covadonga Pelayo, junto con un grupo de asturianos y de cántabros, se sublevó contra ellos, refugiándose en la Santa Cueva y pidiéndole intercesión a la Virgen.
Tampoco se sabe nada acerca del lugar de nacimiento de Pelayo. Mientras que unos lo sitúan en Toledo,  en Tuy (Galicia), o en Cantabria, otros, sin embargo, los que somos asturianos, decimos que era un guerrero astur. Lo que sí se sabe es que era hijo del duque Fáfila, que luchó como espatario al lado de don Rodrigo en la Batalla de Guadalete (año 711) y que, con un pequeño grupo de tropas vencidas, llegó a Covadonga para refugiarse. Aquí incitó a la población a manifestarse contra el dominio musulmán y, refugiándose en la Cueva, imploró la protección divina.
Las tropas cristianas lo eligieron como el hombre que los había de liderar, y así lo proclaman en el año 718, fecha que se toma como inicio de La Reconquista, pero no es hasta el año 722 cuando tiene lugar la Batalla de Covadonga, en la cual las tropas cristianas se proclaman vencedoras. Tras la batalla, Pelayo fue aclamado rey o líder de los asturianos y durante 57 años estableció la capital del Reino en Cangas de Onís. Juró sobre una cruz de madera de roble, que posteriormente fue recubierta de oro y piedras preciosas. Es la llamada Cruz de la Victoria, actualmente en la Cámara Santa de la Catedral de Oviedo y una de las piezas de orfebrería alto medieval más importante que se conocen en Europa. En numerosas pinturas prerrománicas asturianas aparece representada esta cruz con las letras del alfabeto griego alfa y omega, es decir, principio y fin, como Dios es principio y fin de todas las cosas.
A su muerte, en el año 737, fue enterrado en la que hoy conocemos como iglesia de Santa Eulalia de Abamia, aunque posteriormente sus restos se trasladaron a la Santa Cueva en tiempos de Alfonso X “El Sabio”, ya en siglo XIII. En realidad pudiera ser que sólo se llevara algún resto porque, según comenta el Conde de la Vega del Sella en su obra El dolmen de la Capilla de Santa Cruz, según versión oída a un testigo presencial, en la visita que hizo el Rey Alfonso XII al Santuario de Covadonga, fueron examinados los sepulcros que allí se encuentran, no hallándose en el de Pelayo más que un fémur de grandes dimensiones y una chapa delgada de plata en forma de doble cinto”.
Su hijo Favila es quien le sucede en el trono. Bajo su corto mandato, que apenas dura dos años (737-739), como es sabido a causa de las feroces garras de un oso en la cercana localidad de Llueves, casi no existen hechos que resaltar, excepto la construcción de la capilla de la Santa Cruz, que fue edificada sobre un dolmen pagano para venerar la tosca cruz de roble que su padre había enarbolado como símbolo del cristianismo en la batalla de Covadonga.
Esta es la primera capilla edificada en nuestro concejo, puesto que la de Covadonga es posterior. Fue levantada en el año 740 por el rey Alfonso I, quien estaba casado con Hermesinda, hermana de Favila e hija de Pelayo. Seis años más tarde (746), y según la tradición, es el mismo Alfonso I quien funda el monasterio de San Pedro de Villanueva, regido por monjes de San Benito hasta la desamortización de 1835. Esta orden benedictina es la que se cree como la primera orden que rige el Santuario de Covadonga y la iglesia de Cangas de Onís.

La época de la monarquía asturiana marcará a partir de entonces el devenir del cristianismo. Durante el reinado de Alfonso I llegó a Liébana el Lignum Crucis. Bajo el reinado de Silo, Beato de Liébana defiende la ortodoxia y la hace triunfar con la ayuda del Papa y de Carlomagno frente al adopcionismo, que intentaba degradar la divinidad de Cristo. Bajo el mandato de Alfonso II, se descubre el sepulcro de Santiago y éste es el primero en peregrinar, iniciando así el hoy denominado Camino de Santiago. También llegó a Oviedo el Arca Santa junto con el Santo Sudario, que fueron y son objeto de numerosas peregrinaciones. Ante estos hechos tan transcendentes podríamos hacernos la siguiente pregunta: ¿Cuántas regiones de Europa han hecho una aportación similar a la historia del catolicismo?.
Javier Remis Fernández
(Primer capítulo del Libro Cangas de Onís, historia de una parroquia)