sábado, 12 de mayo de 2007

El Gran Hotel Pelayo

Situado en el marco incomparable del Real Sitio de Covadonga y en pleno corazón del Parque Nacional de los Picos de Europa se encuentra uno de los más emblemáticos establecimientos hoteleros del Principado de Asturias, el Gran Hotel Pelayo.
Este robusto edificio, de planta rectangular y obra del insigne arquitecto Federico Aparici y Soriano, quien a su vez diseñó los planos definitivos de la Basílica de Covadonga, fue inaugurado en 1908, mismo año en el que también se abrió el túnel de acceso a la Santa Cueva desde la explanada alta del Santuario y en el que se había puesto en servicio el tranvía de vapor Arriondas – Covadonga.
Aparte de la devoción religiosa, la valoración de la naturaleza y la creación del primer Parque Nacional de España, en 1918, favorecieron enormemente el incremento del turismo en la zona de Covadonga y sus alrededores. Por ello, era necesario dar hospedaje a muchos de aquellos viajeros que necesitaban descanso tras una larga jornada recorriendo los más bellos parajes de nuestra c
omarca.
A la llegada de los turistas a la estación del Repelao se encontraban, a cualquier hora, automóviles en los que, a precios económicos, se podía subir al Santuario. Estos mismos también organizaban excursiones a los Lagos de Enol, desfiladero del Pontón y a las montañas de Ponga.
Según señala Gabriel Briones en la revista Covadonga, nº 6 del 1 de septiembre de 1922 en un artículo titulado El espíritu descansa en Covadonga, el Hotel se encontraba organizado en forma tal, que los viajeros disfrutaban de las mismas comodidades que en cualquiera de los hoteles suizos, servidos por ferrocarriles y funiculares, aunque en el Pelayo la vida era más sencilla, cómoda e independiente que en los países alpinos o en las orillas de los lagos helvéticos.
Por las mañanas los alojados en el Hotel solían ir a la Cueva de la Virgen para orar, oír misa, ver el sepulcro de Pelayo; a la basílica, donde escuchaban la celestial música que salía de los acordes del órgano; otros, sin embargo, organizaban la excursión del día. En el salón de lectura, no existían periódicos nacionales ni extranjeros, sino solamente revistas y libros de excursiones, ya que el Gerente, D. Enrique Álvarez Victorero, pensaba en los efectos desagradables que podían producir las malas noticias cuando alguien se encontraba de vacaciones. Todo estaba, pues, pensado para que no se perturbara el reposo espiritual, que tanto anhelaban las personas, que fatigadas por los avatares de la vida venían a descansar a este lujoso hotel.
Del libro de Pedro Pidal y José F. Zabala, Picos de Europa, 1918, página 92, se pueden extraer cuáles eran los precios que regían por aquellos tiempos:

“En el comedor general: cubierto, compuesto de cuatro platos, postre y vino, mesa redonda, 3 pesetas. Salón Restanurant: Cubierto de seis platos, repostería y vino, 4’50 pesetas. Comedores privados: El mismo cubierto del restaurante, con un suplemento de 3 pesetas por sala de seis cubiertos y 5 pesetas por sala de 12. Pensiones: desde 8 pesetas en adelante. Baños: por uno con jabón y ropa 1’50 pesetas. Los guías, corraleros, criados y chauffeurs que acompañan a los excursionistas, son beneficiados con un descuento”.
También dentro de la Guía de la misma revista Covadonga, citada anteriormente, se anunciaban los precios de los hospedajes y de este modo decía: “En los edificios de la Colegiata hay el Gran Hotel Pelayo, (pensión completa, desde 15 pesetas) y Fonda de la Gruta (pensión completa, desde 9 pesetas). Para peregrinos y grupos de excursionistas, se hacen rebajas proporcionales”.
Por este pasaron numerosos peregrinos, pintores, escritores, jefes de gobierno, diputados, senadores, ministros e incluso algún Rey y Príncipe. En el se celebraron bodas de distinguidas familias y personas de la sociedad asturiana, española, iberoamericana y, como no, de gente de la comarca. Para darse una idea de lo emblemático que era el hotel, señalar que en este se rodó, en 1943, la película de Gonzalo Delgrás Altar Mayor, basada en la novela del mismo nombre, de Concha Espina.
Como todo hotel tuvo momentos álgidos y momentos bajos, tras la reforma llevada a cabo en los años sesenta, obra del arquitecto Sr. Vicuña, fue entrando en un periodo de letargo del que se pretende despertar tras la reciente rehabilitación llevada a cabo en 2004-2005.
Hoy, es un hotel nuevo y elegante donde la gente puede disfrutar de la tranquilidad del paisaje gozando de su esmerada cocina tradicional.

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