lunes, 30 de julio de 2018

Alfonso XII, Marqués de Covadonga.


Es bien conocido que tras el nacimiento de Alfonso XII, hijo de la reina Isabel II y de Francisco de Asís, a éste le fue otorgado el título de Príncipe de Asturias, pero muchas personas desconocerán que, el futuro rey, llegó a utilizar en varias ocasiones el falso título de “Marqués de Covadonga”.

Alfonso de Borbón y Battemberg nació en el Palacio Real de Madrid el 28 de noviembre de 1857. Siendo aún niño, su madre fue destronada por la Revolución de 1868, popularmente conocida como “La Gloriosa”. Ese hecho obligó a la familia real española a partir hacia el exilio, e Isabel y Francisco se establecieron en París, por separado. Allí, el joven Alfonso ingresó en el Colegio Stanislas aunque, apenas un año más tarde, el 29 de septiembre de 1869, la familia se trasladó transitoriamente a Ginebra, donde Alfonso acudió a la Academia Pública de esa ciudad hasta su regreso a Francia.

En el forzado abandono de España hacia la capital francesa, acompañó a Isabel II Severo Catalina, quien fue ministro de Marina y de Fomento en los gobiernos de Narváez y de González Bravo, respectivamente. A él es a quien encarga la soberana varias misiones confidenciales. Entre ellas la de gestionar ante el Vaticano que el Papa Pío IX la reciba en audiencia en compañía de su hijo y de las infantas, dando a entender de este modo la afinidad del Santo Padre con el derrocado régimen y el rechazo a la situación política que se estaba viviendo en España. La estrategia a seguir fue que el Sumo Pontífice accediera a administrar a sus hijos los sacramentos de la Eucaristía y de la Confirmación, ocasión que aprovecharía la madre para acompañarlos e intentar obtener el apoyo a la derrocada monarquía borbónica. Lejos de todo esto, la Corte Pontificia, haciendo uso de su habitual diplomacia vaticana, rechazó recibir a la reina y sólo consiguió permiso para que el príncipe Alfonso, utilizando el falso título de “Marqués de Covadonga”, fuera recibido por Su Santidad.

“El Marqués de Covadonga” salió para Roma el 20 de febrero de 1870 acompañado de un séquito de hombres de confianza de la reina. Realizó el viaje en tren hasta Marsella y, desde allí, a Civitta Vecchia, en barco. Cuatro días después llegó a su destino. El Papa recibió a su ahijado como si de un rey se tratase. Ordenó formar su guardia para rendirle honores y él mismo salió a recibirle a pie de escalera, junto a una corte de cardenales encabezados por monseñor Pacca. Después, lo invitó a adentrarse en sus aposentos, donde le enseñó un retrato suyo y otro de su madre, antes de departir con él, al menos, durante media hora. Eran fechas en las que se estaba celebrando el Concilio Vaticano I y Roma se encontraba llena de obispos de todo el mundo, entre ellos cuarenta y tres españoles.

El 8 de marzo, el futuro rey, recibió la Eucaristía y la Confirmación de manos de su padrino, el Papa Pío IX, en la basílica de San Pedro. Dos días más tarde, tras los consejos del Conde de Cheste y visto que su presencia incomodaba a algunos medios vaticanos, el “Marqués de Covadonga” emprendió rumbo a París. Todo ello muy a pesar de su madre, que hubiera deseado una estancia más larga en espera de una adhesión del Pontífice a sus derechos dinásticos.

Unos meses después, el 25 de junio de 1870, Isabel II abdicó en favor de su hijo y decidió formarle en las mejores academias europeas de la época. Así, el 2 de enero de 1872, llegó a Viena para ingresar en la prestigiosa Real e Imperial Academia del Theresianum, fundada en 1746 por la reina María Teresa para educar a personas pertenecientes a la aristocracia y nobleza mundial, aunque principalmente estaba dirigida a la europea. Por aquel entonces esta fundación era refugio para varias coronas depuestas y un destino perfecto para formar al futuro heredero de la dinastía borbónica en España.

La reina, inscribió a su hijo en el Theresianum de Viena con el seudónimo habitual de “Marqués de Covadonga”, aunque en realidad casi todo el mundo sabía quién se ocultaba bajo ese título. Allí permaneció hasta la primavera de 1874, época en la que se traslada a Inglaterra para continuar sus estudios en la acreditada Academia Militar de Sandhurst.

A finales de ese mismo año, tras el pronunciamiento del General Martínez Campos en Sagunto, y ya con Cánovas del Castillo como Jefe del Gobierno provisional, tras el derrocamiento de la I República, el joven príncipe dejó de ser el “Marqués de Covadonga” y entró en España con el nombre de Alfonso XII.

Javier Remis Fernández
(Museo de Covadonga).