sábado, 19 de abril de 2008

La primera piedra de la Basílica de Covadonga.

El domingo 11 de noviembre de 1877, a las diez de la mañana, el entonces Obispo de la Diócesis, D. Benito Sanz y Forés colocaba solemnemente y conforme al rito prescrito por el Pontifical Romano la primera piedra de la Basílica de Covadonga.
Junto con el Obispo, en el lugar denominado de “El Cueto”, se encontraban el Ilmo. Sr. Abad y Cabildo de Covadonga, dos Capitulares del Ilmo. Cabildo de la Catedral de Oviedo, el Gobernador de la Provincia y de la autoridad Municipal, Judicial y Militar del distrito de Cangas de Onís, quienes encerraron y sellaron, dentro de dicha piedra, un tuvo de cristal con algunas monedas y medallas de la Virgen junto con un pergamino en el que se podía leer la siguiente Inscripción:
“Anno Dñi MDCCCLXXVII”

“Die XI Novembris, Patocinio Bmae. Mariae Virginis Sacro, Benedictus Sanz et Forés, Dei et apostolicae Sedis gratia Episcipus Ovetensis, Comes de Noreña, hune primarium lapidem, solemni ritu Benedisit, et imposuit, pro templo aedificando, in honoren Omnispotentis Dei et glorisissímae Virginis Matris Mariae, subtitulo de Covadonga, Astantibus Abbate, Canonicis et Beneficiariis hupus Regiae Colegiatae, neenon Scholarum Magistro, atque alio ex Canonicis almae Ecclesiae Basilicae Ovetensis á Capítulo delegatis, primariis Provinciae ac Municipii Magistratibus, aliisque quamplurimio fidelibus”.
Una vez terminado el acto, al cual asistió numeroso público venido desde diversos lugares, se celebró la Santa Misa bajo un dosel improvisado para tal efecto.
Precediendo este acontecimiento, unos meses antes, el 21 de julio habían visitado el Santuario el Rey Alfonso XII y su hermana la Princesa de Asturias para dar comienzo al desmonte del cerro del Cueto (lugar en el que hoy se ubica la Basílica y que hubo que allanar para poder comenzar los trabajos de construcción).
Llegaron a Covadonga en una carroza a las siete y media de la tarde y fueron recibidos crucifijo en mano por el Obispo Sanz y Forés, por el Abad y Cabildo de Covadonga, Beneficiados y dependientes del Santuario en la plazoleta que había frente al Monasterio de la Colegiata de San Fernando.
Junto con su servidumbre, acompañaban al Rey los Ministros de Gracia y Justicia y de Fomento, el Capitán General de Castilla, el Gobernador de la Provincia con algunos señores de la Diputación Provincial y las autoridades local, Judicial y Militar de Cangas de Onís con otros muchos tí
tulos de Castilla y distinguidas personalidades.
Enseguida se dirigió procesionalmente la regia comitiva a la Iglesia de la Colegiata, cantándose entre tanto por los Sochantres, las antífonas y preces que para el caso prescribe el rito eclesiástico. Dentro se cantó un solemne Te Deum y una oración y, tras concluir, se dirigieron hacia la Santa Cueva donde cantaron una salve y donde, junto con la Imagen de la Virgen, reposan en humildes sepulcros los restos de Pelayo y de Alfonso I “el Católico”. Enseguida pasaron a sus habitaciones dentro del Monasterio en las que recibieron al Sr. Obispo, al Sr. Abad y Cabildo y a las demás personas que se acercaron a besar sus manos. Terminada la recepción tuvo lugar la cena, que se sirvió en la antigua Sala Capitular, y después se retiraron a descansar a sus respectivas estancias.
A las nueve de la mañana del día siguiente se celebró una solemne procesión con la imagen de la Virgen desde la iglesia de la Colegiata hasta la Capilla del Campo. La imagen fue conducida a hombros por los Marqueses de Camposagrado, de Pidal, de Hoyos y por el Barón de Covadonga. Llevaba el estandarte el Ministro de Gracia y Justicia y las borlas de la religiosa insignia, eran sostenidas por el Gobernador Civil de la Provincia y Vicepresidente de la Diputación; siendo llevado el Pendón por el Capitán General del Distrito. Una vez concluida la misa la procesión volvió por el mismo orden a la iglesia y después se disipó toda la regia comitiva con multitud de gente que desde el día anterior iba afluyendo a Covadonga, al sitio denominado “el Cueto”, donde S. M. el Rey prendió fuego al primer barreno que dispuso se diese como señal de inauguración de las obras del nuevo templo monumental que se iba a construir.
Éste fue el primero en suscribirse junto con otras muchas personas con donativos que pueden verse consignados en el álbum destinado para tal efecto y que se halla en el Archivo Capitular del Santuario.
Concluidos todos los actos y después de haber almorzado salieron los augustos viajeros del Real Sitio a la una y media de la tarde con destino a la villa de Gijón, pero no sin antes haber dejado seis mil pesetas de limosna para los pobres de Covadonga y de la inmediata parroquia de La Riera.

Estos fueron los comienzos de una soberbia construcción quienes principales impulsores fueron el canónigo del Santuario D. Máximo de la Vega junto con el Obispo de la diócesis Sanz y Forés. Para ello habían encargado los planos a Roberto Frassinelli (conocido como “el Alemán de Corao”), aunque será Fray Ramón Martínez Vigil quien culminara el proyecto definitivo y que se debe al arquitecto valenciano Federico Aparici y Soriano.
Realizada en piedra rosada marmórea extraída del Monte Auseva es de estilo neorrománico y se caracteriza por su sencillismo y robustez a la vez que constituye para quien visita el Santuario una atracción visual que hace fundir arte y naturaleza con una gran obra de fe.