Muchas personas se preguntarán qué relación tuvo Covadonga con el Camino de Santiago, ya que era un lugar bastante apartado y casi inaccesible en la época en las que las peregrinaciones tuvieron su máximo esplendor.
Ya desde 1572, cuando Ambrosio de Morales por orden del rey Felipe II visita Covadonga, se nos hace referencia a los grandes movimientos peregrinatorios que hay en estas tierras, “sobre todo en el mes de septiembre, cuando se celebra la fiesta de la Virgen”. Estos movimientos eran más bien de “romeros naturales de estas tierras” como nos cita el padre Carvallo pero, sin embargo, algunos de los peregrinos que iban de camino hacia Santiago, por el camino del norte, desviaban su ruta hasta el Santuario de Covadonga antes de visitar San Salvador de Oviedo.
Prácticamente todos los caminos que conducían a Santiago se asentaban sobre las viejas calzadas romanas. El del Norte, que viene desde Irún a San Sebastián, Bilbao y Santander, al llegar a la provincia de Asturias tenía que soportar el paso de las rías de Tinamenor y de Tinamayor. Bien se podían cruzar en barca o rodear un tramo hasta llegar a Panes, localidad en la que el río era menos caudaloso y cercana a Liébana donde podían visitar la tumba del Beato que compuso el himno O Dei Verbum para la liturgia mozárabe destinada al Apóstol Santiago.
También en ambas Peñamelleras es común encontrar símbolos característicos como conchas o vieiras. Sin embargo, quienes optaran por continuar el camino de la costa llegaban a Llanes donde de nuevo, para evitar las masivas aguas del río Sella en la ría de Ribadesella, algunos peregrinos se desviaban para tomar una senda de la época romana que, desde el valle de Ardisana, les llevaba hasta Villaverde, pueblo cercano a Mestas de Con donde se erige una iglesia desde el s. XIII dedicada a Santa María y a Santiago. Este era uno de los lugares más propicios para cruzar el, hoy denominado, río Güeña. Desde allí podían continuar hacia Corao, pueblo cercano a Covadonga de donde partían varias rutas para llegar al Santuario, o bien cruzar a Intriago, localidad en la que existía una pequeña capilla dedicada a Santa Ana. Esta capilla durante la guerra civil española sufrió varios desperfectos quedando varios años sin techumbre, causa que trajo como consecuencia que se perdiera el retablo que en ella se conservaba, dejando al descubierto unas pinturas, prácticamente perdidas, en las que de nuevo aparece representado el Apóstol Santiago.
Reflejo de que Covadonga era un lugar de peregrinos es que lo primero que se encontraba uno al llegar al santuario era un sobrio crucero sobre un pedestal de tres escalones situado a la entrada del puente que conducía al Mesón de Peregrinos. Desconocido para la inmensa mayoría de personas que visitan el santuario, gozó en su día de gran relevancia tal y como lo expresan en diversas pinturas y grabados varios de los artistas del siglo XVIII, como Jerónimo Antonio Gil, Francisco Reiter o Martínez Bustamante, que realizaron varias vistas generales del Real Sitio. Hoy olvidado en la entrada del cementerio, en el todavía son visibles símbolos como Veneras o barcas de vela, que señalaban que se estaba pasando por un camino de peregrinos, siendo ya casi imperceptible la fecha que aparece en el frontal que nos dice que fue construido en 1677. Es por tanto una de las obras, junto con la talla de la Virgen y la Colegiata de San Fernando, más antiguas que se conservan en el santuario.
Una certificación clara de la relación de Covadonga con el camino de Santiago la encontramos en el Libro de Acuerdos Capitulares de 1690-1737, folio 82 vuelta, en el que podemos comprobar que los clérigos del santuario regían el “Priorato de San Nicolás del Camino Francés”, al que se trasladaban en temporadas estivales y de mayor afluencia de peregrinos para dar posada y atender uno de los hospitales más importantes de esta ruta, el de San Nicolás del Real Camino, en la diócesis de León.
En ese mismo libro, en el Acta del 20 de junio de 1695, folio 83, se nos da cuenta que el Abad del santuario, el “Doctor D. Pedro González Toraño”, pertenece a la Orden del “Ábito de Santiago”, además de acordar “estofar y dorar… la efigie del glorioso Apóstol Santiago”, encargando los trabajos a Gregorio Vigil y Antonio Palacio Vigil, vecinos del concejo de Siero. Esto nos certifica que en Covadonga existía una iconografía jacobea que, en este caso, se completaba con otra imagen, la de Santa Ana. Imagen estrechamente relacionada con el Apóstol Santiago que se veneraba en el “templo bajo” del Santuario.
La vinculación de la Orden de Santiago con la Abadía de Covadonga queda también latente en las voluntades testamentarias que aparecen en el Libro de Fábrica de 1712-1715, Sesión del 12 de julio de 1712, folio 167 y en el Libro de Acuerdos Capitulares de 1766-1790, sesión del 22 de abril de 1769, folio 38, realizadas por los Caballeros de la Orden D. Rodrigo Pumarino y D. Diego de Piles, a la hora de fundar misas en el santuario, el primero, y hacer efectivo, éste último, un censo creado por su padre para repartir entre los peregrinos pobres que visiten el lugar.
Desde Covadonga continuaban el camino hacia Cangas de Onís donde, en una capilla adosada en la cara norte de la iglesia de Santa María, se veneraba una imagen de Santa Ana y en la calle San Pelayo, en el lugar en que hoy se levanta la farmacia Comas, encontraban un albergue y un hospital de caminantes. Desde la antigua capital del reino astur tomaban la vieja calzada romana hasta llegar al Salvador, porque como el dicho popular nos dice: “quien va a Santiago y no al Salvador, visita al siervo y no al Señor”.
Ya desde 1572, cuando Ambrosio de Morales por orden del rey Felipe II visita Covadonga, se nos hace referencia a los grandes movimientos peregrinatorios que hay en estas tierras, “sobre todo en el mes de septiembre, cuando se celebra la fiesta de la Virgen”. Estos movimientos eran más bien de “romeros naturales de estas tierras” como nos cita el padre Carvallo pero, sin embargo, algunos de los peregrinos que iban de camino hacia Santiago, por el camino del norte, desviaban su ruta hasta el Santuario de Covadonga antes de visitar San Salvador de Oviedo.
Prácticamente todos los caminos que conducían a Santiago se asentaban sobre las viejas calzadas romanas. El del Norte, que viene desde Irún a San Sebastián, Bilbao y Santander, al llegar a la provincia de Asturias tenía que soportar el paso de las rías de Tinamenor y de Tinamayor. Bien se podían cruzar en barca o rodear un tramo hasta llegar a Panes, localidad en la que el río era menos caudaloso y cercana a Liébana donde podían visitar la tumba del Beato que compuso el himno O Dei Verbum para la liturgia mozárabe destinada al Apóstol Santiago.
También en ambas Peñamelleras es común encontrar símbolos característicos como conchas o vieiras. Sin embargo, quienes optaran por continuar el camino de la costa llegaban a Llanes donde de nuevo, para evitar las masivas aguas del río Sella en la ría de Ribadesella, algunos peregrinos se desviaban para tomar una senda de la época romana que, desde el valle de Ardisana, les llevaba hasta Villaverde, pueblo cercano a Mestas de Con donde se erige una iglesia desde el s. XIII dedicada a Santa María y a Santiago. Este era uno de los lugares más propicios para cruzar el, hoy denominado, río Güeña. Desde allí podían continuar hacia Corao, pueblo cercano a Covadonga de donde partían varias rutas para llegar al Santuario, o bien cruzar a Intriago, localidad en la que existía una pequeña capilla dedicada a Santa Ana. Esta capilla durante la guerra civil española sufrió varios desperfectos quedando varios años sin techumbre, causa que trajo como consecuencia que se perdiera el retablo que en ella se conservaba, dejando al descubierto unas pinturas, prácticamente perdidas, en las que de nuevo aparece representado el Apóstol Santiago.
Reflejo de que Covadonga era un lugar de peregrinos es que lo primero que se encontraba uno al llegar al santuario era un sobrio crucero sobre un pedestal de tres escalones situado a la entrada del puente que conducía al Mesón de Peregrinos. Desconocido para la inmensa mayoría de personas que visitan el santuario, gozó en su día de gran relevancia tal y como lo expresan en diversas pinturas y grabados varios de los artistas del siglo XVIII, como Jerónimo Antonio Gil, Francisco Reiter o Martínez Bustamante, que realizaron varias vistas generales del Real Sitio. Hoy olvidado en la entrada del cementerio, en el todavía son visibles símbolos como Veneras o barcas de vela, que señalaban que se estaba pasando por un camino de peregrinos, siendo ya casi imperceptible la fecha que aparece en el frontal que nos dice que fue construido en 1677. Es por tanto una de las obras, junto con la talla de la Virgen y la Colegiata de San Fernando, más antiguas que se conservan en el santuario.
Una certificación clara de la relación de Covadonga con el camino de Santiago la encontramos en el Libro de Acuerdos Capitulares de 1690-1737, folio 82 vuelta, en el que podemos comprobar que los clérigos del santuario regían el “Priorato de San Nicolás del Camino Francés”, al que se trasladaban en temporadas estivales y de mayor afluencia de peregrinos para dar posada y atender uno de los hospitales más importantes de esta ruta, el de San Nicolás del Real Camino, en la diócesis de León.
En ese mismo libro, en el Acta del 20 de junio de 1695, folio 83, se nos da cuenta que el Abad del santuario, el “Doctor D. Pedro González Toraño”, pertenece a la Orden del “Ábito de Santiago”, además de acordar “estofar y dorar… la efigie del glorioso Apóstol Santiago”, encargando los trabajos a Gregorio Vigil y Antonio Palacio Vigil, vecinos del concejo de Siero. Esto nos certifica que en Covadonga existía una iconografía jacobea que, en este caso, se completaba con otra imagen, la de Santa Ana. Imagen estrechamente relacionada con el Apóstol Santiago que se veneraba en el “templo bajo” del Santuario.
La vinculación de la Orden de Santiago con la Abadía de Covadonga queda también latente en las voluntades testamentarias que aparecen en el Libro de Fábrica de 1712-1715, Sesión del 12 de julio de 1712, folio 167 y en el Libro de Acuerdos Capitulares de 1766-1790, sesión del 22 de abril de 1769, folio 38, realizadas por los Caballeros de la Orden D. Rodrigo Pumarino y D. Diego de Piles, a la hora de fundar misas en el santuario, el primero, y hacer efectivo, éste último, un censo creado por su padre para repartir entre los peregrinos pobres que visiten el lugar.
Desde Covadonga continuaban el camino hacia Cangas de Onís donde, en una capilla adosada en la cara norte de la iglesia de Santa María, se veneraba una imagen de Santa Ana y en la calle San Pelayo, en el lugar en que hoy se levanta la farmacia Comas, encontraban un albergue y un hospital de caminantes. Desde la antigua capital del reino astur tomaban la vieja calzada romana hasta llegar al Salvador, porque como el dicho popular nos dice: “quien va a Santiago y no al Salvador, visita al siervo y no al Señor”.