miércoles, 26 de diciembre de 2007

Las pinturas del Prado en Covadonga.

La primera institución museística del país y una de las más importantes pinacotecas de Europa y del mundo, como es la del Prado, mantiene en Covadonga desde finales del siglo XIX y en calidad de depósito, un total de diecinueve obras pictóricas. Diecisiete de ellas se encuentran depositadas en el Museo, forman parte de la denominada Serie Cronológica de los Reyes de España y son recreaciones iconográficas idealizadas de los distintos reyes de la monarquía asturleonesa. Las dos restantes, colgadas a ambos lados del altar de la Basílica, son: La Anunciación de la Virgen, de Vicente Carducho y D. Pelayo en Covadonga, de Luis de Madrazo.
Todas, excepto La Anunciación (s. XVII), han sido realizadas en la segunda mitad del s. XIX, época en la que el Santuario sufre un fuerte proceso de revitalización favorecido por el apoyo de la monarquía y la llegada a la Diócesis de Oviedo del Obispo Benito Sanz y Forés, quien cuenta con la estrecha y decisiva colaboración de un joven canónigo llamado Máximo de la Vega, hombre de clara inteligencia, grandes energías, así como de importante estima y relaciones en la sociedad asturiana del momento. Además, la relevancia y el prestigio histórico y religioso con el que contaba Covadonga seguían atrayendo a importantes personalidades políticas y eclesiásticas a las que don Máximo sabía cortejar de manera muy especial. Entre ellas se encontraba D. Francisco de Borja Queipo de Llano, Conde de Toreno, asturiano y por entonces Ministro de Fomento que será quien realice las gestiones oportunas para que mediante Real Orden de 13 de febrero de 1877 “se cedan en calidad de depósito con destino a la Iglesia Colegial de Nuestra Señora de Covadonga los cuadros que representan D. Pelayo en Covadonga, señalado con el número 22 del catálogo de los del Museo Nacional, y el de la Anunciación de la Virgen, de Carducho, que también figura en el mismo con el número 42 (tachado, al lado corregido nº 426), debiendo ser de cuenta de aquella Corporación religiosa los gastos de embalaje y conducción de los espresados cuadros”.
Sin embargo, la instancia presentada por don Máximo de la Vega y en la que manifestaba ser “Apoderado general del Abad y del Cabildo de la Real e Insigne Colegiata de Nuestra Señora de Covadonga”, expresaba el deseo de que junto con el de Pelayo fuese cedido el que lleva por título Batalla de Guadalete y “otros dos que tengan iguales dimensiones” pero, al parecer, el lienzo realizado por Marcelino Unceta, no pudo cederse por ya encontrarse depositado en Zaragoza. Los otorgados a la Real Colegiata debieron ser recogidos por Acisclo Fernández Vallín, o al menos, él es la persona a la que el Cabildo acuerda autorizar para que los recoja y remita, colgándolos, a su llegada a Covadonga, en los muros laterales de la estancia del Coro del Cabildo situado detrás del retablo del altar mayor de la Colegiata. Allí permanecerán hasta el verano de 1902, época en la que se acuerda trasladarlos al nuevo templo, recientemente consagrado, y en la que son ubicados a ambos lados del altar. Esta ubicación, es la que siguen ocupando hoy día.
Tras el desprendimiento de una gran piedra del monte Auseva sobre el pequeño templo de la antigua Colegiata, Sanz y Forés comenzó en 1875 la reedificación y ampliación de ésta valiéndose de una serie de recursos de distintas procedencias. La ornamentación interior, basada en un retablo y en la sillería de coro, (ésta última diseñada por Frassinelli), le debió resultar al Prelado bastante pobre si tenemos en cuenta sus gustos a la hora de decidir la empleada en el Camarín de la Cueva pero, para poder afrontarla ya no disponía de recursos económicos suficientes. Podríamos afirmar que, esta causa, fue una de las principales por la que se solicitaron al Ministerio de Fomento la cesión de dichas pinturas.

La Serie Cronológica de los Reyes de España, comenzó a formarse por encargo de la Reina Isabel II mediante Real Orden del 1 de diciembre de 1847, siendo su finalidad la de rescatar los valores históricos y, así de paso, potenciar la monarquía existente en la época. Para ello se le encarga esta difícil tarea a D. José de Madrazo, entonces director del Museo del Prado, quien pone a sus órdenes a un selecto grupo de pintores de la época, entre los que se encuentran Eduardo Cano, Isidoro Lozano, Carlos María Esquivel, León Bonnat e incluso, su propio hijo, Luis de Madrazo, para quien reserva el honor de concederle dos de los más importantes y significativos retratos de la colección como son, el de Pelayo y el de la Reina Isabel “La Católica”, personajes de gran trascendencia en la historia con los que comienza y finaliza La Reconquista. Además, estos pintores supieron aprovechar la corriente surgida en esa época en la que pintar retratos se puso de moda.
En un primer momento, se realizó para ser expuesta en el Museo del Prado y ocupar un espacio distinto al resto de las pinturas que allí se exhibían, pero, en realidad, los lienzos nunca han llegado a colgarse de ninguna de sus salas siendo custodiados, en un principio, en diferentes Instituciones Públicas y constituyendo depósito más tarde en La Real Colegiata de Covadonga por Real Orden de 30 de diciembre de 1884. En este caso, la cesión fue llevada a cabo gracias a las gestiones realizas por el también ilustre asturiano y Ministro de Fomento Alejandro Pidal y Mon, quien mantenía una estrecha relación de amistad con el nuevo Obispo de Oviedo, Fray Ramón Martínez Vigil, y con don Máximo de la Vega, a quien meses antes había nombrado Conservador de la Real Colegiata. Antes de que llegaran a Covadonga, Martínez Vigil, quiso tenerlos durante un tiempo en su Palacio episcopal y para ello solicita el correspondiente permiso del Cabildo, quien accede con la condición de que para el mes de septiembre ya se encuentren en Covadonga. A la llegada estos son colgados en las galerías altas del claustro de la Colegiata de San Fernando, edificio anexo a la cueva y en el que ya se encontraban, dentro de su iglesia, las otras dos pinturas depositadas con anterioridad. Años más tarde ocuparon, al menos la de Pelayo, las dependencias de la Sala Capitular como puede apreciarse en algunas fotografías impresas en la revista Covadonga (núm. 41 del 1 de marzo de 1924), dispersándose luego entre ésta ubicación y los distintos salones del Hotel Pelayo. Hoy, tras las obras de reformas llevadas a cabo en el hotel, la colección se ha vuelto a reagrupar y puede ser vista en el museo del Real Sitio, encontrándose varios de los lienzos en proceso de restauración.

domingo, 23 de diciembre de 2007

El Barón de Covadonga

La Baronía de Covadonga fue un título concedido por la Reina Isabel II, el 13 de agosto de 1861, a Ramón Valdés y Busto Bernaldo de Quirós y de Solís, coronel de Infantería, Caballero de Carlos III, decano de Su Majestad y maestrante de Sevilla. Nació en 1821, y falleció el 2 de junio de 1890, siendo enterrado en el Claustro de la Colegiata de San Fernando del Santuario de Covadonga. Casó dos veces, la primera con Ana Balbín, y la segunda con Ángela Mon y del Hierro.
De éste último matrimonio nació Francisco Valdés y Mon, que le sucedió en el título siendo el II Barón de Covadonga. Contrajo matrimonio con Felisa Armada y Valdés, hija de D. Juan Antonio Armada y Guerra, VI Marqués de Santa Cruz de Rivadulla y de Dña. María del Rosario Valdés Ramírez de Jove, IV Marquesa de San Esteban del Mar de Natahoyo.
El III barón de Covadonga fue D. Ramón Valdés y Armada, Mayordomo de Semana del Rey Alfonso XIII, casó tres veces, pero será del último matrimonio, con Dña. María Menéndez Valdés y de Bustamante, baronesa de San Vicenso, del que le vendrá la sucesión y que es a quien hoy se deseo recordar ya que hoy hace seis años, el18 de noviembre de 2001, fallecía en su domicilio familiar en la esquina de la calle de Ayala con el Paseo de la Castellana.
D. Jesús Valdés Menéndez Valdés, IV Barón de Covadonga. Nació en Madrid el 19 de junio de 1917, hijo único de este último matrimonio fue Infantico del Pilar y a los siete años recibió su Primera Comunión en el Santuario de Covadonga. A los diez años se quedó huérfano de padre y fue su tutor testamentario su primo Luís Armada y Martín de los Ríos, Marqués de Santa Cruz de Rivadulla.
Estudió por libre el Bachillerato en Zamora, ya que residía en la casa familiar de Toro conocida como Palacio de Bustamante, ciudad con la que tenía una fuerte vinculación familiar por vía materna y una vez finalizada la guerra civil, en la que sirvió como Alférez Provisional, se incorporó a la Academia militar de Valladolid en el arma de Caballería estando destinado en Zaragoza, Córdoba y Ávila.
El 27 de abril de 1949 contrajo matrimonio en la Iglesia de los Jerónimos de Madrid, ante la imagen de la Virgen de las Batallas y de Covadonga, con Dña. María Luz de la Colina y Burón, natural de Córdoba e hija de Juan José de la Colina y Gómez de Rueda y Clara Burón y Riquelme, de hidalga familia cántabra. De este matrimonio nacieron doce hijos y en el momento de su muerte contaba con veinticuatro nietos.
Su carrera militar concluyó el 1 de enero de 1955 simultaneando sus últimos años castrenses con los estudios de la Licenciatura en Derecho. En ese mismo año se incorpora al Ilustre Colegio de Abogados Madrid, ejerciendo como tal hasta su muerte.
Unos años más tarde, en 1962, obtuvo el Título de Doctor en Derecho por la Universidad de Madrid y además de ser Diplomado en Genealogía Heráldica y Nobiliaria por el Instituto Salazar y Castro del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y Diplomado en Cooperación por la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Complutense de Madrid fue Colaborador en diversos periódicos y revistas como ABC, Reconquista o Verbo, entre otros, firmando sus artículos con el pseudónimo de “Covadonga”. En estos medios defendió sus principios e ideales monárquicos y de democracia durante varios años. Defensor del restablecimiento de la monarquía en la persona de Don Juan de Borbón en los años durante los que ejerció la Jefatura del Estado el General Franco, esta posición le acarreó no pocos quebraderos de cabeza y sacrificios entre los que pueden señalarse el no haber podido acceder al nombramiento de “Letrado en Cortes”.
También fue autor, bajo el pseudónimo de Covadonga, de la novela “Hay acero en los escombros” escrita en abril de 1960 y publicada por la Editorial Barna, dedicando su actividad intelectual en el campo del Derecho a la publicación de numerosos libros y monografías, entre otros escritos.
Nombrado Académico correspondiente de la Real de Jurisprudencia y Legislación pronunció diversas conferencias y tuvo una etapa de actividad docente en el ámbito universitario en la que se puede destacar su colaboración como profesor de Derecho Administrativo, profesor de la Cátedra de Derecho Natural y Filosofía del Derecho, ambas en la Universidad Complutense de Madrid y el Colegio Mayor Cardenal Cisneros adscrito a dicha Universidad.
En su última etapa profesional fue Asesor Jurídico del Consejo General de Colegios de Enfermería hasta su jubilación.
Caballero Maestrante de la Real de Sevilla, Caballero Infanzón de la Virgen de la Caridad de Illescas y miembro y colaborador activo de numerosas entidades y asociaciones culturales, benéficas y religiosas y miembro activo de la Adoración Nocturna. En el momento de su fallecimiento tenía expediente abierto en el Ministerio de Justicia a la sucesión, instada a S. M. El Rey, en la merced nobiliaria de Conde del Pinar, vacante por fallecimiento de su pariente Carlos García Mon.
Hombre profundamente religioso y asiduo practicante falleció, bajo el Manto de la Virgen del Pilar, hace seis años en su domicilio familiar de Madrid rodeado de sus familiares, habiendo recibido de manos de uno de sus hijos, presbítero, los últimos sacramentos. Su vida y su persona fueron, para todos, ejemplo de caballerosidad, honradez, justicia, laboriosidad y coherencia con los principios éticos del humanismo cristiano.
En la actualidad, ostenta el título Ramón Valdés de la Colina, V Barón de Covadonga.