Muchos son quienes conocen estos leones que se encuentran flanqueando la entrada al Santuario de Covadonga pero muy pocos, por no decir nadie, sabrían decirnos cuál es el origen de estas bellas esculturas tantas veces fotografiadas por peregrinos y turistas.
Pues bien, el origen habría que buscarlo en un viaje que realiza a Roma en 1899 el gallego Juan García Naviera. Nacido en Betanzos (La Coruña) de joven emigró a Argentina en busca de fortuna. Tras regresar a su tierra natal, en 1893, comenzó la construcción, en la denominada finca “El Pasatiempo”, de una especie de parque temático y cultural con el único afán de compartirlo con sus paisanos y vecinos. Gran benefactor de su pueblo en el que, además del parque, ordenó construir un lavadero público, una casa de acogida para niños disminuidos y un Sanatorio (el de San Miguel), edificó junto a su hermano las escuelas Municipales, la Casa del Pueblo y fundó el patronato Benéfico-Docente García Hermanos, formado por un asilo y una escuela.
Viajero infatigable, recorrió numerosas ciudades Europeas, donde adquirió conocimientos e ideas que trasladó a su tierra natal. En uno de esos viajes, concretamente en el realizado a Roma en 1899, vio en el pasaje opuesto al domo de la Basílica de San Pedro del Vaticano un monumento funerario que representaba la tumba del papa Clemente XIII, obra realizada por el italiano Antonio Canova, uno de los máximos exponentes de la escultura neoclásica de la época. El mausoleo llamó su atención por dos bellas esculturas de unos leones que, realizados en mármol de Carrara, flanqueaban la tumba como si de dos guardianes se tratara. Tomando buena nota de los mismos encargó a un escultor italiano realizar sendas réplicas para trasladarlas hasta su finca de Galicia. Siempre que se habla de los leones suelen atribuir su autoría a Pompeo Marchesi, discípulo de Cánova, cosa poco probable si tenemos en cuenta que falleció en 1858.
Transportarlos desde Italia le trajo, no pocos, quebraderos de cabeza pero finalmente logró desembarcarlos en La Coruña donde, debido al enorme peso de las esculturas, fue necesario reforzar la estructura del puente del Carregal.
Una vez llegados a su destino, los leones se colocaron a la entrada de la finca “El Pasatiempo”, propiedad de don Juan. En esta tenían cabida desde los últimos avances tecnológicos de la época (como un dirigible o un funicular), hasta los animales más exóticos jamás vistos por tierras gallegas. En 1914 la estructura del parque estaba prácticamente terminada pudiéndose contemplar, además de numerosas fuentes, surtidores, estanques y miradores, grandes avenidas con reproducciones escultóricas de Emperadores Romanos, de Literatos o de los Papas.
Tras la muerte de don Juan y una vez finalizada la guerra civil, el parque se convirtió en un campo de concentración desapareciendo del mismo la mayor parte de las obras expuestas y convirtiéndose, las zonas verdes y ajardinadas, en grandes matorrales.
Por aquel entonces en el Santuario de Covadonga se estaba trabajando en la reconstrucción de la Santa Cueva y en la posterior edificación de la denominada Casa Diocesana de Ejercicios, ambas obras diseñadas por el arquitecto Luis Menéndez Pidal. Pocos años más tarde, a comienzos de los sesenta y tras el derribo de las antiguas casas de los canónigos, el Santuario sufrió su última gran transformación. Se construyeron unas nuevas viviendas y se amplió la explanada de la basílica. En este caso los proyectos corrieron a cargo de Javier García Lomas quien, además de las obras ya mencionadas, reformó la entrada al Real Sitio.
Dicha entrada estaba constituida por dos grandes pilones de piedra diseñados por Federico Aparici los cuales fueron desplazados hasta “El Repelao”a finales de los años sesenta. En su lugar, tras las gestiones llevadas a cabo por Javier García Lomas y según consta en la parte posterior de unas fotografías enviadas al citado arquitecto por el aparejador coruñés, José Manuel Pérez Mosquera, se colocarían los leones de la finca “El Pasatiempo”.
Así pues, en el número de la revista “Luces del Auseva” correspondiente a los meses de marzo-abril de 1970 nos encontramos con la noticia de “que los leones han sido adquiridos por 500.000 Ptas.”. Poco tiempo después fueron trasladados en un camión hasta Covadonga donde, con la ayuda de una grúa, fueron ubicados en ambos márgenes de la carretera a la entrada del santuario, contribuyendo de esta forma a embellecer el precioso entorno de la Santa Cueva.
Pues bien, el origen habría que buscarlo en un viaje que realiza a Roma en 1899 el gallego Juan García Naviera. Nacido en Betanzos (La Coruña) de joven emigró a Argentina en busca de fortuna. Tras regresar a su tierra natal, en 1893, comenzó la construcción, en la denominada finca “El Pasatiempo”, de una especie de parque temático y cultural con el único afán de compartirlo con sus paisanos y vecinos. Gran benefactor de su pueblo en el que, además del parque, ordenó construir un lavadero público, una casa de acogida para niños disminuidos y un Sanatorio (el de San Miguel), edificó junto a su hermano las escuelas Municipales, la Casa del Pueblo y fundó el patronato Benéfico-Docente García Hermanos, formado por un asilo y una escuela.
Viajero infatigable, recorrió numerosas ciudades Europeas, donde adquirió conocimientos e ideas que trasladó a su tierra natal. En uno de esos viajes, concretamente en el realizado a Roma en 1899, vio en el pasaje opuesto al domo de la Basílica de San Pedro del Vaticano un monumento funerario que representaba la tumba del papa Clemente XIII, obra realizada por el italiano Antonio Canova, uno de los máximos exponentes de la escultura neoclásica de la época. El mausoleo llamó su atención por dos bellas esculturas de unos leones que, realizados en mármol de Carrara, flanqueaban la tumba como si de dos guardianes se tratara. Tomando buena nota de los mismos encargó a un escultor italiano realizar sendas réplicas para trasladarlas hasta su finca de Galicia. Siempre que se habla de los leones suelen atribuir su autoría a Pompeo Marchesi, discípulo de Cánova, cosa poco probable si tenemos en cuenta que falleció en 1858.
Transportarlos desde Italia le trajo, no pocos, quebraderos de cabeza pero finalmente logró desembarcarlos en La Coruña donde, debido al enorme peso de las esculturas, fue necesario reforzar la estructura del puente del Carregal.
Una vez llegados a su destino, los leones se colocaron a la entrada de la finca “El Pasatiempo”, propiedad de don Juan. En esta tenían cabida desde los últimos avances tecnológicos de la época (como un dirigible o un funicular), hasta los animales más exóticos jamás vistos por tierras gallegas. En 1914 la estructura del parque estaba prácticamente terminada pudiéndose contemplar, además de numerosas fuentes, surtidores, estanques y miradores, grandes avenidas con reproducciones escultóricas de Emperadores Romanos, de Literatos o de los Papas.
Tras la muerte de don Juan y una vez finalizada la guerra civil, el parque se convirtió en un campo de concentración desapareciendo del mismo la mayor parte de las obras expuestas y convirtiéndose, las zonas verdes y ajardinadas, en grandes matorrales.
Por aquel entonces en el Santuario de Covadonga se estaba trabajando en la reconstrucción de la Santa Cueva y en la posterior edificación de la denominada Casa Diocesana de Ejercicios, ambas obras diseñadas por el arquitecto Luis Menéndez Pidal. Pocos años más tarde, a comienzos de los sesenta y tras el derribo de las antiguas casas de los canónigos, el Santuario sufrió su última gran transformación. Se construyeron unas nuevas viviendas y se amplió la explanada de la basílica. En este caso los proyectos corrieron a cargo de Javier García Lomas quien, además de las obras ya mencionadas, reformó la entrada al Real Sitio.
Dicha entrada estaba constituida por dos grandes pilones de piedra diseñados por Federico Aparici los cuales fueron desplazados hasta “El Repelao”a finales de los años sesenta. En su lugar, tras las gestiones llevadas a cabo por Javier García Lomas y según consta en la parte posterior de unas fotografías enviadas al citado arquitecto por el aparejador coruñés, José Manuel Pérez Mosquera, se colocarían los leones de la finca “El Pasatiempo”.
Así pues, en el número de la revista “Luces del Auseva” correspondiente a los meses de marzo-abril de 1970 nos encontramos con la noticia de “que los leones han sido adquiridos por 500.000 Ptas.”. Poco tiempo después fueron trasladados en un camión hasta Covadonga donde, con la ayuda de una grúa, fueron ubicados en ambos márgenes de la carretera a la entrada del santuario, contribuyendo de esta forma a embellecer el precioso entorno de la Santa Cueva.