viernes, 25 de mayo de 2012

Favila, de Carlos María Esquivel

Obra perteneciente a la serie cronológica de los Reyes de España del Museo del Prado y depositada en el Museo de Covadonga.
En éste lienzo Favila viste manto rojo sobre una túnica que parece ser azulada y rematada, al igual que la de su padre, con ribetes dorados y pedrería. De figura frontal y estática, en la mano derecha lleva una lanza que puede representar la afición de éste a la caza, descansando la izquierda sobre la empuñadura de su espada. En la cabeza lleva un casco de guerrero, luciendo larga melena y barba.
Hijo de Pelayo, a quien sucedió en el trono, su reinado apenas duró dos años. Se casó con Froiliuba y tuvo una hija llamada Favinia que contrajo matrimonio con el duque Luitfred de Suevena.. Se le conoce por su fatal muerte en las garras de un oso durante una cacería en Llueves (pueblo cercano a Cangas de Onís),
No se caracterizó éste por las luchas contra el invasor, sino que trató más de satisfacer sus gustos y aficiones, siendo el único hecho relevante el mandato de construir una iglesia en Cangas de Onís en honor a la Santa Cruz.
Esta iglesia se construyó sobre un antiguo dolmen y fue edificada para venerar la cruz de madera de roble que su padre llevó como estandarte en la Batalla de Covadonga. Reedificada en 1632 y destruida de nuevo en 1936, durante la Guerra Civil Española,  se vuelve a construir por Luis Menéndez Pidal y Antonio Capitel, conservándose hoy en día el dolmen y una réplica de la lápida de fundación que viene a decir lo siguiente: “Sea agradable a Cristo esta Iglesia por el trofeo de la Cruz, la cual su siervo Favila edificó con su probada fe, con Froiluba su mujer y sus hijos, los cuales por tu merecimiento ¡Oh Cristo!, tengan cumplida gracia y después de esta vida misericordia eterna”[1] ( 27 de octubre del año 737).
Falleció en el año 739 y fue enterrado en esta misma iglesia lugar en el que también, años más tarde, reposarían los restos de su esposa Froiliuba.


[1] Luciano López y García-Jove. Historia de los Reyes de la Monarquía Asturiana. 2ª edición. 1974. Gráficas Lux.

Don Pelayo, de Luis de Madrazo

Obra perteneciente a la serie cronológica de los Reyes de España del Museo del Prado y depositada en el Museo de Covadonga.
En el lienzo Pelayo aparece representado como un guerrero que se disponerse a la acción al aparecer éste desenvainando su espada y tener ligeramente adelantado el pie derecho. Viste manto blanco sobre una túnica roja rematada con ribetes dorados que se decoran con abundante pedrería. En la mano derecha sostiene una espada, mientras que en la izquierda lleva una cruz de madera, que se supone es la de la Victoria.
Su figura, de gran fuerza, se enmarca en un paisaje agreste como el de Covadonga, bastante montañoso y rocoso. Éste parece estar situado dentro de la Cueva. A la derecha, muy difuminado, podemos percibir una cascada de agua que también podría hacer alusión al típico chorrón que hay bajo la Santa Cueva, mientras que al fondo en un cielo tormentoso parece abrirse una luz o resplandor que puede representar el nuevo amanecer.
No existe ningún documento que nos dé constancia de los orígenes de Pelayo, mientras que unos lo sitúan en Toledo,  en Tuy (Galicia), o en Cantabria, otros sin embargo, los que somos asturianos, decimos que era Astur. Lo que sí se sabe es que era hijo del duque fáfila, que lucho como espatario al lado de don Rodrigo en la Batalla de Guadalete (año 711) y que con un pequeño grupo de tropas vencidas llegó a Covadonga para refugiarse. Aquí incitó a la población a manifestarse contra el dominio musulmán y refugiándose en una cueva, donde un ermitaño custodiaba una imagen de la Virgen, imploró la Protección Divina.
Las tropas cristianas lo eligieron como el hombre que los había de liderar, y así lo proclaman en el año 718, fecha que se toma como inicio de La Reconquista, pero no es hasta el año 722 cuando tiene lugar la Batalla de Covadonga, en la cual las tropas cristianas se proclaman vencedoras.
Una vez consolidada la monarquía asturiana establece la corte en Cangas de Onís, que durante cincuenta y siete años será la capital del Reino Astur.
A su muerte, en el año 737, es enterrado en una iglesia cercana a Covadonga, llamada Santa Eulalia (o Santa Olalla) de Abamia, aunque posteriormente, sus restos son trasladados a la Cueva en tiempos de Alfonso X “el Sabio”[1].
En el sepulcro actual se puede leer la siguiente inscripción:
AQVI YAZE EL S REY DON PELAIO
ELLETO EL ANO DE 716 QVE EN
ESTA MILACROSA CVEBA COME
NZO LA RESTAURACION  DE ESPA
NA BENZIDOS LOS MOROS FALLECIO
ANO 737 Y LE ACOPAÑA SS MVSER Y ERMANA

[1] Pudiera ser que se llevara sólo algún resto, porque según comenta el Conde de la Vega del Sella, en su obra, El dolmen de la Capilla de Santa Cruz, (Memoria núm. 22. Junta para la Ampliación de Estudios, 1919, pp. 37-38): Según versión oída a un testigo presencial, en la visita que hizo el Rey Alfonso XII al Santuario de Covadonga, fueron examinados los sepulcros que allí se encuentran, no hallándose en el de Pelayo más que un fémur de grandes dimensiones y una chapa delgada de plata en forma de doble cinto”.

domingo, 13 de mayo de 2012

HIMNO DE LA VIRGEN DE COVADONGA

Bendita la Reina de nuestra montaña,
Que tiene por trono la cuna de España
Y brilla en la altura más bella que el sol.
¡Es madre y es Reina! Venid, peregrinos,
Que ante ella se aspiran amores divinos
Y en ella está el alma del pueblo español.

Dios te salve, Reina y Madre
Del pueblo que hoy te corona,
Y en los cánticos que entona
Te da el alma y corazón.
Causa de nuestra alegría,
Vida y esperanza nuestra,
Bendice a la patria y muestra
Que sus hijos tuyos son.

Como una estrella del alba,
Brilla anunciando la gloria;
Y es el pórtico su gruta
Del templo de nuestra historia;
Ella es el cielo y la patria,
Y el heroísmo y la fe;
Y besa el alma de España
Quien llega a besar su pie.

¡Virgen de Covadonga, Virgen Gloriosa!
Flor del cielo que aromas nuestra montaña;
Tú eres la más amante, la más hermosa,
Reina de los que triunfan, Reina de España.
Nuestros padres sus ojos a Ti volvieron,
Y una patria en tus ojos adivinaron;
Con tu nombre en los labios por Ti lucharon,
Con tu amor en las almas por Ti vencieron.

Bendita la Reina de nuestra montaña,
Que tiene por trono la cuna de España
Y brilla en la altura más bella que el sol.
¡Es madre y es Reina! Venid, peregrinos,
Que ante ella se aspiran amores divinos
Y en ella está el alma del pueblo español.

martes, 1 de mayo de 2012

Orígenes de la fiesta de Covadonga en Méjico.

El origen de las fiestas dedicadas a Ntra. Sra. de Covadonga en Méjico se debe al empeño de siete asturianos, allí residentes, de extender la devoción a la Virgen de Covadonga en aquel lejano país. Para ello acordaron en 1773 solemnizar los cultos y celebrar anualmente la fiesta el día del Patrocinio. Los nombres de estos asturianos son: el Licenciado D. Vicente de Soto, Capellán del Convento de Religiosas de Valvanera, don Francisco Meléndez, don Toribio Noriega, don José González Guerra, don Francisco Fernández Canel, don Fernando Argüelles y don Juan González Guerra. Ellos fueron quienes acordaron el celebrar los cultos en la Iglesia de las Religiosas de Valvanera y costear los gastos ocasionados por tales motivos.
Debido al entusiasmo y la devoción de los fieles, tan sólo seis años más tarde la reducida Iglesia de Valvanera se quedó pequeña ante la enorme masa de gente que acudía allí a celebrar la festividad de la Virgen. Decidieron entonces trasladar los cultos a la Iglesia de Santo Domingo, una de las iglesias de mayor capacidad que existían en la capital azteca, y encargaron construir un retablo con la imagen de la Virgen de Covadonga que se colocó en el crucero de la citada iglesia. Para ello, realizaron una colecta y acordaron que en años sucesivos se destinara un mínimo de 4.000 pesos para poder continuar con dicha tradición.
Deseando asegurar a perpetuidad esta celebración se reunieron los naturales y originarios del Principado de Asturias y convinieron que el medio más oportuno para continuar celebrándola era promover que se fundara una congregación que llevara el título de Nuestra Señora de Covadonga. Para tal efecto redactaron las Constituciones por las que habían de regirse remitiéndoselas, por mediación de don Martín Mayorga, entonces Virrey interino de la Nueva España, al rey Carlos III, dignándose éste el aprobarlas de acuerdo al informe del Fiscal del Reyno en fecha tres de julio de 1784.
Estas Constituciones fueron una copia de las que regían en la Congregación de Nuestra Señora de Covadonga de Madrid y fueron impresas en Méjico en 1785 bajo el título de: “CONSTITUCIONES DE LA CONGREGACIÓN DE NUESTRA SEÑORA DE COVADONGA, DEFENSORA Y RESTAURADORA DE LA LIBERTAD ESPAÑOLA, FUNDADA BAXO LA REAL PROTECCION POR LOS NATURALES Y ORIGINARIOS DEL PRINCIPADO DE ASTURIAS, Y OBISPADO DE OVIEDO”. En la parte final también incluían una breve noticia de la antigüedad y de la situación del Santuario de Santa María de Covadonga, notas que habían sido tomadas en 1572 por el cronista Ambrosio de Morales en su “Viage Santo” realizado por los reinos de León, Galicia y Principado de Asturias bajo el encargo de Felipe II de reconocer las Reliquias de Santos, Sepulcros Reales y Libros Manuscritos de las Catedrales y Monasterios.